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lunes, 25 de febrero de 2019

La inviabilidad del estado argentino y su política asistencial

El Estado emite 18 millones de cheques al mes además de salarios del personal

Más del 60 por ciento del Presupuesto se destina a jubilaciones y planes sociales. Lo recibe el 40% de la población. La opinión de los especialistas y las reformas pendientes







Mariano Spezzapria | El Día
@mnspezzapria

¿Es viable un país cuyo Estado emite 18 millones de cheques al mes? ¿Esto es, que realiza transferencias directas de fondos al 40 por ciento de su población? La respuesta puede resultar inquietante, tanto como una pregunta derivada de la primera: ¿Qué sucedería si ese financiamiento público disminuyera sensiblemente, en un contexto de altos indicadores de pobreza y persistente inflación?

Los números son crudos: en la Argentina de 2019, más del 60 por ciento del Presupuesto nacional está destinado al pago de jubilaciones y al sostenimiento de los planes sociales. El sistema previsional cuenta con nueve millones de adultos mayores, mientras que la red de contención a los sectores más vulnerables incluye a otros ocho millones de beneficiaros. Además, el Estado financia un millón de pensiones, entre ellas las de invalidez y además deben contarse los fondos para el pago de salarios del personal que en el gobierno nacional son 350.000 personas pero sumados a los dependientes de provincia y municipios hacen un total de 3.500.000. Es decir que del sector público de la Argentina dependen más de 21.000.000 de hombres y mujeres. En el sector privado se desempeñan alrededor de ocho millones de argentinos y argentinas.

Asistencia alimentaria

A esto deben sumarse los programas de asistencia alimentaria que en nuestro país -y específicamente en la región del Conurbano de la Provincia- se complementan con aportes del Estado, las iglesias y organizaciones no gubernamentales. Expertos en el área social consultados por EL DIA estimaron que unas 8,5 millones de personas reciben al menos una vez por día una ración de comida que no pueden conseguir por medios propios.

Los números no cierran, en un doble sentido: por un lado, las arcas estatales conviven con un déficit estructural que provoca crisis recurrentes; por el otro, los sistemas previsional y de protección social requieren tanto dinero que no logran destinar ingresos dignos a los sectores más desprotegidos de la población. Por estos motivos es que empieza a discutirse la necesidad de introducir reformas de fondo en ambos sectores.

“Modelo agotado”

Daniel Arroyo, diputado nacional por la Provincia y especialista en el área, advierte sin medias tintas que “el modelo argentino de asistencia social está agotado”. Esa conclusión la saca en base a datos históricos: cita desde las Cajas PAN del alfonsinismo, los Planes Trabajar del menemismo (unos 100.000, financiados por el Banco Mundial), la masificación de los Jefes y Jefas de Hogar del duhaldismo (2,2 millones de beneficiarios) y la Asignación Universal por Hijo (AUH) del kirchnerismo, que cubre ahora a 4,5 millones de niños.

La curva ascendente de la ayuda social se mantiene en la actualidad, bajo la administración de Cambiemos. El ministro de Desarrollo bonaerense, Santiago López Medrano, justifica esa tendencia en diálogo con este diario: “No importa si el tren para en la estación, igual hay mucha gente que no puede subir”, grafica el funcionario. Aunque admite: “Hay restricciones de financiamiento; la plata tiene que salir de algún lado”.

Ahí viene el problema, que es como un círculo vicioso: el Estado otorga planes a sectores vulnerables; no le cierra la caja porque los recursos son finitos; provoca un déficit que “resuelve” con emisión o endeudamiento -cada gobierno con su librito económico- y finalmente los más perjudicados terminan siendo los sectores supuestamente protegidos, vía inflación o crisis del sector externo, que aumenta la “deuda interna”. Es la Argentina de las últimas décadas. El Estado parece un espectador ante el crecimiento de la evasión que se advierte a simple vista en las calles de las ciudades.


“Ponerse los pantalones largos”

Diego Bossio, diputado nacional por la Provincia y ex titular de ANSES en el Gobierno anterior, hace notar un punto clave para esta discusión: “Mientras cuatro de cada 10 trabajadores estén en negro, ningún sistema va a ser sustentable”, advierte en diálogo con este medio. Y agrega, para que no queden dudas: “Este problema es el Talón de Aquiles de la seguridad social”. Por eso, llama a “no ser hipócritas y ponerse los pantalones largos” para destrabar el debate.

“Las sociedades están envejeciendo. Lo que se denomina bono demográfico, es decir la cantidad de chicos jóvenes con respecto al resto de la sociedad, viene disminuyendo de manera considerable”, sostiene Bossio y reclama: “Hay que discutir una reforma previsional de avanzada, que permita aumentar la cantidad de aportantes al sistema, dotarlo de nuevos recursos, y que a su vez permita pagar mejores jubilaciones”. Pero lo cierto es que hay miles de jubilaciones privilegiadas, que se crearon nuevas fórmulas como el sistema para las amas de casa -aunque jamás hayan aportado y las irregularidades en los casos de incapacidad parcial o total.

Un debate global

Los sistemas previsionales están en discusión en todo el mundo aunque no llegan a un déficit de la magnitud del que se registra en nuestro país. En la Argentina contiene una particularidad: el Gobierno nacional impulsó una “reparación histórica” que aumentó el déficit en un 1,5 por ciento del PBI y ahora comienza a manifestarse cada vez más la crisis del sistema. Se pone sobre la mesa la necesidad urgente de buscar salidas. De hecho, también el Fondo Monetario reclama una reforma previsional.

Durante los tres gobiernos kirchneristas, en tanto, se sumaron tres millones de beneficiarios al sistema, cuya cobertura pasó del 60 al 90 por ciento de la población de adultos mayores de más de 65 años. El aporte promedio que habían realizado era de ocho años, pese a que la legislación requiere de al menos 30 años. Si bien se presentó esa política como un acto de “justicia social”, también es cierto que los beneficiarios del sistema son millones, lo que genera un gran poder electoral. Por eso los gobiernos de turno encaren una política de Estado. Lo mismo sucede con los planes sociales. A tal punto, que buena parte de la campaña presidencial de 2015 consistió en acusaciones del kirchnerismo al macrismo de que iba a dejar sin esa cobertura a millones de personas, la mayoría de ellas asentadas en el Conurbano. Al final eso no ocurrió; es más, la cantidad de planes sociales aumentó.

“reempadronamiento de planes”

“Vamos hacia la digitalización y el reempadronamiento de los planes, con una tarjeta única de transferencia. Está demostrado mundialmente que eso es mejor porque evita el clientelismo”, afirma López Medrano. Mientras que Arroyo acentúa su mirada crítica: “Al modelo macrista le sobran 20 millones de personas”, advierte. Con esa lógica, podría aventurarse que a los 18 millones de cheques que emite el Estado, se le agregarán otros 2 millones en los próximos años.

Todo eso convive con una pobreza estructural estimada entre el 20 y el 25 por ciento de la población y una economía informal -en negro o popular, de acuerdo a quién la invoque- cuyo piso no baja del 35 por ciento. “La pobreza no se resuelve con los planes sociales”, dijo alguna vez el presidente Mauricio Macri. Pero hasta el momento, la única iniciativa de su gestión para reconvertirlos en materia productiva -el Plan Empalme- fracasó.

El primer país en tener planes sociales masivos fue Estados Unidos en los años 30 durante la presidencia de Franklin Roosevelt pero todos los beneficiarios debían trabajar aunque fuera cortando el césped de las plazas para mantener la “cultura del trabajo”.

En muchos países europeos la mayor preocupación en el plano estructural es el futuro del sistema previsional por el envejecimiento de la población que sigue en ascenso y que produce el aumento del número de jubilados y el estancamiento, cuando no la reducción, del número de aportantes.

En la Argentina ese no es aún el mayor problema, aunque el sistema está totalmente desequilibrado porque por cada retirado no hay ni siquiera dos aportantes. La angustiante situación no está planteada como un tema para debatir. Lo grave es que los que pagan impuestos no pueden ser sometidos a una mayor carga fiscal. Por supuesto que el déficit del sector público no se debe solamente al desbalance del sistema de previsión. También debe señalarse que hay 8 millones de trabajadores “en blanco” en el sector privado y 3.5 millones de empleados en el sector público.

Lo cierto es que la inmensa mayoría de los jubilados no son responsables por la falta de aportes por los trabajadores en negro, ni por los privilegiados con grandes retiros, ni por las medidas demagógicas, ni por los fraudes y la pésima administración de los recursos. Tampoco por el saqueo a las cajas por parte de gobiernos que destinaron los fondos de los aportes a gastos sin relación ninguna con las jubilaciones o a cubrir el déficit del Estado.

La discusión sigue abierta. Y el problema irresuelto.

La curva ascendente de la ayuda social se mantiene bajo la administración de Cambiemos

El Estado parece un espectador ante el crecimiento de la evasión que se ve en las ciudades

viernes, 2 de febrero de 2018

Broda: Las inconsistencias de la política económica afectan las expectativas

Miguel Broda: "Un farmacéutico no puede hacer la política económica"

El destacado economista y consultor de empresas dijo en una entrevista con Infobae: "Le tomé examen a encumbrados empresarios argentinos sobre la gestión del Gobierno y los encontré decepcionados"

Por Daniel Sticco || Infobae
dsticco@infobae.com



“Me sorprendió ver en empresarios argentinos de peso una profunda decepción por la gestión del Gobierno”

Como muchos de los empresarios y economistas de peso, Miguel Ángel Broda pasó sus vacaciones en Punta del Este y, pese a su descanso luego de un cierre de 2017 muy intenso, como en las viejas épocas, no pudo resistir a dar una charla a hombres de negocios que, en un ambiente más distendido que en Buenos Aires, aceptaron el desafío de participar de un encuentro para analizar la coyuntura y las estimaciones revisadas para 2018, luego de la "recalibración de las metas de inflación".

La sorpresa fue que Broda, antes de iniciar su clásica exposición sobre el análisis de los principales números de la economía local y su paralelo con el resto del mundo y en particular con los de países vecinos, ensayó un examen al auditorio, integrado mayormente por empresarios argentinos, sobre la percepción de la administración del Gobierno de Macri. El resultado fue "una profunda decepción por la gestión", confió el experto a Infobae.

A primera vista la reacción parece entendible si se observa que después de un 2016 en el que el Gobierno debió desarmar diversos nudos, sin pisar el campo minado de la herencia, se ingresó al 2017 con claras expectativas de reactivación, la cual tuvo un recorrido creciente hasta que, después de las elecciones de medio término, continuó la leve desaceleración de la economía que se observó desde mayo.


Broda accedió a dar su visión sobre las causas que impiden a la Argentina iniciar una carrera de recuperación del terreno perdido, no sólo en la mal llamada "década ganada", sino en más de 40 o incluso 60 años.


– ¿Cómo ve la economía para 2018?
– Mire, acabo de venir de Punta del Este, donde di una charla y le tomé un examen al auditorio sobre la política económica de Macri, con claros y oscuros, y me sorprendió mucho la decepción que había entre los asistentes, usando el análisis de la teoría económica, vale para la ortodoxia y la heterodoxia, de dónde estamos. La gente está decepcionada.

– Cuando se refiere a "la gente", ¿se refiere a los empresarios uruguayos?
– No, básicamente de argentinos que estaban allá.

