AUTOR: DAMIÁN KANTOR - iECO
Esos negocios no prosperaron, ni prosperarán, en forma mágica. En algunos casos requiere de los esfuerzos privados y públicos, de planificación a largo plazo, de políticas de promoción educativa y de inversiones estratégicas para promover el desarrollo. El principal déficit, subraya el estudio de abeceb, es en infraestructura, “que incide negativamente sobre los costos y la competitividad”. Los montos son más que importantes. La consultora estima que se requiere invertir US$82.000 millones sólo para construir, ampliar y mejorar rutas y caminos. “El 84% de la mercadería se transporta en camiones, que es un 75% más caro que el ferrocarril”, indica el estudio.
El análisis del estado de las vías, según abeceb, es de mediocre para abajo: “Más del 50% es entre regular y malo”, esto sumado a la baja inversión en puertos y sus canales de acceso y los ríos navegables. Jorge Vasconcelos, investigador jefe del IERAL (Fundación Mediterránea) graficó: “En la Argentina, la tasa de inversión en infraestructura es 3% del PBI. China despegó con una tasa del 8%. No digo que lleguemos a eso, pero necesitamos duplicar la inversión durante 10 años por lo menos”.
UNA USINA DE PROTEÍNASA pesar de las dificultades, la Argentina es una potencia agroindustrial, un activo crucial para el país inmerso en un mundo demandante de comida. El campo, con sus límites, afronta el desafío de transformar una industria exportadora de materias primas en una potencia alimenticia. Antonio Aracre, CEO de la multinacional suiza Syngenta, cree que la fórmula es incrementar valor agregado a la producción: “El precio de la tonelada de maíz es de US$100. Y la de pollo, entre US$1.000 y US$2.000. ¿Qué es el pollo? Maíz, un poco de tiempo y algo de inversión”, explica (ver página 12).
Abeceb subraya que también existe la posibilidad de incrementar las exportaciones de carnes: “Podrían duplicarse en pocos años si se liberan las restricciones. La demanda mundial se mantiene firme y los precios también”. Con respecto a la producción de granos (en especial el trigo), la Argentina podría expandir el área sembrada de 3,7 millones de hectáreas –el promedio de las últimas cuatro temporadas– a 6 millones. Y, por otro lado, existe en el país una “gran capacidad de molienda, lo que permitirá agregar valor a la soja y el trigo, produciendo harina y aceite”.
La industria automotriz no es ajena a la agroindustria. En la última década, el sector lideró el crecimiento industrial del país. Pero además, por razones de escala, tradición, topografía y especialización, la Argentina ya se consolidó como uno de los principales polos productores y de consumo de pick-ups.
ANDO, RODANDOEn una movida liderada por Toyota (Hilux), Ford (Ranger) y Volkswagen (Amarok), las camionetas livianas pasaron a representar el 30% de la fabricación y las ventas de rodados. En 2014, la Hilux fue el segundo modelo más vendido.
A pesar de la desaceleración local y la de Brasil (el principal comprador), la industria tiene buenos pronósticos. “Se espera que los volúmenes de producción se aproximen a las 850.000 unidades de aquí a los próximos 5 años”, señala abeceb. Mariano Lamothe, gerente de análisis económico de esa consultora, estima un piso de 610.000 y un techo de 910.000 vehículos, según dos factores: la evolución de Brasil y lo que ocurra con el mercado doméstico.
La fabricación de pick-ups tiene especial importancia ya que varias marcas tratan de aprovechar el enorme entramado de autopartistas y proveedores especializados en camionetas livianas. Toyota está ampliando su planta para alcanzar las 140.000 unidades. La alianza Nissan, Mercedes-Benz y Renault anunció un plan de inversiones por US$600 millones para empezar a producirlas a partir de 2017. El caso de Mercedes-Benz merece destacarse: es la primera marca premium en ingresar a la categoría.
