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domingo, 15 de diciembre de 2019

El cambio estructural y la complejidad productiva: Chile vs Corea del Sur

Transformación estructural: un nuevo horizonte económico

La Tercera

Por César Hidalgo



Si la economía chilena fuese un poeta, sería uno que conoce pocas palabras. Estas palabras le permitirían describir cómo extraer minerales o administrar supermercados, pero no cómo diseñar aeroplanos, videojuegos o medicamentos. En esta analogía, los países desarrollados son poetas con vocabularios amplios. Poetas capaces de escribir sonetos simples, pero también poemas épicos. ¿Podemos usar esta oportunidad para expandir nuestro vocabulario? ¿Para entrar a los sectores que le permitirán a la economía chilena generar los trabajos dignos que requiere?

Si la economía chilena fuese un poeta, sería uno que conoce pocas palabras. Estas palabras le permitirían describir cómo extraer minerales o administrar supermercados, pero no cómo diseñar aeroplanos, videojuegos o medicamentos. En esta analogía, los países desarrollados son poetas con vocabularios amplios. Poetas capaces de escribir sonetos simples, pero también poemas épicos. ¿Podemos usar esta oportunidad para expandir nuestro vocabulario? ¿Para entrar a los sectores que le permitirán a la economía chilena generar los trabajos dignos que requiere?

Dignidad, desigualdad y meritocracia son tres conceptos que la población ha repetido innumerables veces durante esta crisis. El descontento ciudadano, sin embargo, no emana solo de una clase política desprestigiada o un Estado ineficaz, sino que también de una economía primitiva y estática, concentrada en pocos sectores y pocas manos. Esta crisis nos obliga a repensar la economía chilena. Por un lado, necesitamos financiar la agenda social que Chile requiere. Por el otro, necesitamos una economía que sea digna de manera orgánica.

En los estudios de desarrollo económico la noción de que las economías cambian lo que hacen se conoce como transformación estructural. Esta idea no es nueva. Pero en los últimos 15 años ha cambiado mucho.

Gracias a nuevos datasets, la transformación estructural ya no se limita a estudiar el paso de las economías de las materias primas a la manufactura y los servicios. Hoy, el estudio de la transformación estructural se nutre de datos de comercio, industria y empleo, que permiten analizar estas transformaciones usando millones de datos y miles de categorías. Esta revolución, similar a la invención de un microscopio o telescopio, permite entender de manera más profunda y detallada los horizontes económicos y cómo los países llegan a ellos.

Dos conceptos claves en la nueva literatura del desarrollo son las ideas de la “complejidad económica” y el “espacio de productos”. Ambos explican la riqueza o el estancamiento de las economías. Llevados a los datos, estos conceptos muestran que Chile necesitará entrar a nuevos sectores si quiere alcanzar el desarrollo. En lenguaje técnico, Chile debe acelerar su transformación estructural. En la analogía del poeta, Chile necesita nuevas palabras.

La complejidad económica no se pregunta qué tan rico eres o cuánto “valor” agregas, como lo hace el PIB. Se pregunta “qué haces” y “qué tan difícil es hacerlo”. Los líderes mundiales en complejidad económica son Japón, Suiza, Alemania, Singapur, Suecia y Corea del Sur. Esta lista es muy distinta a la de líderes mundiales en PIB per cápita, que incluye en su top 10 a Singapur y Suiza, pero también a Qatar, Macao, Brunei, los Emiratos Árabes y Kuwait.

La complejidad económica es un nuevo horizonte de desarrollo, distinto al PIB, y mas importante en la etapa de desarrollo en la que estamos entrando. En Chile, no queremos ser ricos como Qatar o Kuwait, sino que como Singapur o Suiza. Este tipo de economía permite crear una clase media amplia, trabajando en labores creativas y productivas a un alto nivel de destreza y calidad. Las economías complejas son las que alcanzan de manera simultánea la riqueza, la baja desigualdad y las instituciones inclusivas que añoramos en Chile. Las economías que son ricas, pero de baja complejidad, tienden a tener instituciones extractivas y están caracterizadas por grandes desigualdades. La riqueza no resuelve tantos problemas como los que resuelve la complejidad.

La complejidad económica es fuertemente predictiva del crecimiento económico, especialmente a mediano plazo (10 a 20 años). Esto es porque las economías “convergen” al nivel de ingreso de las economías con las que son capaces de competir. En el año 70, Corea del Sur tenía un ingreso per cápita que era menos de un tercio del chileno. En ese mismo año, Corea rankeaba 29 en complejidad económica, cerca de Portugal, Israel y Polonia. En el mismo año, Chile rankeaba 59, cerca de República Dominicana y Vietnam. Eso ya implicaba un salto de Corea sobre Chile.