– ¿De dónde percibió que surge esa decepción, de la política fiscal, monetaria…?
– Mire, la Argentina tiene dos problemas, primero es muy proclive a crisis macroeconómicas. Los desequilibrios generan crisis que la gente percibe, que afecta el nivel de actividad, el empleo, se acelera la inflación, se intensifica la devaluación, aumenta la pobreza… y hemos tenido una cantidad de crisis macroeconómicas muy grandes. La primera reacción es que los empresarios ven que algunos de los desequilibrios que nos llevaron a esas crisis están presente. La segunda causa de nuestra frustración económica es que la  Argentina está metida en una trampa de estancamiento. Cuando uno mira la historia le corre un frío por la espalda. Ahora el Gobierno está tomando medidas para poder aplicar para acceder como miembro de la OCDE (Nota del Editor: Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico, la integran 35 países que aceptan los principios de la democracia representativa y la economía de mercado), institución que ha hecho un trabajo sobre la Argentina y presentó una tabla donde el PBI por habitante de 1950 es igual a 100 y arrojó que hoy Europa está en 503; Chile 436; América latina 367; EEUU 348; la Argentina 211 para 2016. O sea, si hubiéramos crecido como creció la región y Chile desde 1950 hoy tendríamos el doble del PBI por habitante, en lugar de USD 14.000 estaríamos en 28.000 dólares.

 “La Argentina tiene dos problemas: 1) es muy proclive a las crisis macroeconómicas y 2) está metida en una trampa de estancamiento”
– ¿Cuál fue el crecimiento promedio anual del PBI por habitante de la Argentina en esos casi 70 años?
– Fue de apenas 0,7%. Eso significa que el país duplica su PBI en 100 años; mientras la región lo hace en 40 años. Por tanto, veo que estamos en la trampa del estancamiento; y que se requieren reformas estructurales del lado de la oferta, pero también ahí se nota poca vocación. Este es un Gobierno muy eficaz en ganar elecciones, y que obviamente hay una supremacía de la política sobre la política económica, pero no es un Gobierno que tenga como objetivo primario sacarnos de la trampa del estancamiento, sino, a lo mejor, un proceso largo de crecimiento moderado, pero sin cambiar la decadencia de Argentina.

“El Gobierno no tiene como objetivo primario sacarnos de la trampa del estancamiento, sino, a lo mejor, un proceso largo de crecimiento moderado, pero sin cambiar la decadencia de Argentina”

– ¿Entonces usted advierte que hay una contradicción entre el objetivo primordial que se planteó el presidente Mauricio Macri de bajar la pobreza, y la política económica que no saca al país del estancamiento casi secular?
– Antes de responderle, permítame terminar un poco con el punto anterior. Las llaves que resuelven estos dos problemas no son independientes. Cuando se estudia teoría económica, ve macro 1, los especiales de macro, la demanda agregada, el aporte keynesiano; y por otro lado se estudian otras materias como el crecimiento económico, la oferta agregada, la inversión, la productividad, el trabajo. El caso de la Argentina es único en el mundo, porque los desequilibrios macro que producen crisis económicas no sólo generan costos de corto plazo, como desempleo, pobreza, recesión, devaluación, sino que afectan permanentemente el nivel de vida de la gente. Al respecto, en el Estudio hemos terminado un trabajo que arrojó resultados sorprendentes: Si se hace 100 el nivel del PBI de América latina y Chile en 1950 surge que desde ese año hasta 1975 crecimos igual; ahí tuvimos la primera crisis, llamada Rodrigazo, que fue el resultado del programa de "inflación cero" de José Ber Gelbard y Roberto Lavagna, y nos distanciamos 10% de la tasa de crecimiento de ellos; luego tuvimos la década perdida del 80 y la hiperinflación en 1989/90 y con relación a América Latina y Chile nos atrasamos otro 12%; luego llegó la crisis del fin de la convertibilidad y retrocedimos 45% desde el punto de partida; y hoy estamos exactamente en 50%, o sea en la mitad de lo que hubiésemos crecido si hubiéramos acompañado el ritmo de la región y Chile, recordando que la región de América latina fue la parte del mundo que menos creció.



– Es lapidario…
– Sin duda. Fíjese lo que le voy a decir: si hubiésemos crecido como los países emergentes tendríamos siete veces más del PBI que registramos hoy. Es cierto que en ese lote están China e India y otros países emergentes, pero para que usted y sus lectores tengan una idea, los países emergentes hoy tienen un índice de PBI per cápita 1950 igual a 100 de 1.586 y la Argentina apenas 211, es decir que en lugar de generar USD 14.000 por año por habitante estaríamos en USD 100 mil si hubiésemos acompañado ese ritmo. Por tanto, el problema de las crisis macroeconómicas no sólo tiene un efecto de corto plazo, sino permanente en el nivel de vida de las personas. De ahí que cuando uno mira esos dos parámetros, de ser un país proclive a la crisis macroeconómica y a la trampa del estancamiento, y trata de juzgar a la administración Macri aparecen dudas y claros y oscuros, ya que tenemos desequilibrios macroeconómicos, por ejemplo déficit gemelos de 11 puntos del PBI, inclusive mayores que algunos de los que tuvimos cuando los desequilibrios generaron crisis macroeconómicas.

 “Si hubiésemos crecido como los países emergentes tendríamos siete veces más del PBI que registramos hoy”
– ¿Esos antecedentes de la historia y realidad de la economía argentina, justifican la decisión del Gobierno de optar por una política gradualista, porque está determinada por lo posible dentro de la actualidad social?
– El Presidente plantea que quiere que la Argentina sea un país "normal", integrado al mundo; con apertura, con capitalistas que ganen plata; pero la verdad es que el enorme prestigio que el país tiene hoy en el exterior, y que se volvió a manifestar en Davos, está dado por ese cambio de rumbo. La segunda parte, vinculada con los desequilibrios y el campo minado macroeconómico que recibió el Gobierno, lo resolvió acertadamente: se sacó el control de cambios; arregló con los holdouts; se absorbió la cantidad de dinero que se había expandido extraordinariamente en los últimos tres meses del kirchnerismo; se ajustaron precios atrasados, como el tipo de cambio, en el agro, las tarifas; se volvió a los mercados internacionales, o sea, el primer paso se dio bien. Se puede criticar que no se explicitó la herencia, o que se dividió el Ministerio de Economía cuando no era bueno hacerlo, pero el primer paso fue acertado.

– ¿Por qué piensa que frente a ese éxito de pasar por el campo minado sin que estallara ninguna bomba, no fueron por más; sobre todo después del triunfo en las elecciones de octubre?
– Mi interpretación es que han elegido una configuración de política económica que tiene muchos problemas. Partiendo de un adecuado rumbo a dónde ir, de una adecuada solución de las cuestiones de corto plazo, prevaleció la idea de que como es un país con alta pobreza y de elevado déficit de infraestructura no se podía bajar el gasto público en términos reales; sino que lo único que se podía hacer era sustituir, tenía que aumentar el gasto social y de jubilaciones; elevar el gasto de capital, inversión pública en obras; y subir las tarifas y bajando los subsidios económicos subiendo las tarifas, o sea sustituir menos gastos en subsidios económicos y más gasto (real) en jubilaciones, subsidios sociales y gasto de capital. Pero el leitmotiv de la concepción económica es que el gasto público tiene que crecer por lo menos al ritmo de la inflación. Eso generó un problemón.

– ¿Eso no era fácil de advertir, sabiendo de dónde se venía, con una presión tributaria que no daba para más?
– Es que de la configuración de política económica de desinflación con política monetaria de metas de inflación; de endeudamiento, especialmente externo, y de flotación cambiaria, que denomino "DEF", D por desinflación; E por endeudamiento que financia el déficit fiscal que sube levemente, y F de flotación cambiaria, en realidad la parte más importante era el endeudamiento porque al decidir no bajar el gasto público y producir algunas reducciones de impuestos, el déficit fiscal sube y el Gobierno decidió sustituir financiamiento del BCRA por endeudamiento. No estoy diciendo que si se hubiera elegido otro camino se hubieran ganado las elecciones, sino que éste es el camino que se eligió y que genera consecuencias muy importantes.

– ¿Por qué?
– Porque básicamente como el gasto público pasó de 24% del PBI al 42% en los últimos 12 años, no se puede ser social demócrata y  creer en un rol crucial del sector público para resolver los problemas con un gasto público tan sobredimensionado. Pero esta configuración de política económica que se eligió de endeudamiento, política monetaria de metas de inflación y de flotación cambiaria genera: 1) un incremento del déficit fiscal, porque como se endeudas y básicamente se mantiene el déficit primario, el resultado total sube; 2) ese endeudamiento es acompañado primordialmente por ahorro externo (déficit de la cuenta corriente de la  balanza de pagos creciente, implicando que vivimos de prestado, gastamos más del PBI que generamos); y al mismo tiempo hay que tener tasas de interés reales altas para bajar la inflación, con lo cual también importamos inversión de capital de corto plazo y capital financiero, de modo que el superávit de la cuenta capital es el resultado del endeudamiento del sector público y la bicicleta financiera.

– Eso lo reflejé en una nota el último viernes, cuando explico qué significa tener un déficit fiscal de 3,9% del PBI, en términos de días de ingresos tributarios. ¿A quién se le ocurrió medir el rojo fiscal en relación al PBI sólo mirando el déficit primario, y no hacerlo respecto de los recursos totales del Tesoro?
– Eso lo impuso Brasil en los 80, para disimular que tenía un déficit fiscal muy alto, éste era básicamente causado por el pago de intereses, y había bajísimo déficit primario.

“El enorme prestigio que el país tiene hoy en el exterior, y que se volvió a manifestar en Davos, está dado por el cambio de rumbo”

– ¿En cuánto estima que llegó el déficit de cuenta corriente con el exterior en 2017?
– En el Estudio estimamos que el año cerró con un desequilibrio externo de USD 28.000 millones, y 4,6% del PBI, y con un déficit en la cuenta comercial de más de USD 8.400 millones, cuando en 2016 había sido superavitario en casi USD 2.000 millones. Semejante rojo de cuenta  corriente, producido por la decisión de no bajar el gasto público en términos reales; y mantener el déficit creciendo levemente financiado con endeudamiento y no con emisión del Banco Central ("la maquinita) genera una situación complicada; porque la suma de déficit fiscal y de déficit de cuenta corriente (déficit gemelos) suman hoy 11 puntos porcentuales del PBI.

– ¿Cuándo tuvo la Argentina semejantes déficits gemelos?
– De las cuatro grandes crisis que tuvo el país en los últimos 50 años, en dos nunca llegamos a tanto, y sólo en una fue superior, en el Rodrigazo, 1975, con 14 puntos del PBI; en 1981 a 1983 estuvo en aproximadamente el mismo déficit conjunto que hoy; mientras que en la hiperinflación de 1989/90 y en la traumática salida de la convertibilidad, 2001/02, tuvimos menos desequilibrio que hoy.

 “De las cuatro grandes crisis que tuvo el país en los últimos 50 años, en dos nunca llegamos a tanto, y sólo en una fue superior”
– ¿Cabe esperar una nueva crisis, o esta vez será diferente?
– Me parece que esta vez puede ser diferente porque se viene de 8 años con políticas monetarias en el mundo muy expansivas, con extraordinaria expansión de liquidez, que ha permitido tasas de interés internacionales bajísimas, y que ha permitido el financiamiento de estos agujeros, que probablemente siga en 2018, porque veo a los bancos centrales del mundo muy parsimoniosos en normalizar sus políticas monetarias. Ahora, adicionalmente esta configuración del "DEF" genera atraso cambiario, y con ello, obviamente, exportaciones que crecen menos de 1%; y el país se endeuda para financiar las cuentas externas, siendo las exportaciones el único instrumento que tenemos de hacernos de dólares genuinos para pagar los servicios de la deuda.

