El peor número de inflación del año: la mirada de 10 especialistas sobre el problema que el Gobierno no puede solucionar
En diciembre se registró la suba mensual de precios más alta desde junio del año anterior
Por Carlos Arbia ||
Infobae
carbia@infobae.com
El cierre de 2017 fue la suba mensual de precios más alta desde junio del año anterior. El Índice de Precios al Consumidor Nacional tuvo en diciembre un salto de casi dos puntos porcentuales en comparación con el mes previo (1,4%), y también con el registro de un año atrás (1,2%), a 3,1% con una suba anual del 24,8 por ciento.
Tal como muestra un reciente trabajo del economista Ramiro Castiñeira, desde 1944 la Argentina ha tenido inflación de dos dígitos -como la que ha vuelto a tener desde 2005- durante 44 años; de tres dígitos durante 15 años; y de un solo dígito solo 13 años. Tuvo dos años -1989 y 1990- inflación de cuatro dígitos llegando en julio de 1989 a superar el 5000% anual. Explica además ese trabajo que el 80% de los últimos 74 años Argentina ha tenido una inflación entre 6 y 10 veces la internacional. Pero Castiñeira también señala que no es para nada casual sino causal que, en el mismo período, más del 90% del tiempo el Estado haya tenido déficit fiscal gastando más de lo que recauda. La inflación en Argentina es un fenómeno fiscal y en el 2017 la nación quedó segunda en América Latina detrás de Venezuela, con un récord del 2600 por ciento. El ejemplo de la región este año fue Brasil con una tasa de inflación del 2,95% anual.
Para explicar el futuro de la inflación, sus causas y por qué el número es alto en la Argentina, Infobae convocó a 10 de los principales consultores económicos del país para que den su visión. Los economistas Javier Milei, de Fundación Acordar; José Luis Espert, director de Espert & Asociados; Roberto Cachanosky, economista y columnista de Infobae; José Siaba Serrate, director de Siaba Serrate & Asociados; Diego Giacominni, director de Economía & Regiones; Agustín D'Attellis, director de D'Attellis y Asociados; Lorenzo Sigaut Gravina, economista jefe de Ecolatina; Marcelo Elizondo, director de DNI; Fausto Spotorno, director de Ferreres & Asociados; y Dante Sica, titular de Abeceb, opinaron para este medio acerca de uno de los problemas más graves de Argentina.
Javier Milei: "La intromisión de la política representa unos 7 puntos en la inflación de 2017"
Entonado por el triunfo electoral, el día 28 de diciembre el Poder Ejecutivo decidió avanzar sobre la independencia del BCRA, pero en el fondo el mercado apoyó al presidente de la entidad, Federico Sturzenegger, a punto tal de erigirlo como "el Hombre-Ancla", lo cual de cara al futuro debería imponer límites muy fuertes a los avances de la irracionalidad económica del ala política. Lo que se debe entender es que desde hace años hay inflación en Argentina y que se trata de un problema estrictamente monetario consecuencia de la emisión de pesos para financiar el abultado déficit fiscal.
La inflación de diciembre en la Ciudad de Buenos Aires fue del 3,3 por ciento, por lo cual la tasa de variación de precios durante el año 2017 se ubicó en el 26,1 por ciento. Dicha tasa implicó un desvío del 53,5% respecto del techo de la meta del 17%. El desvío en cuestión puede explicarse por una serie de errores: algunos de ellos caen en la órbita del BCRA y otros en la Jefatura de Gabinete. Respecto a los errores del Banco Central, la mutación del sistema de metas de inflación mediante el uso de agregados monetarios hacia la tasa de interés durante el último trimestre de 2016 hizo que la cantidad de dinero se determinara en forma endógena, por lo que frente al aumento de la demanda por (i) recomposición de saldos reales después de la caída de abril, (ii) estacionalidad de Diciembre-Enero y (iii) el blanqueo de capitales, el BCRA expandió la cantidad de dinero leyendo el aumento en cuestión como permanente y al revelarse el mismo como transitorio implicó una convalidación de mayores precios.
Por otra parte, durante los meses de junio y julio, cuando se produce un salto de la demanda de dinero por el pago del medio aguinaldo, el BCRA, en lugar de dejar fija la cantidad de dinero, la aumentó nuevamente y con ello la meta se volvía casi imposible de ser cumplida, especialmente con las subas de tarifas que bajo el esquema monetario del BCRA se vuelven parte de la inflación (la endogeneidad de la cantidad de dinero se torna convalidante).
