Las burbujas especulativas, un invento español
Un economista investiga la fiebre por la venta de oficios en la Castilla del siglo XVII, el primer ‘boom’ de la historia, previo al de los tulipanes en Holanda
LUIS DONCEL | El País
Encuentro de Luis XIV y Felipe IV en la Isla de los Faisanes (1660). MUSEO NACIONAL DEL PALACIO DE VERSALLES
¿Qué tienen en común la mole urbanística de Seseña y los precios prohibitivos para lograr un puesto en la Corte de Felipe IV? Que ambos fenómenos solo se explican por la existencia de una burbuja.
Igual que en la crisis actual, el alza de precios favoreció entonces la corrupción
Los planes megalómanos del constructor Paco el Pocero se convirtieron hace una década en el icono del boom inmobiliario que empujó a España a una profunda recesión. La Castilla de principios del siglo XVII también vivió su particular espiral de precios, y la consiguiente ola especulativa, con la compraventa de oficios públicos: en 1617, un hombre llegó a pagar 382.352 reales por un puesto de regidor —equivalente a un concejal actual—, cuyo sueldo anual rondaría los 450 reales. Es decir, para rentabilizar esa inversión habría necesitado 850 años de salario.
El investigador español Víctor Gómez, en la sede de EL PAÍS
Si se confirma la tesis que el joven investigador Víctor Gómez tiene ya muy avanzada, la espiral de los oficios sería la primera burbuja constatable de la historia, desbancando así a la de los tulipanes en la Holanda de 1640, considerada hasta ahora como pionera.
Esta nueva fiebre por enriquecerse se extendió hace 400 años en ciudades como Valladolid y Zamora. Los reyes de la Casa de los Austria, necesitados de liquidez para sufragar su costoso proyecto de hegemonía mundial, encontraron un lucrativo negocio. Aprovechándose de los bajos tipos de interés, cada vez más personas se endeudaban para comprar títulos con los que acceder a un prestigioso puesto en la Administración, ya fuera escribano (equivalente a los actuales notarios), regidor o procurador en un juzgado, oficios vetados a las mujeres y a los menores de 25 años. Un solo hombre llegó a acumular hasta 27 títulos con un único motivo: la especulación.
¿Por qué un economista de 27 años se decide a dedicar dos años de su vida a escudriñar legajos del siglo XVII? “En principio, yo solo quería estudiar cómo se forman las burbujas especulativas. Pero di con un fenómeno que me pareció interesante. Y pensé: ‘Aquí tengo que meterme”, responde Gómez en la sede de EL PAÍS en Madrid horas antes de volar a El Salvador, donde colaborará durante el verano con una ONG.
Para confirmar su tesis, Gómez necesita aún dos requisitos. Primero, demostrar que lo que ocurrió con los oficios públicos durante el reinado de Felipe III y IV puede calificarse de burbuja, es decir, un proceso en el que el precio de un activo se desvía de forma desproporcionada de su valor fundamental. “Pese a lo complicado de definir ese valor fundamental, este punto lo tengo ya confirmado al 100%”, asegura Gómez, que ha logrado una beca de La Caixa para investigar en diversos archivos los dos próximos años.
Una vez dado ese paso, ya solo le queda asegurarse de que el alza de precios en Valladolid, Zamora y Sevilla comenzó a principios del siglo XVII, varias décadas antes de la crisis de los tulipanes. En ciudades como Granada o Málaga la burbuja tardaría algo más en llegar, después de la holandesa.
Pero quizás lo más interesante de la investigación de este doctorando sea analizar los parecidos y las diferencias de la burbuja formada en torno a la Corte de los Habsburgo hace 400 años y la de la España del ladrillazo de la primera década de este siglo. Entonces, como ahora, la subida desproporcionada de los precios no se entendería sin prácticas corruptas en el entorno del poder político. “Al aumentar las posibilidades de obtener grandes plusvalías a través de la especulación, las burbujas incentivan la corrupción, siempre que haya un trabajador púbico con poder sobre el activo que se revalorice. Desde este punto de vista, ambos fenómenos impulsaron la corrupción en la Castilla de hace siglos y en la España actual”, concluye.
El floreciente negocio de la venta de oficios escenificó también una lucha de poder a tres bandas: el monarca, la Corte y los aristócratas. Y sirvió como puerta de entrada para una pujante clase social que accedía a puestos de prestigio sin necesidad de títulos nobiliarios. Tan solo hacía falta dinero. El Antiguo Régimen comenzaba a dar paso a la modernidad.