– ¿Eso quiere decir que le inquieta el abultado déficit de cuenta corriente de la balanza de pagos?
– No está mal tener déficit en las cuentas externas por sí mismo. Lo que está mal es que ese desequilibrio se origine en el endeudamiento del Estado; sea para hacer cloacas, o para pagar salarios y jubilaciones (que obviamente no generan los dólares para servir la deuda). Por ejemplo Australia, que le tomó 30 años de reformas estructurales para cambiar la baja permanente que tenía en el ranking mundial del PBI per cápita. En los últimos 30 años  tiene un déficit en cuenta corriente de 4% del PBI por año, pero ese desequilibrio fue originado por la entrada de capital, producto de inversión extranjera directa que financian una parte muy importante de la inversión australiana incluyendo un aumento de la producción de bienes exportables que luego posibilitaron pagar los servicios de la deuda (aunque no lo necesita porque el flujo de inversión extranjera directa continua). En cambio, en la Argentina, se origina por la importación de capital para financiar el rojo fiscal. Además, y esto es crucial, el comportamiento de nuestro sector exportable es lastimoso, porque mientras acá no llegaron a crecer el 1%, en 2017 en el conjunto de Latinoamérica aumentaron 17%. Y la verdad es que estos desequilibrios y vivir de prestado, en la Argentina siempre terminaron mal. Por eso, la segunda condición de haber elegido no bajar el gasto público es que  no podemos salir de la trampa del estancamiento.

– ¿Cómo cree que el Gobierno puede salir de esa trampa del estancamiento?
– Esencialmente con más inversión privada; con aumento de productividad que requiere competencia para estímulo, para reducir los costos de producción, es decir en términos reales. Pero no se puede abrir la economía porque hay un dólar barato, y obviamente en esas condiciones no se puede dar el paso de apertura al mundo. Por eso observo que esta configuración de política económica genera desequilibrios macroeconómicos que en el pasado llevaron a severas crisis.

– ¿Cuándo cree que en el Gobierno se van a dar cuenta de que seguir por ese camino se tornará insostenible?
– Mire, el Gobierno tenía una ventana de oportunidad, ganó de modo contundente las elecciones de octubre; el discurso del Presidente tiene un diagnóstico extraordinario, como nunca había visto en la historia argentina; y tenía un año sin elecciones. Pero luego anuncia el inicio del híper-gradualismo fiscal, porque hasta ahora no se ha visto nada, y menos en provincias y municipios. Y el Presidente, correctamente, viendo los dos problemas: el desequilibrio macroeconómico y la trampa del estancamiento de los ingresos reales por habitante, anuncia un programa de reformas permanentes; tributaria, acuerdo con gobernadores, pactos fiscales, y una modificación de la fórmula de movilidad previsional que se aplica también a los subsidios sociales. La reforma permanente, que permitió la ventana de oportunidad, dejaron al analista con una idea de "sabor a poco". Sin embargo, era el primer escalón para pasar a ser un país "normal".

– Pero…
– Las dificultades para el cambio de la fórmula de indexación de los subsidios sociales y la caída del 10% en la imagen del Gobierno; tienen consecuencias enormes, nos han traído para acá la campaña por la elección de 2019. Hoy no se sí va a haber una reforma laboral que ya fue recontra lavada, tampoco sabemos si va a pasar por el Congreso; el Gobierno ha entrado, probablemente, en una estrategia de gobernar más por decreto que  puede llegar a unir la oposición; y ha decidido con el acuerdo fiscal darle $42.000 millones a la provincia de Buenos Aires, porque para la reelección se necesita que María Eugenia Vidal vuelva a ganar las elecciones para un segundo mandato; exageradamente digo que la Jefatura de Gabinete quiere ganar "todas" las escuelas de la provincia; y la verdad es que le dio $33.000 millones más a las provincias; por tanto el acuerdo con gobernadores le costó $75 mil millones para que, con la nueva fórmula de movilidad de 70% de inflación y 30% de salarios pagar 50/55 mil millones de pesos menos. Por tanto, el problema no es que tenemos elecciones cada dos meses; sino que se agrandó la campaña electoral, sobre todo porque el Gobierno decidió mantener las PASO en 2019. Y en la medida que la política condicione la toma de decisiones, tenemos una Jefatura de Gabinete cada vez con más peso y con más injerencia en la política económica.

“No está mal tener un déficit en las cuentas externas por sí mismo. Lo que está mal es que ese desequilibrio se origine en el endeudamiento del Estado”

– Eso se vio en el anuncio del cambio de la meta de inflación en la Casa Rosada, no en Hacienda…
– Es que parte de esa decisión fue el hecho de que apenas se desacelera el nivel de actividad, políticamente se necesita, para mi un error analítico de concepción, que se baje la tasa de interés. El presidente del Banco Central, que quiere quedarse, es una autoridad que hace honor a la tradición de la honestidad intelectual de la Argentina, pero sabe "que tiene que bajar las tasas de interés". No es el hecho de la dependencia del Banco Central, porque en todos los países que han seguido políticas monetarias de metas de inflación, los parámetros los fijó el gobierno, mientras que a él le queda la elección del uso de los mejores instrumentos para lograr el objetivo. Y el mercado también sabe que tiene que bajar las tasas, que la tasa real tiene que caer. Va a caer porque se empezó a reducir el nivel nominal y también comenzó a subir la esperada de inflación. El 28 de diciembre y en lo que va de enero es nítido que la decisión política impera por sobre la política económica, y lo digo de la manera más cuidadosa posible, pero un farmacéutico no puede hacer la política económica, porque la política económica es equilibrio general, no parcial. Si yo le pregunto a cualquier persona de la calle ¿si sube el precio del tomate qué va a pasar con la cantidad demandada de tomate?, la gente va decir va a bajar. Pero no es necesariamente así, va a depender de lo que suceda con el precio de la lechuga, la fruta, del rabanito y del pepino. La macro es equilibrio general. Por tanto no es cierto que bajando la tasa de interés vamos a crecer más.

 “Un farmacéutico no puede hacer la política económica, porque la política económica es equilibrio general, no parcial. Por tanto no es cierto que bajando la tasa de interés vamos a crecer más”
– Como consultor de empresas, tras la recalibración de la meta de inflación el 28 de diciembre y el anuncio de la política de baja de tasas de interés, ¿para su próxima presentación en el seminario de coyuntura con clientes, modificó sus estimaciones de crecimiento del PBI y de inflación?
– Obviamente, revisé para abajo la estimación de crecimiento del PBI, a un rango de 2,5% a 3%, es decir algo menos que el anterior que la estimación para el cierre de 2017; y, por el contrario, revisé para arriba la tasa esperada de inflación, a 19% o 20%. En ese contexto, donde uno entiende que el equipo del Banco Central quiere quedarse, quiere contribuir, ha sido positivo su accionar, pero la verdad que la sensación que queda es que perdimos la oportunidad en 2018 sin elecciones. Porque es como si ya estuviéramos. El Pacto Fiscal muestra la importancia de la provincia de Buenos Aires; y, naturalmente, todas las reformas están paradas. Lo que costó modificar la fórmula de indexación ha hecho que sea todavía más light  las reformas estructurales del lado de la oferta, que es lo única que nos saca de la trampa del estancamiento. Vamos a tener crecimiento pero muy moderado.



– ¿Menos que el 3% en 2017?
– Punta a punta sin duda que menos, me refiero al cuarto trimestre, pero un 2,4% / 2,6%,  a lo mejor 3%. Pero con lo que tenemos, con los riesgos de los desequilibrios macroeconómicos, somos muy vulnerables, aunque lo más probable es que el mundo no siga financiando en 2018, cuánto más no lo se. Las reformas estructurales no nos sacan de la trampa del estancamiento, de todo lo que piensa el Gobierno, lo más dudoso es que tengamos 20 años de crecimiento al 3,5 por ciento.

– Y tampoco 3,5% es una tasa ambiciosa, luego de 50 años con virtual estancamiento…
– Es que mi sensación es que si nos hiciéramos un país normal estaríamos frente a una tasa de crecimiento probablemente milagrosa. Y ¿cuál es el problema? que nos va llevar 20 o 30 años pasar a ser un país normal. Mi impresión es que el Presidente piensa,"y bueno en el segundo Gobierno haré lo que los ortodoxos y heterodoxos dicen", porque es una falsificación que son los ortodoxos o los liberales quienes no se ponen de acuerdo, porque el diagnóstico del desequilibrio fiscal, del desequilibrio macro, del estancamiento, es compartido por toda la profesión. Uno puede diferir en cómo se hace para resolverlos, pero lo que no hay duda sobre esas dos cuestiones que afectan, esencialmente el nivel de vida de la gente y de la pobreza: que el país sea muy proclive a crisis macroeconómicas, y la trampa del estancamiento.

– Eso explica por qué no llovieron las inversiones, que crecieron más en el plano de los anuncios que de las ejecuciones…
– No llovieron inversiones porque no tenemos asegurada la estabilidad macro. Porque si bien hay un Gobierno que trata de respetar las instituciones republicanas, en el fondo la Jefatura de Gabinete es la continuidad de la política radical y peronista. Fíjese que el modelo elegido es inconsistente dinámicamente, porque no se puede llevar la deuda externa pública al cielo, como tampoco la emisión de Lebac. Ese es un modelo que lleva necesariamente a que sea ajustado. Miremos los últimos 20 o 30 días: Se dijo, "no podemos seguir con este nivel de endeudamiento externo; las compañías de seguro no pueden seguir comprando Lebac; lo mismo hago con los entes públicos, recalibro la meta de inflación". O sea, este es un modelo que se va a ir "recalculando", intrínsecamente se parece mucho a los 80; y donde los fundamentos ideológicos son muy parecidos. Lo voy a decir de manera mundana: este es un modelo de parches y zurcidos crecientes, hasta que me quedo sin tela y sin hilos para arreglar la camisa. No se puede con medidas paliativas intentar resolver el problema primario que es el tamaño del gasto, y el déficit fiscal que tenemos.

– A pesar de la altísima presión tributaria sobre las empresas y familias…
– Exacto. Cuando usted compara Argentina con el resto tenemos 7 u 8 puntos del PBI de presión tributaria mayor que el promedio de los países de la región; 15 puntos más de impuestos al trabajo que el promedio de Latinoamérica; esas son las cosas relevantes que hacen rentables las inversiones en otros países. Sobre todo la inversión privada, y sin inversión no habrá aumento de productividad; y sin eso tampoco habrá demanda de empleo para reducir la pobreza y el desempleo.

– Cuando afuera nos dicen que nos ven bien, con alto potencial, ¿qué miran?
– El rumbo. Este es un Gobierno blando que le ganó al populismo extremo. ¡Aplaudamos!. Le cuento una anécdota: A mis clientes, muchos de ellos que tienen hasta las orejas activos del Gobierno argentino, y que están de compras en la Argentina, les pregunto ¿si ustedes creen que esto sigue, porque pagan mis honorarios todos los meses por el servicio de consultoría  y mi humilde seguimiento de los numeritos de la macro?, me responden: "Quedate tranquilo Miguel que en algún momento los miro". Es cierto que uno no puede ser muy duro con esta administración, porque, la verdad es que, sin duda, estamos mucho mejor que si hubiera ganado Daniel Scioli; sin duda hay menos corrupción; sin dudas que estamos más integrados al mundo. Sin embargo, probablemente por mi edad, tengo una sensación de sabor a poco y de subestimación de los desequilibrios macro, como de las reformas estructurales necesarias. Tenemos una sociedad populista que espera mucho del Estado, a la cual hay que explicarle por qué hay que cambiar, lo costos y los beneficios de la necesidad del cambio. Sin embargo, si no se quiere pagar el costo de la explicación porque puede perder un voto en una escuela de La Matanza, es muy difícil cambiar. De todas maneras, creo que 2018 será un año razonable, que punta a punta el PBI crecerá la mitad que en 2017, y en el promedio anual estará esto entorno a 2,5%, puede ser 3%, per muy difícil 3,5%. Para eso necesitamos que el sistema financiero internacional siga super líquido y que las tasas de interés en el mundo sigan bajas. Veo que persistirá una tasa de inflación alta, del orden del 20% y que vamos a tener algunos problemas en las paritarias; y que la llave para la reelección del presidente Macri es que el peronismo siga dividido. Pero si el Gobierno se propone gobernar por decreto estará haciendo todo lo posible para que la principal fuerza de oposición se una.