No todos los errores cayeron del lado del BCRA. El neokeynesianismo de una parte del Gobierno jugó un papel importante también.
En enero de 2017, el Gobierno decidió echar del Banco Nación a Carlos Melconian y nombró a Javier González Fraga. Así, el BNA, que a inicios de 2017 tenía una posición en LEBAC de $150.000 millones, de no haberse embarcado en un jubileo crediticio y con la cantidad de dinero creciendo al 30% debería haber mostrado una posición en el instrumento de $200.000 millones. Sin embargo, fruto de esa especie de populismo crediticio, la posición es de $100.000 millones, lo que implicó una expansión de la cantidad de dinero desde el segundo trimestre del año del 13 por ciento. Por ende, dado que bajo el esquema monetario actual los rezagos de la política monetaria caen a tres meses, ello significa que la intromisión de la política explica cerca de 7 puntos porcentuales de la inflación de 2017. Puesto de otro modo: si la política no hubiera metido la cola, la inflación hubiera sido del 19 por ciento, un número muy cercano al techo de la meta original.
José Luis Espert: "La inflación en Argentina tiene un origen fiscal"
La inflación de 2017 terminó en 25 por ciento, cifra similar a la que Argentina viene teniendo desde hace 11 años, salvo 2009 por lo baja y 2014 y 2016 por lo altas debido a las devaluaciones de principios de esos años (es poco serio comparar la inflación de 2017 contra la de 2016 para forzar la afirmación que "ha bajado fuerte"; 2016 fue el año de la normalización en modo shock del desastre monetario-cambiario de Cristina y el comienzo del ajuste tarifario).
Puesto en forma extrema (como mínimo omitiendo toda dinámica), los ajustes de tarifas, dólar y salarios causan subas en el nivel general de precios. Ésta provoca un aumento en la demanda nominal de dinero que a su vez causaría una caída en el nivel de actividad (hay distintas teorías de ese mecanismo de trasmisión que no discutiré acá) salvo que la mayor demanda de dinero sea satisfecha por mayor oferta (de dinero). Esta mayor oferta de dinero que valida la suba de precios aparece por el financiamiento monetario de los déficits fiscales que hace el BCRA (poco importa si el BCRA emite pesos contra Adelantos Transitorios como en épocas kirchneristas o contra dólares de la deuda externa que el gobierno le entrega a cambio de pesos como ahora; se emiten pesos sin una necesaria contrapartida de demanda).
Pero esto es sólo una cuestión de corto plazo. A la larga, para que haya inflación tiene que haber emisión, que en esencia está causada por el financiamiento monetario de los déficits fiscales. O sea, la inflación en Argentina tiene un origen fiscal. Más que una relación dinero-precios se podría hablar de una relación déficit-precios.
El crecimiento de la cantidad de dinero por encima de la demanda real de dinero no podría traer otra cosa que inflación. Hoy seguimos con una inflación kirchnerista del 25% anual a pesar que, a diferencia del kirchnerismo, la economía y la demanda real de dinero crecen. ¿Qué pasa entonces? Por un lado, la cantidad de dinero crece más (mirar los pasivos monetarios amplios del BCRA con Lebacs y el crédito al sector privado expandiéndose entre 35 y 45% anual) que la demanda debido al financiamiento monetario del déficit fiscal y por otro, hay una validación monetaria de los ajustes de tarifas, de tipo de cambio y de salarios. O sea, hoy, además de la habitual causalidad dinero-precios por el financiamiento monetario del déficit fiscal(y el fuerte crecimiento del crédito bancario), se emite como"consecuencia" de la suba de precios.
Roberto Cachanosky: "La razón de esta fenomenal expansión monetaria está en los dólares que el BCRA le compra al Tesoro por la deuda que este toma para cubrir el déficit fiscal"
La batalla contra la inflación va a ser uno de los grandes desafíos de 2018. Si bien el Gobierno muestra que la inflación bajó del 45% anual que alcanzó como pico en el tercer trimestre de 2016, al 25% actual, lo cierto es que en ese punto hay un truco estadístico. Como dice Mancur Olson en su libro Auge y Decadencia de las Naciones: "Hoy en día los economistas disponemos de tal herramental matemático, estadístico y econométrico que podemos torturar los números hasta que confiesen lo que queremos".