La industria automotriz acelera, pero tiene el tanque semivacío. La cuestión energética ofrece dos caras: por un lado, entre 2004 y 2014 la producción de petróleo y gas se contrajo 21% y la demanda aumentó a una tasa anual de 2,7%, por lo cual la Argentina perdió el autoabastecimiento en 2011. El año pasado, el déficit en la balanza energética alcanzó los US$6.198 millones, aunque por la caída de los precios internacionales ese déficit podría reducirse hasta US$3.500 millones este año.
¿UNA VACA LECHERA?La mayor apuesta del país son las energías no convencionales, sobre todo Vaca Muerta, un área repleta de shale oil y, sobre todo, de shale gas. Abeceb cree que es posible recuperar el autoabastecimiento, pero que eso demoraría entre 8 y 10 años. En ese lapso, “la producción de crudo podría crecer un 40% y la de gas, 27%. En ambos casos, el mayor impulso provendría de la explotación no convencional”.
La consultora calcula que entre 2016 y 2023 se requerirá invertir “más de US$88.000 millones, dos tercios de los cuales deberían volcarse a la producción no convencional”. Para no depender de las importaciones energéticas, entonces, hacen falta US$11.000 millones por año y el esfuerzo estatal y privado, en forma mancomunada.
El problema es el precio del petróleo. Con el precio actual del barril a US$43, la balanza energética del país mejora, pero la explotación de Vaca Muerta resulta inviable, coinciden los expertos. Igual, muchos creen que la tendencia cambiará: “Hoy el precio está muy bajo, pero en algún momento la tendencia cambiará”, explican los consultores especializados. Unas 20 petroleras, con YPF a la cabeza, perforan y en algunos casos explotan el área que promete devolver la independencia energética al país. La tarea no es sencilla.
El geólogo y titular de la consultora Oleum Petrum, Luis Stinco, señala que el costo de un pozo de shale oscila entre US$6 y US$8 millones, el triple de uno convencional. “Igual, Vaca Muerta es rentable a mediano y largo plazo. Y su explotación implica otras cosas, más allá de la rentabilidad puntual, como la creación de fuentes de trabajo calificados e intensivos, el desarrollo de zonas despobladas y el derrame hacia otras actividades”, dijo. Para Stinco, “Vaca Muerta es la enorme posibilidad de recuperar parte de nuestra historia petrolera”.
DEL HOMO SAPIENS AL “HOMO BIT”La industria del conocimiento concentra dos sectores de enorme potencial y que en algún punto resultan complementarios: el software y la exportación de servicios. En ambos casos, la Argentina tiene más calidad que cantidad. “En 2014 quedaron 5.000 puestos de trabajo sin cubrir”, se lamenta José María Louzao, titular de la CESSI, la cámara más representativa del sector. Desde hace años, factorías y desarrolladoras de programas informáticos advierten que la escasez de talento es un techo difícil de atravesar. “Sin ese limitante hubiésemos crecido muchísimo más”, dijo Louzeao.
En el negocio del software global faltan, sobre todo, ingenieros y técnicos especializados en el arte de la programación. Según un relevamiento de la CESSI, el parque de empresas pasó de 1.852 a 4.288, lo que representa un crecimiento de 132%. Hoy, el sector contabiliza 77.400 empleados, casi cuatro veces más que en 2003. Y se incrementaron las ventas internas medidas en dólares (235%), y las exportaciones (424%). “En la Argentina, la inversión promedio en I+D es del 0,8% del PBI. En nuestra industria es entre el 5 y 6%, casi tanto como en los países desarrollados”, sentencia Louzeau.
La ampliación de la infraestructura global de las telecomunicaciones originó el negocio de ofrecer diferentes servicios basados en el conocimiento desde la Argentina, un negocio cuya facturación anual ronda los US$5.800 millones anuales, lo que lo posiciona como el tercer rubro exportador, detrás de la agroindustria y el automotor, según indica un relevamiento de Argencon, la cámara sectorial.
En esta liga juegan varias multinacionales de la consultoría, como Accenture, IBM y EDS (que pertenece al grupo de Hewlett-Packard), y el negocio consiste en ofrecer al mundo contadores, ingenieros, administradores de empresas, licenciados de todo tipo y hasta psicólogos a todo el mundo. Argencon estima que el sector triplicará la facturación en la próxima década.