Fotos: Martín Rosenzveig

domingo, 21 de enero de 2018

10 explicaciones sobre la inflación de 2017

El peor número de inflación del año: la mirada de 10 especialistas sobre el problema que el Gobierno no puede solucionar

En diciembre se registró la suba mensual de precios más alta desde junio del año anterior

Por Carlos Arbia ||  Infobae
carbia@infobae.com




El cierre de 2017 fue la suba mensual de precios más alta desde junio del año anterior. El Índice de Precios al Consumidor Nacional tuvo en diciembre un salto de casi dos puntos porcentuales en comparación con el mes previo (1,4%), y también con el registro de un año atrás (1,2%), a 3,1% con una suba anual del 24,8 por ciento.

Tal como muestra un reciente trabajo del economista Ramiro Castiñeira, desde 1944 la Argentina ha tenido inflación de dos dígitos -como la que ha vuelto a tener desde 2005- durante 44 años; de tres dígitos durante 15 años; y de un solo dígito solo 13 años. Tuvo dos años -1989 y 1990- inflación de cuatro dígitos llegando en julio de 1989 a superar el 5000% anual. Explica además ese trabajo que el 80% de los últimos 74 años Argentina ha tenido una inflación entre 6 y 10 veces la internacional. Pero Castiñeira también señala que no es para nada casual sino causal que, en el mismo período, más del 90% del tiempo el Estado haya tenido déficit fiscal gastando más de lo que recauda. La inflación en Argentina es un fenómeno fiscal y en el 2017 la nación quedó segunda en América Latina detrás de Venezuela, con un récord del 2600 por ciento. El ejemplo de la región este año fue Brasil con una tasa de inflación del 2,95% anual.

Para explicar el futuro de la inflación, sus causas y por qué el número es alto en la Argentina, Infobae convocó a 10 de los principales consultores económicos del país para que den su visión. Los economistas Javier Milei, de Fundación Acordar; José Luis Espert, director de Espert & Asociados; Roberto Cachanosky, economista y columnista de Infobae; José Siaba Serrate, director de Siaba Serrate & Asociados; Diego Giacominni, director de Economía & Regiones; Agustín D'Attellis, director de D'Attellis y Asociados; Lorenzo Sigaut Gravina, economista jefe de Ecolatina; Marcelo Elizondo, director de DNI; Fausto Spotorno, director de Ferreres &  Asociados; y Dante Sica, titular de Abeceb, opinaron para este medio acerca de  uno de los problemas más graves de Argentina.


Javier Milei: "La intromisión de la política representa unos 7 puntos en la inflación de 2017"



Entonado por el triunfo electoral, el día 28 de diciembre el Poder Ejecutivo decidió avanzar sobre la independencia del BCRA, pero en el fondo el mercado apoyó al presidente de la entidad, Federico Sturzenegger, a punto tal de erigirlo como "el Hombre-Ancla", lo cual de cara al futuro debería imponer límites muy fuertes a los avances de la irracionalidad económica del ala política. Lo que se debe entender es que desde hace años hay inflación en Argentina y que se trata de un problema estrictamente monetario consecuencia de la emisión de pesos para financiar el abultado déficit fiscal.

La inflación de diciembre en la Ciudad de Buenos Aires fue del 3,3 por ciento, por lo cual la tasa de variación de precios durante el año 2017 se ubicó en el 26,1 por ciento. Dicha tasa implicó un desvío del 53,5% respecto del techo de la meta del 17%. El desvío en cuestión puede explicarse por una serie de errores: algunos de ellos caen en la órbita del BCRA y otros en la Jefatura de Gabinete. Respecto a los errores del Banco Central, la mutación del sistema de metas de inflación mediante el uso de agregados monetarios hacia la tasa de interés durante el último trimestre de 2016 hizo que la cantidad de dinero se determinara en forma endógena, por lo que frente al aumento de la demanda por (i) recomposición de saldos reales después de la caída de abril, (ii) estacionalidad de Diciembre-Enero y (iii) el blanqueo de capitales, el BCRA expandió la cantidad de dinero leyendo el aumento en cuestión como permanente y al revelarse el mismo como transitorio implicó una convalidación de mayores precios.

Por otra parte, durante los meses de junio y julio, cuando se produce un salto de la demanda de dinero por el pago del medio aguinaldo, el BCRA, en lugar de dejar fija la cantidad de dinero, la aumentó nuevamente y con ello la meta se volvía casi imposible de ser cumplida, especialmente con las subas de tarifas que bajo el esquema monetario del BCRA se vuelven parte de la inflación (la endogeneidad de la cantidad de dinero se torna convalidante).

No todos los errores cayeron del lado del BCRA. El neokeynesianismo de una parte del Gobierno jugó un papel importante también.

En enero de 2017, el Gobierno decidió echar del Banco Nación a Carlos Melconian y nombró a Javier González Fraga. Así, el BNA, que a inicios de 2017 tenía una posición en LEBAC de $150.000 millones, de no haberse embarcado en un jubileo crediticio y con la cantidad de dinero creciendo al 30% debería haber mostrado una posición en el instrumento de $200.000 millones. Sin embargo, fruto de esa especie de populismo crediticio, la posición es de $100.000 millones, lo que implicó una expansión de la cantidad de dinero desde el segundo trimestre del año del 13 por ciento. Por ende, dado que bajo el esquema monetario actual los rezagos de la política monetaria caen a tres meses, ello significa que la intromisión de la política explica cerca de 7 puntos porcentuales de la inflación de 2017. Puesto de otro modo: si la política no hubiera metido la cola, la inflación hubiera sido del 19 por ciento, un número muy cercano al techo de la meta original.


José Luis Espert: "La inflación en Argentina tiene un origen fiscal"



La inflación de 2017 terminó en 25 por ciento, cifra similar a la que Argentina viene teniendo desde hace 11 años, salvo 2009 por lo baja y 2014 y 2016 por lo altas debido a las devaluaciones de principios de esos años (es poco serio comparar la inflación de 2017 contra la de 2016 para forzar la afirmación que "ha bajado fuerte"; 2016 fue el año de la normalización en modo shock del desastre monetario-cambiario de Cristina y el comienzo del ajuste tarifario).

Puesto en forma extrema (como mínimo omitiendo toda dinámica), los ajustes de tarifas, dólar y salarios causan subas en el nivel general de precios. Ésta provoca un aumento en la demanda nominal de dinero que a su vez causaría una caída en el nivel de actividad (hay distintas teorías de ese mecanismo de trasmisión que no discutiré acá) salvo que la mayor demanda de dinero sea satisfecha por mayor oferta (de dinero). Esta mayor oferta de dinero que valida la suba de precios aparece por el financiamiento monetario de los déficits fiscales que hace el BCRA (poco importa si el BCRA emite pesos contra Adelantos Transitorios como en épocas kirchneristas o contra dólares de la deuda externa que el gobierno le entrega a cambio de pesos como ahora; se emiten pesos sin una necesaria contrapartida de demanda).

Pero esto es sólo una cuestión de corto plazo. A la larga, para que haya inflación tiene que haber emisión, que en esencia está causada por el financiamiento monetario de los déficits fiscales. O sea, la inflación en Argentina tiene un origen fiscal. Más que una relación dinero-precios se podría hablar de una relación déficit-precios.

El crecimiento de la cantidad de dinero por encima de la demanda real de dinero no podría traer otra cosa que inflación. Hoy seguimos con una inflación kirchnerista del 25% anual a pesar que, a diferencia del kirchnerismo, la economía y la demanda real de dinero crecen. ¿Qué pasa entonces? Por un lado, la cantidad de dinero crece más (mirar los pasivos monetarios amplios del BCRA con Lebacs y el crédito al sector privado expandiéndose entre 35 y 45% anual) que la demanda debido al financiamiento monetario del déficit fiscal y por otro, hay una validación monetaria de los ajustes de tarifas, de tipo de cambio y de salarios. O sea, hoy, además de la habitual causalidad dinero-precios por el financiamiento monetario del déficit fiscal(y el fuerte crecimiento del crédito bancario), se emite como"consecuencia" de la suba de precios.


Roberto Cachanosky: "La razón de esta fenomenal expansión monetaria está en los dólares que el BCRA le compra al Tesoro por la deuda que este toma para cubrir el déficit fiscal"



La batalla contra la inflación va a ser uno de los grandes desafíos de 2018. Si bien el Gobierno muestra que la inflación bajó del 45% anual que alcanzó como pico en el tercer trimestre de 2016, al 25% actual, lo cierto es que en ese punto hay un truco estadístico. Como dice Mancur Olson en su libro Auge y Decadencia de las Naciones: "Hoy en día los economistas disponemos de tal herramental matemático, estadístico y econométrico que podemos torturar los números hasta que confiesen lo que queremos".

Si uno observa la evolución del IPC de los últimos seis meses puede advertir que la inflación no está bajando, sino que se mantuvo estancada en torno al 24% anual aproximadamente en cinco, pero se aceleró en diciembre a casi 25%, con 3,1% en el mes, en ese caso una vez y media más que un año antes. La inflación de 2 dígitos anuales viene de la era k desde 2007. Basta con ver las tasas de crecimiento del circulante, la expansión primaria del BCRA, y se advierte claramente que está en un piso del 25% anual, llegando a superar el 40% anual y en los últimos 6 meses está por encima del 30% anual. La razón de esta fenomenal expansión monetaria está en los dólares que el BCRA le compra al tesoro por la deuda que este toma para cubrir el déficit fiscal y luego por los adelantos transitorios.

Con semejantes tasas de expansión monetaria, es inevitable que estemos entre los países que más inflación tienen y el segundo en mayor inflación en Sudamérica. La causa es simplemente el déficit fiscal que no permite tener disciplina monetaria ni a fuerza de colocar altas tasa de interés.

Considerando que el nuevo IPC Nacional no tiene suficiente historia para ver la perspectiva anual, se puede tomar el IPC Congreso de los últimos 13 meses y se ve claramente que la inflación quedó estancada en el orden del 23/25 por ciento anual en los últimos seis meses. Y si uno observa la inflación núcleo, es decir, la inflación que no contempla precios regulados, o con alto componente impositivo o volatilidad en sus precios, también se verifica un estancamiento en la tasa de inflación núcleo de los últimos 7 meses, donde queda boyando en un piso del 1,3% mensual, lo cual asegura un piso de inflación anual del 17 por ciento. Ya estaría superando la inflación del 15% pronosticada pocos días atrás si no se quiebra esa tasa núcleo mensual.