Desde los años 70, las economías de Chile y Corea han cambiado mucho (Ver página 40). Corea ahora tiene un ingreso per cápita que es más o menos el doble del chileno. Pero la brecha en complejidad también ha crecido. Hoy en día, Corea rankea sexta en complejidad económica, mientras que Chile rankea 61, un lugar similar al que tenía en 1970.

Para entender la brecha en complejidad económica podemos usar el concepto del espacio de productos. El espacio de productos es una herramienta que explica los procesos de transformación estructural y el aumento de la complejidad. Es una técnica que se pregunta, dado lo que una economía ya sabe hacer, qué otras cosas le saldría fácil producir.

En el “espacio de productos” los nodos representan productos, como las camisas o el trigo (ver página 40). Las camisas -por ejemplo- están conectadas a las blusas, abrigos, pantalones y calzoncillos, porque estos son productos relacionados: productos que requieren capacidades y conocimientos similares. El espacio de productos predice que los países que ya exportan blusas, abrigos y pantalones, tienen una mayor probabilidad de entrar a exportar camisetas que los países que no exportan productos relacionados.

En promedio, los países tienden a entrar en productos que están conectados a los productos que ya hacen. Esto hace del espacio de productos una especie de “oráculo,” al que tú le cuentas qué haces y te dice qué es lo más probable que comenzarás a hacer.

Durante la ultima década, una seguidilla de artículos académicos ha generalizado la idea del espacio de productos a una “ley” económica. Estos artículos han documentado el mismo fenómeno para distintas actividades económicas (e.g. industrias, empleo) y escalas espaciales (e.g. ciudades, regiones). En el 2018, publicamos un artículo con varios colegas, incluyendo destacados economistas, como Edward Glaeser, de Harvard; Scott Stern, de MIT, y Maryann Feldman, de UNC, postulando este fenómeno como un principio económico. Una “ley” estadística del desarrollo económico que acuñamos como “el principio del relacionamiento (principle of relatedness)”.

Este principio nos ayuda a entender la creciente brecha entre Corea y Chile. En los años 70, Corea no solo tenía una complejidad económica mayor a la de Chile, también estaba posicionada mejor en el espacio de productos. Corea exportaba productos que conducían a este país hacia nuevos caminos, como productos electrónicos y maquinaria. Chile estaba posicionado en la periferia de este espacio de conocimiento productivo. Corea no solo tenía superioridad en complejidad económica, sino que también tenía más potencial para hacer crecer su complejidad.

Aun así, esta no es una historia de determinismo económico. Por el contrario, la transformación estructural de países como Corea o Singapur no resultó solamente de las fuerzas del mercado, sino que incluyó también un trabajo coordinado entre gobiernos y empresarios orientado a la apertura de nuevos sectores y mercados.

Una de las historias mas folclóricas es la de Samsung, que parte en los años 30 como una empresa de abarrotes. En los 60, Samsung se da cuenta de que los transistores eran el arroz del futuro, como me contó Ryan Cho, un amigo del gobierno coreano que trabaja promoviendo la ciencia y la tecnología. Corea es uno de los países que más invierten en ciencia y tecnología, con una inversión mayor al 4% del PIB. ¡Esto es 1.000% más de lo que invierte Chile!

Otras historias incluyen el desarrollo del sector automotriz. Kia fue de fabricar bicicletas, a motocicletas y automóviles. Hyundai recibió apoyo del gobierno durante los 70 y 80 para crear las distintas partes del ecosistema automotriz. Más recientemente, esos esfuerzos se han orientado en sectores como la electrónica. Aquí hay historias interesantes, como la guerra del cristal líquido. De hecho, a finales de los 90, Corea decide arrebatarles el mercado de los monitores de cristal líquido a Japón. Para lograr esto, apuesta a saltarse una generación tecnológica.

Lo que hay que entender aquí es que las tecnologías como el cristal líquido se producen a través de procesos que cambian, dando paso a “generaciones” discretas. Cada generación puede producir pantallas más grandes y baratas, pero solo luego de escalar una curva de aprendizaje. Por lo que, en el corto plazo, las tecnologías nuevas producen pérdidas. Pero en el largo plazo, superan a las generaciones anteriores (si sobreviven).

Saltarse una generación no es trivial. La industria entera puede quebrar si es que no escala la curva de aprendizaje lo suficientemente rápido. Es por eso que estos saltos estratégicos requieren la coordinación y el apoyo de actores públicos y privados. En el caso de Corea, hay que entender que ganar la batalla tecnológica no era solo un objetivo para algunas empresas, sino que para el país.