A Gómez le interesa en especial analizar cómo pudo formarse una burbuja en la Castilla del siglo XVII, una sociedad que aún no había entrado de lleno en la modernidad. Porque su tesis, si logra confirmarla, abrirá nuevas puertas a la historia económica. O bien desmonta la idea de que para la formación de burbujas es necesaria la existencia de un sistema financiero complejo; o bien en la Castilla del siglo XVII existía ya ese sistema, algo desconocido hasta ahora. “Yo me inclino por la primera opción, pero aún tengo que investigarlo”, asegura Gómez con cautela, siempre temeroso de adelantar conclusiones aún no confirmadas.
Si se confirma la tesis que el joven investigador Víctor Gómez tiene ya muy avanzada, la espiral de los oficios sería la primera burbuja constatable de la historia, desbancando así a la de los tulipanes en la Holanda de 1640, considerada hasta ahora como pionera.
Esta nueva fiebre por enriquecerse se extendió hace 400 años en ciudades como Valladolid y Zamora. Los reyes de la Casa de los Austria, necesitados de liquidez para sufragar su costoso proyecto de hegemonía mundial, encontraron un lucrativo negocio. Aprovechándose de los bajos tipos de interés, cada vez más personas se endeudaban para comprar títulos con los que acceder a un prestigioso puesto en la Administración, ya fuera escribano (equivalente a los actuales notarios), regidor o procurador en un juzgado, oficios vetados a las mujeres y a los menores de 25 años. Un solo hombre llegó a acumular hasta 27 títulos con un único motivo: la especulación.
¿Por qué un economista de 27 años se decide a dedicar dos años de su vida a escudriñar legajos del siglo XVII? “En principio, yo solo quería estudiar cómo se forman las burbujas especulativas. Pero di con un fenómeno que me pareció interesante. Y pensé: ‘Aquí tengo que meterme”, responde Gómez en la sede de EL PAÍS en Madrid horas antes de volar a El Salvador, donde colaborará durante el verano con una ONG.
Para confirmar su tesis, Gómez necesita aún dos requisitos. Primero, demostrar que lo que ocurrió con los oficios públicos durante el reinado de Felipe III y IV puede calificarse de burbuja, es decir, un proceso en el que el precio de un activo se desvía de forma desproporcionada de su valor fundamental. “Pese a lo complicado de definir ese valor fundamental, este punto lo tengo ya confirmado al 100%”, asegura Gómez, que ha logrado una beca de La Caixa para investigar en diversos archivos los dos próximos años.
Se llegó a pagar 382.352 reales por un puesto con un sueldo anual de 450
Una vez dado ese paso, ya solo le queda asegurarse de que el alza de precios en Valladolid, Zamora y Sevilla comenzó a principios del siglo XVII, varias décadas antes de la crisis de los tulipanes. En ciudades como Granada o Málaga la burbuja tardaría algo más en llegar, después de la holandesa.
Pero quizás lo más interesante de la investigación de este doctorando sea analizar los parecidos y las diferencias de la burbuja formada en torno a la Corte de los Habsburgo hace 400 años y la de la España del ladrillazo de la primera década de este siglo. Entonces, como ahora, la subida desproporcionada de los precios no se entendería sin prácticas corruptas en el entorno del poder político. “Al aumentar las posibilidades de obtener grandes plusvalías a través de la especulación, las burbujas incentivan la corrupción, siempre que haya un trabajador púbico con poder sobre el activo que se revalorice. Desde este punto de vista, ambos fenómenos impulsaron la corrupción en la Castilla de hace siglos y en la España actual”, concluye.
El floreciente negocio de la venta de oficios escenificó también una lucha de poder a tres bandas: el monarca, la Corte y los aristócratas. Y sirvió como puerta de entrada para una pujante clase social que accedía a puestos de prestigio sin necesidad de títulos nobiliarios. Tan solo hacía falta dinero. El Antiguo Régimen comenzaba a dar paso a la modernidad.
A Gómez le interesa en especial analizar cómo pudo formarse una burbuja en la Castilla del siglo XVII, una sociedad que aún no había entrado de lleno en la modernidad. Porque su tesis, si logra confirmarla, abrirá nuevas puertas a la historia económica. O bien desmonta la idea de que para la formación de burbujas es necesaria la existencia de un sistema financiero complejo; o bien en la Castilla del siglo XVII existía ya ese sistema, algo desconocido hasta ahora. “Yo me inclino por la primera opción, pero aún tengo que investigarlo”, asegura Gómez con cautela, siempre temeroso de adelantar conclusiones aún no confirmadas.