Jose Siaba Serrate: "Todo apunta a un banco central dispuesto a correr de atrás a la inflación"



La inflación del 2017 quedó muy por encima del techo del rango meta (17%), aún si se excluye el efecto del cambio de precios relativos pero no muy lejos de los registros de expansión de base y agregados monetarios  de casi un  26 por ciento, y muy inferior si se considera la evolución núcleo. También muy inferior a un elemento singular que tuvo 2017, y al que no se le asigna su rol cabal en relación con la marcha de la inflación, como fue la explosión de crédito bancario (en pesos y dólares) al sector privado superior al 50 por ciento. Y lo mismo vale decir con respecto al incremento del crédito originado vía ANSES, presuntamente con fuerte impacto en el gasto de consumo no durable.

La inflación de diciembre tanto con el IPC Nacional (+3,1%) y IPCBA de la Ciudad de Buenos Aires fueron elevadísimas. Sin embargo, son observaciones "outliers", fuera de rango, debido (principalmente) a la intensidad del shock de ajuste de tarifas, y, por ende, se debe relativizar su evaluación. El problema es que la inflación núcleo se contagió con lecturas muy altas que implican un ascenso brusco con respecto a la tendencia de arrastre, pero que también hay que tomar con pinzas (porque es imposible evitar efectos de segunda vuelta ante aumentos puntuales de tarifas tan fuertes). ¿Qué es lo que cabe esperar en 2018? ¿Qué tan accesible es la nueva meta puntual de 15%? La digestión de un cronograma de significativos ajustes de taras, muy concentrado en el inicio del año, obligará a esperar hasta que se complete el mismo para detectar una desaceleración sensible de la inflación. La política monetaria cambió tras la mudanza de metas, y apunta a una rápida implementación de tasas de interés más bajas, lo que en principio supone una menor capacidad de contención de eventuales presiones alcistas. Ello le confiere a la política de ingresos – en especial, a la negociación de paritarias – un papel más relevante en la determinación de la tasa de inflación de 2018. No está claro, si los aumentos pactados superan en mucho a la meta, cómo va a lograr la política monetaria que la inflación se acerque a la meta, y no que suceda al revés, que sean las paritarias las que definan, de movida, las expectativas de inflación. Todo apunta a un banco central dispuesto a correr de atrás a la inflación, celoso en lograr la convergencia de la tasa de inflación con sus metas, pero con un arsenal sujeto a limitaciones como para que ello ocurra en tiempo y forma, y sin retrasos. Si el equipo económico adoptase un cambio de policy mix (factible en un año no electoral) podría corregir estos desvíos, al menos parcialmente. Una política monetaria más laxa acompañada por una política fiscal más dura aparece como un mejor enfoque para conseguir el cumplimiento de la nueva meta del 15% (y la consecución de otros objetivos que se vislumbran en la trastienda como ser un crecimiento saludable y una moderada depreciación cambiaria).


Diego Giacominni: con esta inflación de diciembre no hay lugar para seguir bajando la tasa de interés de referencia del BCRA.



Mas allá del horrible número de diciembre hay que destacar que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno estrictamente monetario. De acuerdo con la teoría, la inflación tiende a converger al valor equivalente al aumento de la oferta monetaria por sobre el incremento de la demanda de dinero, que aumenta de la mano del crecimiento de la economía. Ergo, hay inflación cuando el Banco Central emite "de más". En Argentina, los números confirman fuertemente la Teoría. Entre diciembre 2017 y diciembre 2011 se acumula una inflación de +397 por ciento, según IPC Congreso. Paralelamente, la expansión de base monetaria ascendió a +365 por ciento. Entre 1942 y 2015, la inflación ascendió a +148% promedio anual, mientras que la base monetaria creció al +151% promedio anual. En la región, los números son parecidos hasta mediados de los '90s. Entre 1960 y 1995 la inflación promedió +133% anual y la base monetaria creció +135%. Luego, nuestros vecinos aprendieron la lección; y ambos números bajaron a +9% y +15% promedio anual, respectivamente.

Mientras no aprenda esta lección, la Argentina seguirá teniendo alta inflación. En 2017 la base monetaria creció a un ritmo de +27,6% anual y la inflación acumuló +24,9%. La dominancia fiscal hace que el BCRA emita "de más" y haya un sobrante de dinero que se traduzca en elevada inflación. En los últimos 18 meses el BCRA emitió el equivalente del 57% (+$506.395 MM) de la base monetaria para asistir directamente al Tesoro (+$128.580 MM) o para comprar los dólares de la deuda ($394.757 MM) del sector público. El BCRA intenta limpiar este sobrante de dinero colocando LEBACs. El problema es que la tasa de interés real está constante y cada vez se crean menos LEBACs, aumentando la cantidad (no deseada) de dinero; y así se generá más inflación y suba del dólar que, convalidación monetaria mediante, se traslada a precios. En este marco, hay que estarle "encima" a cada una de las licitaciones de LEBACs y prestar atención a qué sucede con la cantidad de dinero. Si en cada una de los vencimientos de LEBACs hay significativos aumentos de la cantidad de dinero, la inflación no se desacelerará o (inclusive) se acelerará; y el dólar subirá más. Eso indicaría que no hay nada de lugar para bajar la tasa. Por el contrario, mostraría que la política debería ser mucho más contractiva y endurecerse; caso contrario el exceso de dinero se limpiará con mucho más inflación.


Agustin D'Attellis: "Este aumento de la inflación muestra el rotundo fracaso de la política monetarista y especulativa de este Gobierno"



El dato de inflación de diciembre (3,1% mensual), que cerró el año en 24,8% es la evidencia del rotundo fracaso de la política implementada los últimos dos años por el BCRA. La concepción monetarista de la inflación, encarnada en el gobierno por Federico Sturzenegger, acumula ya dos años de muy altas tasas de interés, que fomentan la especulación financiera a la vez que actúan en detrimento de cualquier tipo de inversión productiva, y condiciona el crecimiento económico, al debilitar también el consumo interno. Asimismo, esta misma política incrementó a niveles muy preocupantes la vulnerabilidad de la economía frente a los volátiles flujos de capitales especulativos internacionales. Al igual que en los '90, un resfrío en el sudeste asiático puede producir una neumonía en las pampas. El stock de Lebac, que ha superado cómodamente el billón de pesos, actúa como una amenaza latente para la posibilidad de una devaluación abrupta del peso, dado al atraso cambiario generado por la propia atracción de capitales especulativos. Muchos costos a la vista, para ningún beneficio.

El único objetivo de todo esto era el control de un proceso inflacionario, que cierra el 2017 en el mismo nivel que se registró en 2015. Se adoptó un esquema de metas de inflación, que fijó un tope en 17% para 2017, y resultó superado en un 50 por ciento. Para el 2018 el propio BCRA fijó una meta de 10% de inflación, con tope en 12 por ciento, para modificarla a un 15% antes del inicio del año, minando así su base de sustentación, que es justamente la confianza en la propia meta. La inflación núcleo que sigue de cerca el presidente del BCRA, desligándose del aumento en los precios de bienes o servicios regulados, aumentó desde 1,3% en noviembre hasta 1,7% en diciembre, demostrando que la inflación no es un fenómeno estrictamente monetario, sino algo mucho más complejo, que el gobierno subestimó. Hoy los datos corroboran el fracaso, mientras preocupa la insistencia en profundizar el rumbo.


Lorenzo Sigaut Garfigna: "El peligro es que en diciembre pasado se aceleró el aumento de la inflación núcleo que sigue el BCRA"



Con  el número de diciembre se registró la inflación más alta del 2017 y es ademas la mayor variación mensual de todo el año. En consecuencia, la inflación alcanzó 24,8% el año pasado, 7,8p.p. por encima de la banda superior de la meta del Banco Central (12-17% para 2017). Detrás del salto registrado en diciembre se encuentran los fuertes aumentos tarifarios. Las subas a nivel nacional del 30-40% en las tarifas de gas y electricidad, respectivamente, junto a los incrementos de 6% en los servicios de medicina prepaga y de 5% en los combustibles se combinaron para que los precios Regulados crezcan 9,1% en el mes, aportando casi 2 p.p. a la inflación de diciembre.

La elevada inflación registrada en diciembre (3,1%) muestra que el proceso de desinflación aún no está consolidado: en los meses que hay ajuste de tarifas de servicios públicos (para bajar los subsidios económicos) la suba de precios se acelera. Lo notable del caso es que en el últimos mes del año sufrimos más inflación (3,1%) que Brasil a lo largo de todo el 2017 (+2,95%). En la próxima sección analizaremos de forma general los principales drivers de la inflación observada durante el año pasado.
Determinantes de la inflación en 2017 Como se mencionó, la inflación del año pasado cerró en 24,8% a nivel nacional. Dado que el IPC Nacional elaborado por el BCRA (con datos provinciales y del GBA a partir de abril de 2016) alcanzó 36,6% en 2016, esto implica que la inflación se redujo casi 12 p.p. el año pasado. Sin embargo, la suba de precios se ubicó en el promedio de los últimos diez años. La inflación núcleo (variable clave para el BCRA a la hora de definir su política de tasa de interés), se aceleró respecto del promedio de los cuatro meses previos (+1,4%), lo que podría demostrar una reacción de los formadores de precios ante el corrimiento del dólar (+8,0% promedio mensual).

Por último, los precios de bienes y servicios Estacionales prácticamente no se movieron: registraron un alza de apenas 0,3% en el último mes del año evitando una mayor inflación. Por otro lado, la desagregación del IPC Nacional en seis regiones permite observar que la inflación en diciembre fue aún mayor en el Gran Buenos Aires: el Nivel General creció 3,4%la mayor variación desde junio de 2016. Sin embargo, a pesar de que la mayoría de los usuarios sufrieron incrementos promedio de 45% en la tarifa de gas y de 38% en la tarifa de electricidad, por encima de las subas en el resto del país, los precios regulados crecieron 8,9% (-0,2 p.p. que a nivel nacional). Esto demuestra que el factor detrás de la aceleración en este ámbito geográfico fue la aceleración del IPC Núcleo, que creció 2,0% en el mes, exhibiendo también un incremento superior al promedio de los últimos tres meses (+1,4%). Pese a que 2017 fue un año electoral, el Ejecutivo prosiguió con la gradual corrección del atraso tarifario heredado: los precios de bienes y servicios Regulados registraron a nivel nacional, un incremento de 38,7%. Dicha alza es sensiblemente menor a la registrada en 2016, pero claramente superior al resto de las variables nominales de la economía, ya que el año pasado el tipo de cambio oficial trepó menos de 20% y el alza salarial no superó el 30 por ciento.

Marcelo Elizondo: "La rebeldía a bajar de la inflación argentina es persistente y tiene orígenes estructurales"



La inflación de diciembre (3,1%) es alta. Es más que lo esperado y consolida a Argentina como uno de los 5 países con más inflación del planeta. La rebeldía de la inflación local es persistente. Sus causas son varias: en primer lugar, los ajustes necesarios de precios relativos (los ajustes de tarifas garantizan un piso alto -este rubro subió 55% y los de transporte y comunicaciones 34% en el año-).

Además subsisten las dificultades políticas para moderar la política fiscal (especialmente con impacto en el déficit financiero) y la monetaria. El gasto público y el déficit de presupuesto siguen siendo los grandes enemigos argentinos. Por otro lado en 2017 hemos tenido, una vez más, una economía con escasa competencia, lo que es herencia de baja tasa de inversión durante muchos años y, pese a que crecen las importaciones, aun un nivel de apertura muy menor a la media regional.

También aún existen excesivas regulaciones y persistente influencia de factores de poder económicos disfuncionales. Este elevado índice supone expectativas más altas para el inicio de 2018, Y también la necesidad de avanzar en reformas estructurales. Estabilidad, simplicidad y baja aleatoriedad son requisitos del desarrollo. Y una menor inflación será un auxilio para la mejora en la competitividad sistémica.