Durante los últimos 50 años, el desarrollo de Chile también fue limitado por la estructura del espacio de productos. Fuimos de exportar pescado congelado a pescado fresco. De frutas a jugo y mermeladas. Son famosos los salmones, los kiwis y los arándanos. Pero esos saltitos no movieron la aguja de la complejidad económica. Seguimos en la medianía de la tabla, cerca del lugar 60. Fuimos capaces de mover la barra en el PIB, pero no la de la complejidad necesaria para crearlo. Ahora, le pedimos más al mismo modelo. Un modelo que ya no tiene por dónde más dar.

¿En qué fallamos? Por un lado, Chile ha tenido algunos esfuerzos estratégicos. Corfo es una agencia reconocida en la región por sus proyectos en sectores tecnológicos y culturales. Pero, por otro lado, tenemos 50 años de gobiernos mezquinos en su apoyo a la ciencia y la tecnología, un sector privado extremadamente conservador, y una población muy desinformada sobre los procesos de desarrollo económico. En Chile, uno levanta una piedra y encuentra a alguien pontificando la idea de agregarles valor a las materias primas, como si Corea hubiese entrado al sector automotriz porque tenía mucho petróleo y mineral de hierro. El desarrollo funciona siguiendo los caminos del conocimiento, no el de los átomos, porque los átomos son más fáciles de mover. Por algo Corea, y no Chile, es uno de los líderes mundiales en baterías eléctricas. El litio, que tiene un mercado global más pequeño (US$ 1,14 MM ) que el de las guindas (US$ 2,45 MM)), no es el factor limitante. El conocimiento y la coordinación entre las empresas y el gobierno lo es.

¿Podrá Chile empezar un camino de transformación estructural? ¿Podremos poner la complejidad económica como un objetivo? ¿Desarrollará la élite económica una idea de impacto que la lleve a apoyar actividades creativas? ¿Liderarán la transformación estructural con sus proyectos e inversiones? ¿O seguirán con la misma historia, de que “si pongo dinero en esta mina, o en esta termoeléctrica,” tengo un mejor retorno (aunque sin desarrollo ni gloria)?

De hecho, la complejidad económica no solo ayuda a predecir el crecimiento económico. También explica variaciones en los niveles de desigualdad de los países. Los datos dicen que es muy improbable tener la desigualdad de Suecia o Suiza con la estructura productiva de Chile o Perú (eso no ocurre). La redistribución a partir del Estado es importante. Pero no puede levantar todo el peso de la desigualdad. La mejor manera de redistribuir es con mejores empleos, como los que demandan los sectores más complejos de la economía global. Sin la transformación estructural, cualquier esfuerzo de redistribución, que se base solo en lo político, será insuficiente.

¿Se transformará el gobierno chileno en un gobierno emprendedor? ¿O seguirá creyendo que el mercado resuelve los problemas de los sectores que aún no están, incluso cuando estos requieren capacidades estratégicas que son difíciles de acumular?

¿Seguirá la población chilena aferrada a la idea de que la riqueza esta en la tierra? ¿O llegaremos a entender que proviene del conocimiento? ¿Lograremos generar una cultura que promueva la creatividad y la innovación? ¿O seguiremos siendo importadores de cultura y tecnología, chaqueteando a los innovadores y admirando lo extranjero, como nos recuerdan las canciones de los Prisioneros?

En la última década hemos aprendido mucho sobre cómo funcionan los procesos de transformación estructural. Con la complejidad económica tenemos mejores metas. Con el espacio de productos, tenemos una idea de qué tan difícil es alcanzarlas. Ahora todo depende de nosotros. No arruinemos esta oportunidad. Que este siglo nuestra historia sea distinta. Estamos aún a tiempo.

viernes, 12 de enero de 2018

Corea del Sur, el ejemplo más antiperonista del Mundo

El milagro de Corea del Sur: de ser más pobre que Ghana a superar a España

Vicente Nieves || El Economista



  • La apertura comercial permitió importar bienes intermedios baratos
  • El Gobierno protegió a industrias clave que estaban en pleno crecimiento
  • Se crearon grandes conglomerados que han llegado a ser muy competitivos


Corea del Sur está a punto de superar la barrera de los 30.000 dólares de renta per cápita, un nivel de ingresos que el consenso de los economistas califica de economía absolutamente desarrollada. El camino ha sido duro y bacheado (como la crisis de 1997), pero en pocas décadas, Corea del Sur ha pasado de ser uno de los países más pobres del mundo a formar parte del club de las economías más avanzadas y superar incluso a España.

Los economistas de Goldman Sachs Group pronostican que Corea del Sur superará el umbral de los 30.000 dólares (PIB a precios corrientes) el próximo año, siempre y cuando el crecimiento económico supere el 3% y el won coreano no se deprecie frente al dólar. No obstante, si el PIB per cápita se analiza en paridad de poder adquisitivo (PPA), es decir, eliminando las diferencias en los niveles de precios vigentes en los diferentes países, Corea del Sur ha superado hace años esa barrera como se puede observar en el gráfico.