Si uno observa la evolución del IPC de los últimos seis meses puede advertir que la inflación no está bajando, sino que se mantuvo estancada en torno al 24% anual aproximadamente en cinco, pero se aceleró en diciembre a casi 25%, con 3,1% en el mes, en ese caso una vez y media más que un año antes. La inflación de 2 dígitos anuales viene de la era k desde 2007. Basta con ver las tasas de crecimiento del circulante, la expansión primaria del BCRA, y se advierte claramente que está en un piso del 25% anual, llegando a superar el 40% anual y en los últimos 6 meses está por encima del 30% anual. La razón de esta fenomenal expansión monetaria está en los dólares que el BCRA le compra al tesoro por la deuda que este toma para cubrir el déficit fiscal y luego por los adelantos transitorios.
Con semejantes tasas de expansión monetaria, es inevitable que estemos entre los países que más inflación tienen y el segundo en mayor inflación en Sudamérica. La causa es simplemente el déficit fiscal que no permite tener disciplina monetaria ni a fuerza de colocar altas tasa de interés.
Considerando que el nuevo IPC Nacional no tiene suficiente historia para ver la perspectiva anual, se puede tomar el IPC Congreso de los últimos 13 meses y se ve claramente que la inflación quedó estancada en el orden del 23/25 por ciento anual en los últimos seis meses. Y si uno observa la inflación núcleo, es decir, la inflación que no contempla precios regulados, o con alto componente impositivo o volatilidad en sus precios, también se verifica un estancamiento en la tasa de inflación núcleo de los últimos 7 meses, donde queda boyando en un piso del 1,3% mensual, lo cual asegura un piso de inflación anual del 17 por ciento. Ya estaría superando la inflación del 15% pronosticada pocos días atrás si no se quiebra esa tasa núcleo mensual.
Jose Siaba Serrate: "Todo apunta a un banco central dispuesto a correr de atrás a la inflación"
La inflación del 2017 quedó muy por encima del techo del rango meta (17%), aún si se excluye el efecto del cambio de precios relativos pero no muy lejos de los registros de expansión de base y agregados monetarios de casi un 26 por ciento, y muy inferior si se considera la evolución núcleo. También muy inferior a un elemento singular que tuvo 2017, y al que no se le asigna su rol cabal en relación con la marcha de la inflación, como fue la explosión de crédito bancario (en pesos y dólares) al sector privado superior al 50 por ciento. Y lo mismo vale decir con respecto al incremento del crédito originado vía ANSES, presuntamente con fuerte impacto en el gasto de consumo no durable.
La inflación de diciembre tanto con el IPC Nacional (+3,1%) y IPCBA de la Ciudad de Buenos Aires fueron elevadísimas. Sin embargo, son observaciones "outliers", fuera de rango, debido (principalmente) a la intensidad del shock de ajuste de tarifas, y, por ende, se debe relativizar su evaluación. El problema es que la inflación núcleo se contagió con lecturas muy altas que implican un ascenso brusco con respecto a la tendencia de arrastre, pero que también hay que tomar con pinzas (porque es imposible evitar efectos de segunda vuelta ante aumentos puntuales de tarifas tan fuertes). ¿Qué es lo que cabe esperar en 2018? ¿Qué tan accesible es la nueva meta puntual de 15%? La digestión de un cronograma de significativos ajustes de taras, muy concentrado en el inicio del año, obligará a esperar hasta que se complete el mismo para detectar una desaceleración sensible de la inflación. La política monetaria cambió tras la mudanza de metas, y apunta a una rápida implementación de tasas de interés más bajas, lo que en principio supone una menor capacidad de contención de eventuales presiones alcistas. Ello le confiere a la política de ingresos – en especial, a la negociación de paritarias – un papel más relevante en la determinación de la tasa de inflación de 2018. No está claro, si los aumentos pactados superan en mucho a la meta, cómo va a lograr la política monetaria que la inflación se acerque a la meta, y no que suceda al revés, que sean las paritarias las que definan, de movida, las expectativas de inflación. Todo apunta a un banco central dispuesto a correr de atrás a la inflación, celoso en lograr la convergencia de la tasa de inflación con sus metas, pero con un arsenal sujeto a limitaciones como para que ello ocurra en tiempo y forma, y sin retrasos. Si el equipo económico adoptase un cambio de policy mix (factible en un año no electoral) podría corregir estos desvíos, al menos parcialmente. Una política monetaria más laxa acompañada por una política fiscal más dura aparece como un mejor enfoque para conseguir el cumplimiento de la nueva meta del 15% (y la consecución de otros objetivos que se vislumbran en la trastienda como ser un crecimiento saludable y una moderada depreciación cambiaria).