La inflación es un problema sistémico y el problema también es que no lleguen inversiones para aumentar la oferta de bienes y servicios. Hay una lluvia que viene que son de dólares financieros. Muchos empresarios se han quejado por el atraso cambiario que en parte se da por el ingreso de dólares financieros, sobre todo para financiar el sector público y a empresas privadas. Pero donde no hay lluvia es en la economía real. Allí no hay lluvia de dólares. El año pasado sólo llegaron USD 6.000 millones en inversión directa extranjera. Es un número más bajo que el de Chile que recibió USD 11.000 millones, o Brasil que recibió USD 50.000 millones. Esto es porque Argentina tiene una historia. Entonces los inversores buscan sólidos argumentos de que la historia no se va a repetir. Buscan un buen motivo para venir a invertir. Ademas, Argentina es el país de la región con más alta presión tributaria, con una tasa de interés alta, con regulaciones complejas; todavía es una economía muy cerrada comparada con la región.

Fausto Spotorno: "El dato de diciembre refleja una política monetaria que resultó ser más expansiva de lo necesario para cumplir la meta del 17%"




El dato de inflación de diciembre tiene muchos condimentos. Por un lado, es el reflejo de haber pospuesto algunos aumentos para después de las elecciones. Eso explica la diferencia de 1 punto entre la inflación núcleo y la inflación total. Es cierto que la núcleo se aceleró un poco, pero eso se explica en parte por el servicio doméstico y otros servicios que no están dentro de regulados, así como aumentos propios de las fiestas.

Pero también el dato de diciembre refleja una política monetaria que resultó ser más expansiva de lo necesario para cumplir la meta del 17 por ciento. De hecho, la inflación termino siendo de 24,8% a nivel Nacional y eso está explicado por el crecimiento de los agregados monetarios. De hecho la Base Monetaria creció entre los promedio de diciembre 24,2% y el M2 que mide el dinero en circulación más otros medio de pago como las cajas de ahorro o cuentas corrientes se expandió al 29% anual en el mismo período.

En este contexto, el Presidente del BCRA hace bien en ser cauteloso en materia monetaria de cara al 2018. En especial teniendo en cuenta que el contexto para bajar la inflación es algo hostil, en primer lugar por la inercia inflacionaria y por la recomposición tarifaria. Estos resultados dejaron en claro que la inflación es un bicho mal al que no hay que dar por muerto.


Dante Sica: "Con estos números de diciembre se anticipa un trimestre muy caliente en materia de inflación y será complejo cumplir la meta del 2018"



El número de diciembre muestra que el 2017 cerró con una inflación cercana al 25 por ciento, una muy mala noticia para el Gobierno luego de reducir la tasa de interés de referencia del BCRA. Se esperaba una aceleración de la inflación por los ajustes de tarifas. Pero no sólo cobraron fuerza los precios regulados, sino que incidió la estacionalidad del mes y que la inflación núcleo no cedió. A la suba de tarifas, se sumaron los aumentos de combustibles, la medicina prepaga y los salarios del servicio doméstico. Es cierto que la moderada baja de la tasa de interés de referencia dispuestas recientemente (pese a las expectativas del mercado) adelantaba este resultado de una inflación que mantiene la tendencia descendente, pero a un ritmo más lento. Hacia adelante habrá que seguir de cerca las expectativas y el ajuste de precios relativos, con un primer trimestre que se anticipa caliente y con un largo camino por recorrer en este proceso arduo de desinflación.

De todos modos creo que es bueno que el Gobierno haya puesto en blanco sobre negro un problema que venía arrastrando desde todo 2017 que era la descoordinación entre las metas de política fiscal y de política monetaria. Era como si un avión volara con dos turbinas que funcionan a distinta velocidad, y por tanto avanzaba de manera torcido. Eso generaba una fortísima presión en el corto plazo sobre dos variables claves: tasa de interés real y tipo de cambio. ¿Cuál era el riesgo? Que lo veía para más entrado 2018 porque claramente las metas inflacionarias para 2018 de años anteriores eran incumplibles, el consenso del mercado la ubicaba muy por arriba, y que el Banco Central en lugar de bajar las tasas de interés las volviera a subir, que era lo que tenía que haber hecho, con lo que hubiera generado mayor apreciación del tipo de cambio, con el riesgo de que fuera absorbiendo la ganancia de competitividad que venía consiguiendo el Gobierno con las reformas tributaria, fiscal y, previsional, que tanto le costó.

jueves, 18 de enero de 2018

La imbecilidad macroeconómica argentina: Orbitando la inflación para evitar ajustar el déficit

El "karma" de la inflación en Argentina: 10 puntos para explicar por qué no se la puede derrotar

El país vive con inflación desde 1945 y lo paradójico es que antes de ese año, que coincide con la llegada del peronismo al poder, nunca tuvo inflación. Los números indican que desde la Revolución de mayo en 1810 hasta 1944, la inflación promedio no superó el 3% anual

Por Carlos Arbia || Infobae
carbia@infobae.com




La inflación anual del 24,8 % del 2017 -informada por el Indec el jueves pasado- denota el problema que tiene el Gobierno para poder reducir la tasa de inflación, que en diciembre registró un  3,1 % mensual y se ubicó en el valor mas alto del año. El Gobierno reconoció que que la inflación del 2017 fue alta: "Sería fácil bajarla con una receta de ajuste" manifestó el titular del Indec, Jorge Todesca, y admitió que el aumento de tarifas y las medidas para estabilizar la economía y el área fiscal tienen su costo.

Pero, más allá de las explicaciones que dio el Gobierno y del análisis que han realizado los principales expertos económicos, es importante destacar un reciente trabajo del economista Rodrigo Castiñeira de la consultora Econométrica para entender bien que pasó hasta ahora y lo que podría pasar en adelante en caso que el Gobierno repita las mismas recetas del pasado para bajar la inflación.



En ese estudio se pueden rescatar 10 aspectos que sirven para explicar por qué las recetas para bajar la inflación nunca sirvieron, con excepción al Plan de Convertibilidad entre 1991 y 1998 y el Plan Austral de 1985 a 1987  . El último ejemplo es la suba desde el 2007: cuando Guillermo Moreno intervino el Indec el indicador se mantuvo en un promedio anual del 25 %, llegando a un récord del 40% anual en el 2016.

1 – Lo primero que hay que destacar es que el origen de la inflación es siempre el mismo y consiste en la monetización del déficit fiscal. Dicho de otra forma emitir moneda sin respaldo para financiar ese déficit fiscal algo que sigue haciendo este Gobierno.

2 – En los últimos 74 años, con los cambios de moneda el peso perdió 13 ceros y eso se explica por la monetización del déficit; pero en las últimas 7 décadas se recurrió a todo tipo de artilugio económico para frenar la inflación, pero nunca atacar su origen. Eso provocó que planes antiinflacionarios como el Plan Austral del 85, el Plan Primavera del 87 y finalmente la Convertibilidad del 91 fracasaran.



3 – La Argentina vive con inflación desde 1945 y lo paradójico es que antes de ese año, que coincide con la llegada del peronismo al poder, nunca tuvo inflación. Los números indican que desde la Revolución de mayo en 1810 hasta 1944, la inflación promedio no superó el 3% anual pero desde el 45 en adelante la inflación es de dos o tres dígitos, excepto algunos episodios.

4 – El salto inflacionario se explica desde la creación del BCRA en 1935 ya que, luego de su creación, comenzó en la Argentina la tentación aumentar el gasto público y financiarlo emitiendo dinero y que se fue transformando en una especie de "enamoramiento" de varios gobiernos y trajo la inflación a la economía. En 1945, cuando el BCRA cumplía su primera década de existencia, el país comenzaba a vivir con una inflación de dos dígitos para nunca más volver a la estabilidad monetaria, salvo en la convertibilidad.

5 – En los procesos democráticos, los programas antiinflacionarios fueron de tres tipos: fijar el valor del dólar, las tarifas y los demás precios en la economía; pero sin frenar a la maquinita de la emisión monetaria que se destaca en su mayoría en los periodos donde gobernó el peronismo.

6 – Esta combinación de "pisar precios" sin frenar la creación de dinero provocó que la inflación aumentara y se crearan todo tipo de mercados en negro. Como la inflación finalmente no se reduce, el retraso del tipo de cambio o un dólar subvaluado termina "asfixiando" a la economía y luego se produce la devaluación tan temida. La distancia entre el "país real" y el "país virtual" culmina en una brusca devaluación para acortar o anular distancias y que operen nuevamente las señales de precios que permitan equilibrar los mercados.

7 – En esta nueva dinámica, el BCRA busca absorber los mismos pesos que crea al financiar el fisco con crecientes tasas de interés para contener la presión inflacionaria, hasta que llega el momento en que la entidad bancaria entra en el terreno del déficit cuasifiscal. Todo termina en devaluación para licuar gastos y pasivos del organismo y achicar la asfixiante tasa de interés que buscaba contener los precios.

8 – También se recurrió al endeudamiento externo para frenar la monetización del déficit fiscal sin reducirlo. Esta fue la estrategia que más éxito tuvo, al menos mientras duró el financiamiento externo. Por supuesto, cuando se agota el crédito la inflación vuelve, y usualmente con mayor virulencia dado que hay que bajar el consumo privado, no sólo para financiar el gasto público, sino también los intereses de su deuda. Esto es bastante parecido a lo que ocurre ahora con el actual modelo económico.

9 – Todos los programas antiinflacionarios fracasaron porque ninguno reconoce el origen del problema, que es la emisión de dinero para financiar el déficit fiscal que en el 2017 llegó al 4,2 % del PBI y se lo busca reducir al 3,2 % en este año.

10 La aparición de teorías bien criollas para evitar el problema y explicar por qué hay que hacer un ajuste o tomar nuevas medidas. Inflación importada, inflación de costos, inflación de demanda, inflación estacional, inflación estructural y millares de explicaciones más, incluso el ciclo de stop and go y la restricción externa.



Como síntesis, el trabajo describe que desde 1944 la Argentina ha tenido inflación de dos dígitos -como la que ha vuelto a tener desde 2005- durante 44 años; de tres dígitos durante 15 años; y de un solo dígito sólo 13 años. Tuvo dos años -1989 y 1990- inflación de cuatro dígitos llegando en julio de 1989 a superar el 5000% anual. Además, detalla que el 80% de los últimos 74 años la Argentina ha tenido una inflación entre 6 y 10 veces la internacional. Pero Castiñeira señala que no es para nada casual sino causal que, en el mismo período, más del 90% del tiempo el Estado haya tenido déficit fiscal gastando más de lo que recauda. La inflación en Argentina es un fenómeno fiscal y en el 2017 la Nación quedó segunda en América Latina detrás de Venezuela, con un récord del 2600 por ciento. El ejemplo de la región este año fue Brasil con una tasa de inflación del 2,95% anual.

Con respecto al actual modelo económico varios economistas como José luis Espert, Javier Milei, Diego Giacomini, Roberto Cachanosky, Rodolfo Santángelo, Daniel Artana y Fausto Spotorno, entre otros, hacen hincapié que el principal problema es el que apunta Castiñeira en su estudio; la emisión de moneda sin respaldo para financiar un déficit fiscal muy grande producto de un gasto público impagable.

En referencia a la emisión monetaria de este Gobierno los números muestran que en los primeros dos años el BCRA emitió para financiar al Tesoro y acumular reservas unos 775 mil millones de pesos. Para financiar el gasto público se emitieron unos 300 mil millones y para duplicar las reservas, de 25 a 55 mil millones de dólares, se emitieron unos 475 mil millones de pesos.