¿Cuáles han sido las claves?

Sin duda, la historia económica reciente de este país ha sido uno de los grandes éxitos de las últimas décadas. Nathaniel Lane, investigador del Massachusetts Institute of Technology (MIT), destaca en el trabajo Manufacturing Revolutions que en 1957, Ghana y Corea del Sur presentaban unos ingresos per cápita similares, sin embargo en la actualidad la diferencia entre ambas naciones es abismal, al menos en términos de renta y estándar de vida.

En los años 60, Corea era un país corrupto, inestable y dependiente de las ayudas de Occidente. A pesar de ello, en poco más de veinte años, "la República de Corea experimentó una transformación industrial que a los países occidentales les había llevado alrededor de 100 años", destaca Lane.

Una serie de decisiones políticas encaminadas a proteger industrias clave, un fuerte aperturismo al comercio internacional en otros sectores y una mejora de la educación han sido los pilares del fuerte desarrollo experimentado por este país. Todas estas medidas estuvieron impulsadas por el General Park Chung-Hee y sus hombres de confianza y tenían como objetivo convertir a Corea del Sur en una economía exportadora.

Lane sostiene que las políticas para proteger a la naciente industria química e industria pesada durante unos seis años fueron fundamentales. "Corea copió esta política de Japón, mientras que hoy países como Taiwán persiguen estrategias similares".

Park y las entidades financieras del país controladas por el régimen concedieron grandes cantidades de crédito a las industrias del acero, petroquímicos, automóviles, máquinas pesadas, electrónica y construcción naval. Por otro lado, se redujeron drásticamente las barreras a la importación de bienes que eran necesarios para que estos sectores fabricasen sus productos y maquinaria. Es más, en algunos casos hasta se llegaron a implantar subsidios para la importación de inputs intermedios en el proceso de producción de las industrias clave.

Con este tipo de políticas en marcha, los chaebol (grandes conglomerados empresariales de Corea del Sur), comenzaron a crecer con intensidad. Estas empresas se convirtieron en claras dominantes de la economía coreana, siendo así las más capacitadas para realizar inversiones masivas en capital (maquinaria, tecnología, factorías...) e innovar.

Sin embargo, las industrias o sectores que no fueron considerados como 'clave' para el régimen sufrieron un fuerte aumento de la competencia exterior por el fomento de las importaciones de ciertos bienes y por efecto crowding out, ante la asignación de una gran parte de los recursos financieros a las empresas o sectores más importantes.

Una empresa grande, eficiente y que invierte en capital cuenta con los ingredientes perfectos para ser productiva y ganar cuota de mercado. De este modo, las exportaciones de Corea del Sur pasaron de representar un 2% del PIB en 1962 a suponer el 30% en 1980, según relataban Michelle Connolly, de la Universidad de Duke y Kei-Mu Yi, investigador de la Reserva Federal de Philadelphia.


Apertura al exterior

El trabajo de estos expertos analizaba el milagro de Corea desde la perspectiva del comercio internacional. Este país pasó en un abrir y cerrar de ojos de la agricultura de subsistencia a un modelo completamente industrial. En 1960, sólo el 35% de las mercancías que se exportaban eran bienes manufacturados, mientras que en 1995 la cifra ya era del 96,9%.

"El General Park sabía que Corea tenía que comenzar su carrera exportando, y supo reconocer que el país tenía pocos recursos naturales. Como consecuencia, la política comercial cambió para centrarse en la expansión de las exportaciones", explican los expertos.

En pocos años, el país adoptó 38 políticas centradas en promover las exportaciones, entre las que cabe destacar la eliminación de aranceles para bienes intermedios de producción y bienes de capital, pero sólo para las importaciones que se fuesen a usar para producir bienes que se fueran a exportar.

El fin de los aranceles y el crédito permitió a las empresas coreanas acumular capital (maquinaria, tecnología, factorías...), lo que a su vez incrementó la productividad de los sectores clave. Por otro lado, las reducciones arancelarias a nivel mundial en la Ronda Kennedy (1967) y en la Ronda de Tokio (1973), dentro de las rondas del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio), permitieron que los bienes producidos en Corea tuviesen mayor penetración en los países desarrollados. Hoy, las exportaciones de Corea suponen más de un 40% del PIB, habiendo superado el 50% en 2012.