Diego Giacominni: con esta inflación de diciembre no hay lugar para seguir bajando la tasa de interés de referencia del BCRA.
Mas allá del horrible número de diciembre hay que destacar que la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno estrictamente monetario. De acuerdo con la teoría, la inflación tiende a converger al valor equivalente al aumento de la oferta monetaria por sobre el incremento de la demanda de dinero, que aumenta de la mano del crecimiento de la economía. Ergo, hay inflación cuando el Banco Central emite "de más". En Argentina, los números confirman fuertemente la Teoría. Entre diciembre 2017 y diciembre 2011 se acumula una inflación de +397 por ciento, según IPC Congreso. Paralelamente, la expansión de base monetaria ascendió a +365 por ciento. Entre 1942 y 2015, la inflación ascendió a +148% promedio anual, mientras que la base monetaria creció al +151% promedio anual. En la región, los números son parecidos hasta mediados de los '90s. Entre 1960 y 1995 la inflación promedió +133% anual y la base monetaria creció +135%. Luego, nuestros vecinos aprendieron la lección; y ambos números bajaron a +9% y +15% promedio anual, respectivamente.
Mientras no aprenda esta lección, la Argentina seguirá teniendo alta inflación. En 2017 la base monetaria creció a un ritmo de +27,6% anual y la inflación acumuló +24,9%. La dominancia fiscal hace que el BCRA emita "de más" y haya un sobrante de dinero que se traduzca en elevada inflación. En los últimos 18 meses el BCRA emitió el equivalente del 57% (+$506.395 MM) de la base monetaria para asistir directamente al Tesoro (+$128.580 MM) o para comprar los dólares de la deuda ($394.757 MM) del sector público. El BCRA intenta limpiar este sobrante de dinero colocando LEBACs. El problema es que la tasa de interés real está constante y cada vez se crean menos LEBACs, aumentando la cantidad (no deseada) de dinero; y así se generá más inflación y suba del dólar que, convalidación monetaria mediante, se traslada a precios. En este marco, hay que estarle "encima" a cada una de las licitaciones de LEBACs y prestar atención a qué sucede con la cantidad de dinero. Si en cada una de los vencimientos de LEBACs hay significativos aumentos de la cantidad de dinero, la inflación no se desacelerará o (inclusive) se acelerará; y el dólar subirá más. Eso indicaría que no hay nada de lugar para bajar la tasa. Por el contrario, mostraría que la política debería ser mucho más contractiva y endurecerse; caso contrario el exceso de dinero se limpiará con mucho más inflación.
Agustin D'Attellis: "Este aumento de la inflación muestra el rotundo fracaso de la política monetarista y especulativa de este Gobierno"
El dato de inflación de diciembre (3,1% mensual), que cerró el año en 24,8% es la evidencia del rotundo fracaso de la política implementada los últimos dos años por el BCRA. La concepción monetarista de la inflación, encarnada en el gobierno por Federico Sturzenegger, acumula ya dos años de muy altas tasas de interés, que fomentan la especulación financiera a la vez que actúan en detrimento de cualquier tipo de inversión productiva, y condiciona el crecimiento económico, al debilitar también el consumo interno. Asimismo, esta misma política incrementó a niveles muy preocupantes la vulnerabilidad de la economía frente a los volátiles flujos de capitales especulativos internacionales. Al igual que en los '90, un resfrío en el sudeste asiático puede producir una neumonía en las pampas. El stock de Lebac, que ha superado cómodamente el billón de pesos, actúa como una amenaza latente para la posibilidad de una devaluación abrupta del peso, dado al atraso cambiario generado por la propia atracción de capitales especulativos. Muchos costos a la vista, para ningún beneficio.
