Pese a sus fracasos, Moreno es el alter ego de Cristina
Arrancó en el Estado con Grosso y siguió con Duhalde. Hoy maneja casi todos los temas. iECO
Por ANTONIO ROSSI
Subordinación a la Casa Rosada. No hay temas ajenos a la intervención de Moreno, dicen cerca de Cristina. |
Es uno de los pocos que aún permanece en el Poder Ejecutivo desde el inicio de la gestión kirchnerista. A tono con el actual rasgo saliente que exhibe el Gobierno, la soberbia y el escaso respeto a las normas vigentes están casi siempre presentes en el desempeño de sus tareas diarias. Pero, más allá del mito que se ha levantado en torno de su figura, el accionar de Guillermo Moreno en la última década –que el relato oficial intenta mostrar como exitosa –está plagado de fracasos y marcados perjuicios para la economía y los usuarios.
Tras haber ocupado su primer cargo público en 1989 en la intendencia porteña de Carlos Grosso y luego de integrar el staff de asesores de Comercio en la presidencia de Eduardo Duhalde; Moreno desembarcó con Néstor Kirchner en mayo de 2003 en la Secretaría de Comunicaciones. Allí estuvo casi tres años y en 2006 aterrizó en su actual puesto de titular de Comercio Interior, desde donde comenzó a acumular poder y a destacarse por sus intervenciones–mayoritariamente polémicas –en casi todos los estamentos del Gobierno.
Aunque su área figura en la segunda línea del ministerio de Economía, Moreno es un “superfuncionario” que ha actuado como un “ álter ego” tanto de Néstor, como de Cristina Kirchner.
Prácticamente todos los ministros del gabinete nacional tuvieron que convivir, en algún momento de sus gestiones, con la intromisión de Moreno y los suyos.
Su traspié más notorio–y costoso para los bolsillos de los consumidores–se registra con los controles de precios y la inflación, una de las más altas del mundo.
Ni la intervención al INDEC y el “dibujo” de los índices, ni los aprietes y amenazas a los empresarios le dieron resultado a la hora de contener el avance de los precios.
Con una obediencia extrema al despacho presidencial y una forma casi terca de implementar medidas contraproducentes, Moreno también dejó sus huellas negativas en el sector energético, la ganadería, la lechería, la producción agropecuaria, las telecomunicaciones. la industria papelera, el bloqueo a las importaciones, las misiones comerciales paralelas y el cepo cambiario.
Admirado por la militancia K por su fama de incorruptible y cuestionado desde varios sectores económicos y políticos, todo indica que aún hay Moreno para rato. No solo porque ve un complot detrás de cada problema que enfrenta el Gobierno en sintonía con lo que cree la presidenta, sino también porque se ha vuelto una especie de “intocable” que la estructura oficial no puede entregar, pese a sus reiterados desaciertos.