Los ansiados 30.000 dólares

Bajo este contexto y volviendo a los datos de PIB per cápita, superar los 30.000 dólares marcaría un nuevo hito en el rápido desarrollo económico de Corea del Sur. La renta per cápita del país asiático superó por primera vez los 10.000 dólares en 1994 y los 20.000 dólares en 2006. El año pasado la renta per cápita media alcanzó los 27.561 dólares.

De conseguirlo, Corea lograría superar la barrera de los 30.000 dólares, adelantando a España y saliendo del grupo de países que se mueven en el rango de los 20.000-30.000 dólares per cápita, en un periodo de tiempo récord para un país que se encontraba hace poco más de 35 años en la extrema pobreza.

Eliminando el efecto distorsionador de los precios, la tendencia es también asombrosa. En 1970, la renta per cápita en PPA en Corea del Sur era de 2.496 dólares, mientras que la de España era de 13.891 dólares. En 2016, este mismo indicador es de 35.000 dólares en Corea y de 32.796 en España.

jueves, 22 de septiembre de 2016

La trampa (del ingreso medio) del desarrollo argentino

La trampa del desarrollo argentino
Si queremos crecer sin afectar las metas de inclusión, empleo de calidad y federalismo, tenemos que encontrar algo para venderle al mundo más allá de granos y autos a Brasil

Eduardo Levy Yeyati
PARA LA NACION


Crecimiento inclusivo y federal, aumento de productividad, empleo de calidad bien remunerado son todas buenas consignas. Pero al bajar esa estrategia a la práctica notamos que estos objetivos no siempre van de la mano.

Aumentar la productividad implica producir más con menos recursos, incluyendo menos empleo. Federalizar implica mejorar la conectividad y favorecer actividades diseminadas, priorizando la geografía por sobre las ventajas competitivas.


Por otro lado, crecimiento no siempre implica inclusión: la Argentina es un país rico en recursos naturales donde varios de los sectores con mayor potencial de crecimiento, desde el campo a las energías renovables, generan poco empleo. Y la inclusión exige aceptar y trabajar con la fuerza laboral que tenemos.


Foto: Huadi
Si la meta a futuro es crear empleo de calidad con salarios altos (¿quién se opondría a esto?), hoy nuestros trabajadores son mayoritariamente de calificación media y baja (sólo como referencia, apenas el 16% tiene terciario completo) y la calidad educativa de los últimos años sugiere que los nuevos trabajadores no elevarán mucho el promedio actual. Es natural entonces que tengamos un déficit de ingenieros y un superávit de albañiles.


Por eso, si bien la demanda de trabajo calificado es crucial para agregar valor e incentivar la educación, difícilmente resuelva en lo inmediato el problema del empleo y del ingreso, porque la mayor parte del desempleo en la Argentina es trabajo no calificado.

Muchas veces tenemos la tentación de reconciliar estas tensiones entre el futuro deseado y el presente heredado recurriendo a modelos externos. Este "desarrollo por analogía" presume que lo que falló fueron nuestras políticas: si otros partieron de condiciones similares y tuvieron éxito, basta con imitarlos.



Pero la Argentina es el caso paradigmático de la "trampa del ingreso medio" -un trastorno definido, un poco circularmente, como el estancamiento de los países de ingresos medios en su camino al desarrollo. El dato a tener en cuenta es que, al menos por el momento, no hay precedentes de países medianos que hayan sorteado esta trampa sin ayuda externa.

Un trabajo reciente del Banco Mundial lista las economías que pasaron de ingresos medios, en 1960, a ingresos altos en 2010: tres islas industriales (Taiwán, Hong Kong y Singapur), una isla turística (Mauricio), un país desarrollado transitoriamente empobrecido por la guerra (Japón), las economías de la crisis europea (España, Grecia, Irlanda, Portugal) y Corea.

El caso de Corea, en apariencia el más cercano, muestra los límites del desarrollo por analogía: su industrialización temprana comienza en la posguerra bajo una dictadura, con bajos niveles de ingreso y condiciones laborales que en la Argentina ya eran inaceptables a fines de los años 40. Corea eludió la trampa del ingreso medio con el envión de un crecimiento acelerado desde muy abajo, que precedió a las demandas sociales de un país de clase media. Pero cuando estas demandas preceden al desarrollo, el atajo coreano deja de ser viable y los países se quedan "a medio camino" (como resumen Alejandro Foxley y Fernando Henrique Cardoso los casos de Brasil y Chile, que hoy enfrentan el mismo problema).

Pensar nuestro déficit de desarrollo de este modo también pone en duda el popular atajo australiano: invirtiendo el argumento, podríamos decir que Australia eludió la trampa del ingreso medio porque partió de ingresos altos. (Por si esto no fuera suficiente, en sus trabajos Pablo Gerchunoff aporta otros aspectos diferenciadores: recursos naturales por habitante más generosos que los nuestros, un nivel de educación históricamente más elevado, cercanía a los grandes mercados asiáticos en crecimiento y un financiamiento externo "garantizado" por el Commonwealth y la Guerra Fría que explica décadas de déficit externo sin crisis.)