Esos $775 mil millones de pesos, se esterilizaron con una emisión de unos $ 400 mil millones de Lebacs por $400 mil millones, por lo que la base se expandió en $377 mil millones en dos años. Ello implicó que la base monetaria creciera 27% en 2016 y 25% en 2017.

"Lo grave es que estos ritmos de emisión resultan incompatibles con las exigentes metas de inflación que la institución se impone. Más aún, la creación de dinero no la pudo contener aún elevando la tasa al 30% a 30 días, poniendo en riesgo la actividad económica e incluso el propio balance del BCRA, dejándolo a la puerta de la reaparición del déficit cuasifiscal. En efecto, imponer crecientes tasas de interés por arriba de la inflación, muestra que el BCRA estaba cayendo en la trampa de emitir para financiar al Estado, e intentar contener su impacto inflacionario con crecientes tasas de interés, que para peor, solo puede pagar devaluando para no caer en el déficit cuasifical. Una pelea perdida" advierte el estudio de Castiñeira.

Y, en ese sentido, describe además que "las tasas altas frenan la inflación sólo si también se frena la creación de dinero. Cosa que no sucedió en 2016 ni en 2017. Es como poner la heladera al máximo, pero dejar la puerta abierta. No puede sorprender que la inflación no enfría". Con respecto a la evolución de la inflación en 2018 el estudio describe que "si el BCRA quiere financiar al Estado y continuar elevando las saqueadas reservas, la nueva meta del 15% se torna exigente para ambos objetivos. Pero permite tasas más bajas que no atrasen aún más el dólar, ni posterguen iniciativas de inversión"

El trabajo se refiere también a la reciente modificación de las metas de inflación del BCRA. "El anuncio de nuevas metas implica reconocer que se emite para financiar al Estado y también para recomponer las saqueadas reservas. Ambos objetivos imponen un ritmo de creación de dinero, y en consecuencia de inflación, que no se logrará frenar elevando constantemente las tasas. Menos cuando elevadas tasas obligan a devaluar para que no reaparezca el déficit cuasifiscal. Por ello tasas y metas tienen que converger a un sólo número" dice el estudio.

martes, 2 de febrero de 2016

Argentina hacia un ajuste necesario

La única opción es el ajuste
Quienes apuestan a una "continuidad con cambios" no ven que, si no se corta con la inflación, el déficit fiscal, el cepo y el excesivo gasto público de este populismo industrial, el país se verá en la encerrona de una nueva crisis

José Luis Espert
LA NACION


Otra vez, como cuatro veces antes en el último medio siglo, nos encontramos con un programa económico agotado y ante la necesidad de hacer ajustes, pero con una gran discusión en la sociedad acerca de si hay que hacerlos o no y cómo y cuánto ajuste hacer si ésa fuera la decisión. Encima de todo esto sobrevuela el fantasma de una nueva crisis, si no se acertara con el remedio y la dosis adecuada.

Ya sucedió varias veces: a mediados de los años 70, con el Plan de Inflación 0 de Gelbard que terminó en el Rodrigazo; a principios de los años 80, con la tablita de Martínez de Hoz que terminó con las devaluaciones de Lorenzo Sigaut; a fines de los 80, con el Plan Austral que llevó a la hiperinflación, y se repitió a fines de los 90 con la convertibilidad, que terminó con la crisis de 2001-2002.



Foto:LA NACION

¿Por qué otra vez esta encerrona que nos agobia?

Porque vivimos haciendo lo que el economista Mario Teijeiro ha denominado "populismo industrial": cerrar la economía al comercio para dejar la mesa servida a la industria sustitutiva de importaciones, expropiar al campo y al petróleo con retenciones y restricciones para exportar, y hacer todo el déficit fiscal posible para que la demanda (de consumo) sea el ariete, la punta de lanza del crecimiento económico.

Se trata de un modelo que se sostiene mientras las circunstancias internacionales extraordinarias lo permiten. El agro aguanta mientras el precio de la soja compense el atraso cambiario. La producción de petróleo y gas aguanta gracias a inversiones anteriores, hasta que se desploma la producción. Las exportaciones industriales desaparecen por falta de competitividad y represalias de otros países. Los depósitos y el crédito se sostienen hasta que la inflación y el atraso cambiario hacen de la compra de dólares el único refugio a la expoliación de las tasas de interés negativas. El aumento del gasto público y la presión impositiva se sostienen hasta que circunstancias internacionales inician una contracción económica y el déficit fiscal se torna inmanejable.

El financiamiento monetario y con reservas desde el Banco Central permite una demanda interna pujante hasta que la tasa de inflación comienza a hacer estragos en los bolsillos de los consumidores. Al mismo tiempo, para capear la fuga de capitales, se establecen controles de cambio que generan más incertidumbre, más suba del riesgo país y más fuga de capitales. Así, la crisis se hace difícil de evitar.

El déficit fiscal de 2015 será del orden del 8% del PBI; el atraso cambiario, como realmente hay que medirlo, o sea, como desequilibrio respecto de un tipo real de cambio de equilibrio, es mayor que el de la convertibilidad. Las tarifas de los servicios públicos, en particular, las de energía, están tan atrasadas que las distribuidoras están quebradas. Finalmente, las tasas de interés para los depositantes a plazo fijo, al ser negativas en términos reales, desalientan el ahorro que es la base para el crecimiento sostenido.

El ajuste, que deberá consistir en equilibrar las cuentas públicas, corregir las grandes distorsiones de precios relativos que existen y reinsertar al país en el mundo, es necesario porque hace cuatro años que la economía no crece, la inflación está entre las más altas del mundo, hay suspensiones y despidos de trabajadores, las distribuidoras de energía están quebradas, las economías regionales sufren una de las peores crisis de su historia y ni la soja es rentable ya.

Hay que prescindir de gran parte del empleo público, claramente inoperante (o sea, militancia versus prestación de bienes y servicios públicos para la sociedad), congelar el gasto público remanente, devaluar el peso, eliminar el cepo y anunciar una promesa creíble de que se dejará de emitir para financiar el déficit fiscal residual, para lo cual será necesario financiarse con dólares que podrían provenir de un acuerdo de préstamo con el FMI, que a su vez permitiría recomponer las reservas internacionales del BCRA.

También habrá que ajustar tarifas y poner las tasas de interés en territorio positivo luego de 12 años de tasas reales negativas que han desestimulado el ahorro doméstico y llevado el consumo, base económica del populismo, a niveles insostenibles.

La otra cara de la moneda de este plan de ajuste implica un drástico cambio en la orientación de nuestra política exterior. Tenemos que volver a vincularnos con Occidente y cumplir los fallos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), los fallos del Ciadi (Banco Mundial), los de Griesa (la Justicia estadounidense que Néstor Kirchner y la propia Cristina fueron a buscar para hacer los canjes de deuda de 2005 y 2010) y cerrar el tema con los holdouts.

Sin embargo, los candidatos a presidente no parecerían estar pensando en nada de esto. Lo que sugieren es hacer sólo parte del ajuste. Especulan con que un ajuste parcial provocará un salto de credibilidad y generará un ingreso de capitales que reactivará la economía, terminará con cuatro años de estancamiento y permitirá pensar en las elecciones de medio término de 2017.

Sería algo así como "continuidad con cambio" o gradualismo. A veces, incluso, van un poco más allá y dicen que no hay que hacer ningún ajuste y que con sólo eliminar el cepo y las restricciones para operar con libertad en los mercados, alcanza. Otras sugieren, de manera temeraria, que hay que seguir con el modelo aplicado desde 2003, que sin el Estado presente se retornaría a los ajustes y que por lo tanto hay que aplicar la "continuidad sin cambio". El problema, según esta tesis, es que "el mundo se nos cayó encima", ergo, no hay nada que corregir.

Es irresponsable insistir en un modelo agotado. Nuestra historia demuestra que esa estrategia nos llevaría a una crisis. Es igualmente riesgoso incurrir en el endeudamiento externo como atajo para evitar los costos de equilibrar las cuentas públicas (luchando contra la corrupción y el clientelismo político) y de ajustar los precios relativos (tipo de cambio, tarifas y tasas de interés), porque aunque se tenga éxito, sólo se puede lograr en el corto plazo. A la larga, el desequilibrio fiscal y las distorsiones de precios relativos se volverían a hacer sentir, presionando por más y mayores ajustes. Reeditar lo que pasó durante la convertibilidad no parece el mejor camino.

El ajuste es inevitable si no conseguimos financiamiento externo, so pena de seguir el camino de Venezuela. El ajuste será necesario aun cuando logremos el financiamiento externo que lo postergue, porque no podemos quebrar la parte más sana de nuestro sistema productivo (agro, industria exportadora, petróleo, turismo). Debido a la irresponsabilidad de Cristina Kirchner, el futuro presidente tendrá que elegir entre un ajuste políticamente incorrecto o una continuidad de los desequilibrios que sería económicamente calamitosa.

Economista, presidente de Espert & Asociados

miércoles, 28 de octubre de 2015

Econ 101: Política fiscal

La política fiscal

La política fiscal es la alteración deliberada de gastos o impuestos gubernamentales para ayudar a alcanzar los objetivos macroeconómicos deseables cambiando el nivel y composición de la demanda agregada (DA).

Tipos de política fiscal

Hay dos tipos de política fiscal, discrecional y automática.
  • La política discrecional se refiere a las políticas que se deciden, e implementados, por cambios en la política de una sola vez.
  • La estabilización automática, donde la economía se estabiliza mediante procesos denominados arrastre fiscal y impulso fiscal. Si las tasas de impuestos directos son progresivos, lo que significa que el% de los ingresos, a continuación, un rápido aumento de la renta nacional se desaceleró de forma automática. Arrastre fiscal significa que, como los ingresos aumentan, el impacto del aumento de los ingresos para el mejor se reduce a medida que pagan impuestos proporcionalmente más altos, y el impacto del aumento de los ingresos de los pobres y desempleados se reduce a medida que salen de beneficios, y empezar a pagar impuestos. El efecto es que el aumento de la renta disponible es moderado.

Impulso fiscal

Del mismo modo, una disminución potencialmente rápida y profunda en el ingreso nacional se evitaría por impulso fiscal. Impulso fiscal significa que los ingresos caen en una recesión el impacto de la caída de los ingresos de los más acomodados se suaviza, ya que pagan impuestos proporcionalmente más bajos, y retienen más ingresos después de impuestos.

El impacto de los ingresos cayendo es aumentar el desempleo, pero en lugar de experimentar un colapso total de los ingresos personales, los desempleados y los pobres, reciben beneficios, y gastar más de lo que tendrían sin esos beneficios. Por lo tanto, una desaceleración de la economía es también 'moderado'.


Sin estabilizadores
Con estabilizadores

Gasto gubernamental

Central y local de gobierno - el sector público - gasta el dinero para una variedad de razones, incluyendo:

  1. Para el suministro de bienes y servicios que el sector privado podría dejar de hacer, como bienes públicos, incluidos los de defensa, carreteras y puentes; bienes de interés social, como hospitales y escuelas; y pagos de asistencia social y las prestaciones, incluido el desempleo y la prestación de invalidez.
  2. Para lograr mejoras de la oferta en la macroeconomía, como el gasto en educación y formación para mejorar la productividad del trabajo.
  3. Para inyectar el gasto extra en la macroeconomía, a fin de lograr incrementos en la demanda agregada y la actividad económica.
  4. Para reducir los efectos negativos de las externalidades, tales como el establecimiento de límites de contaminación.
  5. Para subsidiar industrias que pueden necesitar, por una razón u otra ayuda financiera que no estarían disponibles en el sector privado.
  6. Para ayudar a redistribuir el ingreso y lograr una mayor equidad.