Pensar nuestro desarrollo frustrado en estos términos modifica diametralmente el diagnóstico y la terapia. No fueron (sólo) las malas políticas ni fuimos (sólo) nosotros: las políticas, malas o no, reflejan las demandas de los votantes. Acá y en el resto de los muchos países atrapados en esta escala intermedia.

Y, dado que no hay precedentes exitosos, no hay modelos a imitar.

El objetivo modesto de crecer entre 3% y 4% en los próximos 15 años es un desafío si partimos de que la Argentina creció en promedio 2,7% en los últimos 15 años y 2,3% desde 1983. Si queremos crecer de manera sostenida sin contraponer las metas de inclusión, aumento de productividad, empleo de calidad y federalismo, tenemos que encontrar algo para vender al mundo más allá de granos y autos a Brasil. En este frente, dos ejemplos de encadenamientos productivos señalan el camino.

Foxley, en su libro de 2012 sobre la trampa de ingresos medios, rescata a Finlandia como ejemplo de fuga hacia adelante. Finlandia es también el ejemplo preferido de Ricardo Hausmann para ilustrar el proceso de encadenamiento de materias primas a industrias de alto valor: Finlandia pasó de talar bosques a diseñar cortadoras; de ahí, a diseñar maquinarias de precisión, y de ahí, a diseñar Nokia. Un encadenamiento lateral no muy distinto del que, más cerca de casa, fue de la soja a la maquinaria agrícola.

A este "modelo Nokia" podríamos sumarle un "modelo Malbec" siguiendo el ejemplo de nuestros vinos (que a su vez siguieron el ejemplo del Cabernet de Napa Valley o el Syrah australiano). De la uva a granel al vino, del vino al varietal local, del varietal local a la marca global. En la misma línea, tanto la certificación de alimentos orgánicos como la comercialización de las bondades bioeconómicas de la siembra directa (en granos y en máquinas) son modos inteligentes de "industrializar" nuestros recursos naturales y contribuir al supermercado premium del mundo desarrollado.

Lo mismo aplica a nuestras industrias culturales o educativas. O al turismo receptivo, esa mina de oro que, aún inexplotada, ya exporta US$ 5 mil millones. LGBT, medicinal, de adultos mayores, ecológico y de aventura, el turismo es la industria ideal para resolver el descalce entre oferta y demanda de empleo, porque satisface tres condiciones clave para la inclusión: demanda mano de obra de poca calificación, baja especificidad y, si abaratamos el transporte, regionalmente equilibrada.

Venderles Malbec a los chinos, alimentos orgánicos, a los norteamericanos o turismo aventura, a los alemanes es un buen comienzo para encontrarle la vuelta a la trampa de ingresos medios en la que estamos varadas hace casi un siglo. Una cosa es segura: si logramos salir, no será con un modelo genérico sino con una receta propia.

martes, 21 de abril de 2015

Corea del Sur se acerca, orgullosa y trabajosamente, a Francia

En 2020, los surcoreanos tendrán un mejor nivel de vida de los franceses
Escrito por Matt Phillips - Quartz




Vale la pena celebrar. (Reuters / Kim Hong-Ji)

Muchos coreanos tienen una afinidad por lo francés. A saber, los alimentos horneados franceses. Sea testigo de la aparición de cadena de panaderías Paris Baguette de Corea, que pretende convertirse en el McDonalds de panaderías de estilo francés. (Los franceses no aprueban.) Tenga en cuenta que incluso en medio de una hambruna generalizada en Corea del Norte, las élites no están tratando desesperadamente de encontrar la manera de tener en sus manos una buena baguette.
En cualquier caso, si una guerra de ofertas baguette mundial estalla, los surcoreanos están cada vez mejor situada para competir.
En Corea del Sur, el PIB-una galgo en términos de crecimiento de niveles de vida per cápita- ha ido ganando terreno en lo que tradicionalmente han sido algunos de los países más ricos del mundo. PIB de Corea del Sur per cápita se ha más que duplicado desde el final del siglo 20, a $ 35.277 el año pasado, ajustado por paridad de poder adquisitivo. En un reciente análisis, los analistas de Moody previeron que el PIB de Corea del Sur por habitante se va a incrementar a 46,980 dólares en términos de PPA en 2020, situándola por encima del PIB pronosticado de Francia per cápita de $ 45.887 mil.