El gobierno local es muy importante en términos de la administración del gasto. Por ejemplo, el gasto en el NHS y la educación son administrados a nivel local, aunque las autoridades locales.

Gasto

Las principales áreas de gasto del gobierno del Reino Unido en 2013, que ascendieron a 673.9bn £, fueron bienestar y las pensiones ("protección" social), la salud, la educación, el orden público y la seguridad, y la defensa.

Gasto del gobierno central

Si los ingresos son insuficientes para pagar los gastos, habrá un déficit fiscal. En esta situación, el gobierno debe tomar prestado mediante la venta de bonos a largo plazo o cuentas a corto plazo. Los bonos son títulos a largo plazo que pagan una tasa fija de retorno durante un largo período hasta el vencimiento, tales como 10 años después de su emisión original, y son comprados por las instituciones financieras que buscan un retorno seguro. Gobierno también puede vender Letras del Tesoro, que se emitió en los mercados de dinero para ayudar a recaudar dinero en efectivo a corto plazo. Bills tienen una vida de 90 días solamente, después de lo cual se pagan.

En 2009, el endeudamiento del gobierno del Reino Unido ascendió a £ 175b, que era el equivalente del 25% del gasto total.

El endeudamiento del gobierno local

Las autoridades locales también pueden pedir prestado si sus ingresos combinados del Impuesto Consejo y el apoyo del gobierno central es insuficiente para satisfacer el gasto local.

Si se combinan las necesidades de financiamiento tanto del gobierno central y local, el importe de los préstamos se llama el requisito de efectivo neto del sector público (PSNCR). Los déficit fiscales varían con el ciclo económico.

Durante los períodos de crecimiento económico, el impuesto sobre los rendimientos de subida, y el gasto en prestaciones sociales caer, empujando las finanzas públicas hacia un superávit. Durante los períodos de desaceleración económica, los ingresos fiscales caen y prestaciones sociales aumentan, empujando la economía hacia un déficit fiscal.

Las reglas fiscales

La primera regla fiscal, la regla de oro para borrowing- establecida en 1997 por Gordon Brown - era que el gobierno debe equilibrar sus cuentas durante un ciclo económico, y sólo a pedir prestado para financiar proyectos de capital, tales como la construcción de carreteras. La segunda regla es la regla de inversión sostenible, que declaró que la proporción de la inversión neta y el PIB no debe superar el 40%. Estas reglas se relajaron en 2008 por el canciller Alistair Darling, para permitir que el gasto previsto adelantar en un intento de inyectar el gasto en la economía enferma Reino Unido.

El gobierno de coalición, que llegó al poder en 2010, abandonó estas reglas fiscales cuando se hizo evidente que poseían poca credibilidad en un momento de aceleración de la deuda pública. En un intento por devolver un poco de orden a las finanzas públicas, el gobierno de coalición puso en marcha la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR).

El gasto del sector público

Utilizando el gasto público para estimular la actividad económica ha sido una opción clave para los sucesivos gobiernos desde Keynes. Keynes argumentaba que el gasto público se debe aumentar en épocas de recesión para compensar la caída del gasto privado. Hay dos tipos de gastos:

  1. El gasto corriente, que es el gasto en salarios y materias primas. El gasto corriente es a corto plazo, y tiene que ser renovado cada año.
  2. El gasto de capital, que está gastando en activos físicos como carreteras, puentes, edificios del hospital y equipo. El gasto de capital es a largo plazo, ya que no tiene que ser renovado cada año - también se le llama el gasto en "capital social".


Evaluación del gasto público

Las ventajas


  1. El gasto público puede tener un impacto considerable en el nivel de DA, y compensar las deficiencias en otros componentes de la DA, como una caída en el gasto de los hogares en bienes de consumo y las empresas el gasto en bienes de capital.
  2. Si el gasto es en bienes de capital, entonces la infraestructura se puede mejorar, y esto puede ayudar a mejorar el crecimiento económico.
  3. El gasto en infraestructura también proporciona un beneficio externo al resto de la economía.
  4. El gasto público puede ser objetivo de lograr una amplia gama de objetivos económicos, tales como la reducción del desempleo, el logro de una mayor equidad, la construcción de carreteras, la acción contra la pobreza, y la re-construcción de centros de la ciudad.


Las desventajas


  1. Puede haber un considerable desfase entre los gastos y los beneficios del gasto. Por ejemplo, la decisión de aumentar el gasto en educación se llevará meses para implementar y años y décadas para ver todos los beneficios. De hecho, los beneficios pueden no ser 'vistos' debido a la falta de información.
  2. Al tratar de promover el crecimiento o reducir el gasto público de desempleo puede ser inflacionario, sobre todo si el gobierno tiene que pedir prestado a los mercados financieros o si el gasto es demasiado rápido, por ejemplo, con un aumento en el gasto corriente en los salarios.
  3. Hay un potencial "trade off" entre el desempleo y la inflación, primero analizado por AW Phillips. Si el objetivo de un aumento en el gasto público es la creación de puestos de trabajo no es la gran posibilidad de que se creará la inflación, y el crecimiento en puestos de trabajo sólo puede ser temporal mientras la economía se reajusta al nivel anterior del desempleo.
  4. Una limitación importante para el gasto público en la UE es de miembros del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de un país. Este pacto limita el endeudamiento público a no más del 3% de la renta nacional en un año, y no más de una deuda pública acumulada del 60% del valor de la renta nacional. El objetivo del Pacto de Estabilidad es dejar de países de la zona euro debilitamiento del valor del euro por "impresión de dinero", que ocurre cuando los gobiernos piden prestado a los mercados de dinero. El canciller del Reino Unido ha impuesto una limitación diferente - que el endeudamiento es aceptable si los fondos de capital, en lugar de, el gasto corriente del sector público.


Sin embargo, la crisis financiera de 2008 - 2010 y la recesión mundial subsiguiente, obligaron a muchos países a romper este pacto, ya que pidieron prestado cantidades sustanciales para ayudar a estimular sus economías nacionales. Tal vez el peor de los casos que surgió fue la de Grecia, cuya anual de déficit superó el 12% del PIB en 2009 (cuatro veces el límite pacto), y cuyo acumulado déficit se prevé llegar a 135% del PIB en 2011 (el doble del límite acordado). La situación de Grecia se hace especialmente peor dado el tamaño de su economía sumergida, estimada en más del 30% del PIB. (Fuentes: The Guardian y The Telegraph).

Los ingresos y la política fiscal

El gobierno central y local debe aumentar los ingresos con el fin de cumplir con sus compromisos de gasto. Los ingresos se levantó de una serie de fuentes, entre ellas:

Tributación

Los impuestos directos, como el impuesto sobre la renta y el impuesto de sociedades y los impuestos indirectos, como el Impuesto al Valor Agregado (IVA), son las principales fuentes de ingresos para el Tesoro del Reino Unido.

Seguro Nacional

Seguro nacional es una contribución obligatoria a partir tanto el empleador y el empleado para proporcionar a los trabajadores un salario mínimo de inserción durante los períodos de desempleo.

Cargos

Tanto el gobierno central y local puede cobrar por el uso de los recursos bajo su control, tales como tasas de aparcamiento, cargos de prescripción, y las licencias de televisión.

Privatización

La venta de activos estatales, tales como los servicios públicos como el gas, el agua y la electricidad, en el pasado ha proporcionado ingresos "golpe de suerte" para el gobierno británico. La venta de los derechos de propiedad es una fuente similar de ingresos, como la venta de licencias a las emisoras y empresas de telefonía móvil por el derecho a utilizar las "ondas" públicos.

Endeudamiento

El préstamo se ha convertido en una fuente cada vez más importante de financiación para muchos gobiernos. Si un gobierno no tiene suficientes ingresos para financiar sus planes de gasto, puede pedir prestado a los bancos comerciales o el público por la venta de valores a corto plazo, denominados proyectos de ley, y los títulos a largo plazo, llamados bonos. Tanto el gobierno central y local puede tener que endeudarse fuertemente de vez en cuando para financiar los compromisos de gasto.

Ingresos de gobiernos locales

Las autoridades locales en el Reino Unido tienen el poder de aumentar los ingresos a través de un impuesto local llamado Impuesto Consejo. Sin embargo, impuestos municipales no cubren todo el gasto local y las autoridades locales suelen ser subsidiados por el gobierno central a través de una subvención. Se ha propuesto la Reforma de las finanzas de las autoridades locales, con las siguientes opciones están considerando:

  1. Un impuesto sobre la renta local
  2. Un impuesto de ventas o cargos locales específicas, tales como la tasa de congestión de Londres

Cambio de las tasas de impuestos

Los impuestos pueden subir o bajar para controlar o expandir el gasto de los hogares, y AD. Impuesto sobre la renta se puede ajustar en un número de maneras, como mediante el cambio:

  1. La asignación libre de impuestos - todos los perceptores de ingresos se les permite ganar una cantidad de ingresos antes de que empiecen a pagar impuestos. Por ejemplo, el mínimo exento del impuesto personal en el Reino Unido para el 2014 fue de 10.000 £. Por lo tanto, para estimular la demanda, esto podría ser aumentada para dar los hogares más ingresos disponibles.
  2. La tasa de impuesto básico - que en 2014 fue del 20%. Tasa básica significa que la tasa que afecta a la mayoría de los perceptores de ingresos.
  3. El número de bandas de impuestos - por ejemplo, antes de 2009 había tres bandas de: 0 - £ 2,320 de la renta imponible del ahorro se grava al 10%; 0 £ - 34.800 £ 34.800, tributará al 20% de impuestos, y más de £ se grava al 40%, que es la tasa de impuestos más alta. Mediante la adición de nuevas bandas inferiores o superiores al nivel de consumo y de la distribución del ingreso puede ser alterado. En 2014 se añadió un nuevo tramo impositivo más alto de 45% para las personas que ganan un ingreso gravable más de 150.000 £.
  4. El rango de los ingresos en cada banda - cada banda podría ser ampliado o se redujo al aumentar o reducir el rango de ingresos en cada banda.


Evaluación de la política fiscal

Las ventajas


  1. Los impuestos indirectos pueden ser dirigidos muy específicamente a la conducta alterando, como quien contamina, paga impuestos, y los impuestos sobre los bienes de demérito.
  2. Tributación puede estabilizar la macroeconomía de forma automática, a través de la fricción fiscal y de impulso.
  3. Cambios discrecionales en los impuestos directos pueden ayudar a regular la demanda agregada.
  4. Los impuestos y el gasto social también se puede utilizar para ayudar a reducir la brecha de ingresos entre ricos y pobres, reducir la pobreza y ayudar a promover la equidad.


Las desventajas


  1. Cambio de las tasas de impuestos, subsidios y bandas, es un negocio muy complejo, sobre todo en comparación con la evolución de las tasas de interés. Debido a esto los cambios son relativamente poco frecuentes, con ajustes solamente pequeños están realizando cada año en el presupuesto anual.
  2. Los hogares pueden aumentar o reducir sus ahorros siguientes cambios en los impuestos, por lo que el efecto sobre el gasto de los hogares de un aumento o disminución de los impuestos pueden ser débiles.
  3. Puede haber considerables desfases entre el cambio de los impuestos y los cambios en el gasto de los hogares.
  4. Impuestos más altos pueden tener un efecto disuasorio sobre el trabajo y la empresa, ya que algunas personas alteran su percepción de los costos y beneficios relativos de trabajo, en comparación con el ocio.


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