Es difícil exagerar el logro notable que representan esto. A raíz de la guerra de Corea, Corea del Sur era una de las naciones más pobres del planeta. Su ingreso per cápita en ese momento estaba a la par con algunos de los países más empobrecidos de África Subsahariana. Era pobre en recursos, sin apenas riqueza mineral de la que hablar. Pero bajo el liderazgo autoritario del General Park Chung-hee, que dirigía el país tras el golpe de 1961 hasta su asesinato en 1979, el país industrializado a una velocidad vertiginosa, enfocándose intensamente en sectores en los que el país poco antes tenían que sin experiencia, tales como acero, la construcción naval y la electrónica.

Por qué funcionó es una historia compleja de circunstancias, el tiempo, la industria dirigida por el Estado, y trabajando muy duro. Los lazos de Corea del Sur con los Estados Unidos, que ocuparon el país después de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra de Corea, bombearon miles de millones en dinero en efectivo en el país, proporcionando un flujo útil del capital. La devastación masiva de la guerra sentó las bases para años de crecimiento superior a la tendencia después, ya que el país fue reconstruido edificio por edificio. Las políticas proteccionistas escudaron a los grandes conglomerados industriales, los chaebols, a la que el gobierno canalizó un flujo de préstamos a bajo interés. Y las leyes laborales represivas mantuvieron salarios baratos, lo que permitió un auge exportador.
En La ventaja de competitividad de las naciones, el gurú de la competitividad de la Harvard Business School Michael Porter escribió de Corea de que "todo el mundo tenía que empezar de cero, motivados por un sentido de crisis, un resentimiento persistente de los japoneses, y la sensación de que no había nada que perder. El espíritu competitivo que ha resultado es quizás la mayor fuente de ventaja de que empresas coreanas han poseído ".
La competitividad implacable también parece llevar algunos costos pesados. Los niños en edad escolar en apuros de Corea alinean constantemente entre el mundo menos feliz. Las tasas de Corea del consumo de licor y el suicidio han estado rutinariamente entre los más altas del mundo.
En parte debido a todo el estrés, las tasas de natalidad han derrumbado y la población está envejeciendo rápidamente. De hecho, para el milagro económico de Corea para continuar, el país necesita niños. Y para que eso suceda, Corea puede tener que mirar más allá de baguettes a otros elementos de la cultura francesa, como una red de seguridad social, de clase mundial, lo que ha ayudado a poner las tasas de natalidad franceses entre algunos de los más altos del mundo desarrollado.

viernes, 30 de agosto de 2013

El ocio no hace a la felicidad, en Corea del Sur

Estudio: Menos tiempo en la oficina no le hace feliz a la gente
El acortamiento de la semana laboral no mejoró trabajo de las personas o de satisfacción con la vida.
JULIE BECK



Problema: El trabajo te hace miserable. Su jefe es un poco mezquino con una corbata con un clip y un tostado frotado y lo tiene corriendo alrededor de la oficina como un perro alrededor de un laburo. Sus compañeros de trabajo dicen sin ironía cosas como "día de joda" y "trabajo duro, o apenas trabajo?" Si pudieras pasar unos menos horas por semana mirando el gris, paredes tristes de su cubículo y un par de horas con las personas que amor, o, finalmente, a tomar clases de claqué, serías feliz.

En el Journal of Happiness Studies, Robert Rudolf de la Universidad de Corea en Seúl, examinó los efectos de la reforma laboral de cinco días de Corea, cuando Corea del Sur instituyó una política para eliminar los sábados de la semana de trabajo y reducir las horas de trabajo 44 a 40 a la semana.

Metodología: La política laboral de cinco días se llevó a cabo en 2004, este estudio analiza los datos del Trabajo de Corea anual y Estudio de Panel de ingresos para 1998 y 2008, en la satisfacción laboral y la satisfacción con la vida de los trabajadores y sus familias. Antes de 2004, la mayoría de las personas que trabajaban estaban en sus puestos de trabajo 41 o más horas a la semana, con un número significativo de trabajo más de 60 horas a la semana. Después de 2004, la mayoría de las personas estaban trabajando entre 41 y 50 horas a la semana-el número de trabajo más de 60 horas a la semana reduce en un 4,8 por ciento para las mujeres y un 7,9 por ciento para los hombres.

Rudolf también tiene en cuenta el efecto de los roles de género en la felicidad. En Corea del Sur, las mujeres a menudo se quedan voluntariamente en casa en vez de ir al trabajo, y los hombres todavía se espera que sea el principal sostén económico, por lo que las mujeres tienden a ser más felices cuando no trabajan en absoluto que los hombres.

Resultados: La reforma laboral de cinco días de Corea dio lugar a una mayor satisfacción de las horas de trabajo, tanto para hombres y mujeres, lo que significa que se sentían mejor sobre el número de horas que trabajaban. Pero no eran en realidad más satisfechos con sus vidas o sus puestos de trabajo en general. Rudolf no encontró efectos significativos de la política sobre la vida o la satisfacción en el trabajo, y señaló "estos hallazgos probablemente no son lo que los legisladores habían propuesto en el diseño de la reforma." A por el esfuerzo, los reformadores, pero los seres humanos son más o menos decididos a ser infeliz no importa qué.

Implicaciones: Rudolf sugiere que tal vez los espíritus de los trabajadores están siendo aplastados en nuevas formas para compensar un menor número de horas de trabajo, como tener menos tiempo libre para vacaciones y días festivos, o se espera que trabajen con más intensidad cuando están en la oficina, lo que puede llevar al estrés, burnout y beber vino llorando debajo de su escritorio. Hubo algunas pruebas de que los trabajadores cuyas horas se redujeron habían aumentado la intensidad del trabajo, pero no lo suficiente para estar seguro de que era la causa de la infelicidad de todos continuada.

The Atlantic

viernes, 5 de julio de 2013

Los peores en la brecha salarial por género


Austria, Korea, Norway, the UK and the US are the worst countries for the gender wage gap

A closer look at education reveals unequal returns for men and women. Reuters/Jason Reed

The Organization for Economic Cooperation and Development on Tuesday dropped this enormous study on the economics of education around the world. Seriously, it’s 440 pages of data tables, charts, and graphics taking a look at the educational trends of the industrialized world. Want to know the proportion of Greece’s population over the age of 55 with at least a secondary education? It’s in there.
We didn’t read through the whole report. But on a skim, the following chart stood out. It shows, very clearly, the difference in economic outcomes for men and women obtaining the same level of education. As seen in the chart, the term “upper secondary or post-secondary non tertiary education” applies to a person with a high school diploma or with vocational training, ready to enter the workforce. What’s clear is that men with this level of education make a lot more money. (Men in Greece, Hungary, Italy, Poland, and Spain being an exception.)
On average across OECD countries, a woman can expect a net gain of [$]69,000 over her working life—about [$]30,000 less than a man. The gender gap in private net returns is particularly pronounced in Austria, Korea, Norway, the United Kingdom and the United States. The difference is largest in Korea, where gross earnings benefits for a man attaining an upper secondary or post-secondary non-tertiary education are around [$]250,000, but only [$]71,000 for a woman. The main reasons for this difference lie in differences in social transfers and unemployment costs between the two genders.
The same holds true of men and women holding college degrees. “Tertiary-educated women aged 55-64 can expect to earn 72 percent of what men of a similar age and education level earn,” the report states. Granted, education still is a great investment for women. It’s just that it is still a better one for men.
Private costs and benefits for men and women
Brian Resnick is an online editor at the National Journal. 
QZ

domingo, 2 de junio de 2013

Exportando desempleo en Malawi

Malawi se dedica a la exportación de los residentes locales

Los habitantes de Malawi
Foto: Mike Hutchings / Reuters

Malawi desea enviar a trabajar a Corea del Sur alrededor de cien mil habitantes. Así, según ha informado la BBC, en el país africano tiene previsto superar la alta tasa de desempleo entre los jóvenes.
Sin embargo, en Corea del Sur, como se ha señalado por Bloomberg, dijo que aún no se han recibido propuestas formales de Malawi. Al mismo tiempo en Corea añadió que funcionarios de África vinieron al país para discutir los problemas relacionados con el desempleo.
La intención de exportar a los jóvenes de edades comprendidas entre 18 y 25 años en Asia, BBC News ha confirmado el ministro de Trabajo y Malawi Makangala Eunice (Eunice Makangala). Hizo hincapié en que cree que este tipo de lucha contra el desempleo forma moderna de esclavitud. Añadió que egipcios, británicos, nigerianos e indios están trabajando en Malawi pero ninguno de ellos puede ser considerado como un esclavo.
Mientras tanto, el posible acuerdo Malawi y Corea del Sur ha provocado las críticas de la oposición en el país africano. Sus representantes han señalado que uno de los problemas de Malawi - la "fuga de cerebros" y los planes del gobierno conducirá al hecho de que este proceso se incrementará. En Corea del Sur, los migrantes potenciales recibirán educación y trabajarán en empleos mal pagados.
La tasa de desempleo en Malawi es difícil de evaluar debido a la falta de datos necesarios. Sin embargo, sabemos que después de graduarse de la escuela secundaria alrededor del 80 por ciento de los jóvenes no pueden encontrar trabajo. La población total en Malawi es de más de 16 millones de habitantes, de los cuales más de 20 por ciento entre las edades de 15 y 24 años. En este país una de las tasas de mortalidad infantil más altas del mundo (77 por mil).

Lenta