El único objetivo de todo esto era el control de un proceso inflacionario, que cierra el 2017 en el mismo nivel que se registró en 2015. Se adoptó un esquema de metas de inflación, que fijó un tope en 17% para 2017, y resultó superado en un 50 por ciento. Para el 2018 el propio BCRA fijó una meta de 10% de inflación, con tope en 12 por ciento, para modificarla a un 15% antes del inicio del año, minando así su base de sustentación, que es justamente la confianza en la propia meta. La inflación núcleo que sigue de cerca el presidente del BCRA, desligándose del aumento en los precios de bienes o servicios regulados, aumentó desde 1,3% en noviembre hasta 1,7% en diciembre, demostrando que la inflación no es un fenómeno estrictamente monetario, sino algo mucho más complejo, que el gobierno subestimó. Hoy los datos corroboran el fracaso, mientras preocupa la insistencia en profundizar el rumbo.
Lorenzo Sigaut Garfigna: "El peligro es que en diciembre pasado se aceleró el aumento de la inflación núcleo que sigue el BCRA"
Con el número de diciembre se registró la inflación más alta del 2017 y es ademas la mayor variación mensual de todo el año. En consecuencia, la inflación alcanzó 24,8% el año pasado, 7,8p.p. por encima de la banda superior de la meta del Banco Central (12-17% para 2017). Detrás del salto registrado en diciembre se encuentran los fuertes aumentos tarifarios. Las subas a nivel nacional del 30-40% en las tarifas de gas y electricidad, respectivamente, junto a los incrementos de 6% en los servicios de medicina prepaga y de 5% en los combustibles se combinaron para que los precios Regulados crezcan 9,1% en el mes, aportando casi 2 p.p. a la inflación de diciembre.
La elevada inflación registrada en diciembre (3,1%) muestra que el proceso de desinflación aún no está consolidado: en los meses que hay ajuste de tarifas de servicios públicos (para bajar los subsidios económicos) la suba de precios se acelera. Lo notable del caso es que en el últimos mes del año sufrimos más inflación (3,1%) que Brasil a lo largo de todo el 2017 (+2,95%). En la próxima sección analizaremos de forma general los principales drivers de la inflación observada durante el año pasado.
Determinantes de la inflación en 2017 Como se mencionó, la inflación del año pasado cerró en 24,8% a nivel nacional. Dado que el IPC Nacional elaborado por el BCRA (con datos provinciales y del GBA a partir de abril de 2016) alcanzó 36,6% en 2016, esto implica que la inflación se redujo casi 12 p.p. el año pasado. Sin embargo, la suba de precios se ubicó en el promedio de los últimos diez años. La inflación núcleo (variable clave para el BCRA a la hora de definir su política de tasa de interés), se aceleró respecto del promedio de los cuatro meses previos (+1,4%), lo que podría demostrar una reacción de los formadores de precios ante el corrimiento del dólar (+8,0% promedio mensual).
Por último, los precios de bienes y servicios Estacionales prácticamente no se movieron: registraron un alza de apenas 0,3% en el último mes del año evitando una mayor inflación. Por otro lado, la desagregación del IPC Nacional en seis regiones permite observar que la inflación en diciembre fue aún mayor en el Gran Buenos Aires: el Nivel General creció 3,4%la mayor variación desde junio de 2016. Sin embargo, a pesar de que la mayoría de los usuarios sufrieron incrementos promedio de 45% en la tarifa de gas y de 38% en la tarifa de electricidad, por encima de las subas en el resto del país, los precios regulados crecieron 8,9% (-0,2 p.p. que a nivel nacional). Esto demuestra que el factor detrás de la aceleración en este ámbito geográfico fue la aceleración del IPC Núcleo, que creció 2,0% en el mes, exhibiendo también un incremento superior al promedio de los últimos tres meses (+1,4%). Pese a que 2017 fue un año electoral, el Ejecutivo prosiguió con la gradual corrección del atraso tarifario heredado: los precios de bienes y servicios Regulados registraron a nivel nacional, un incremento de 38,7%. Dicha alza es sensiblemente menor a la registrada en 2016, pero claramente superior al resto de las variables nominales de la economía, ya que el año pasado el tipo de cambio oficial trepó menos de 20% y el alza salarial no superó el 30 por ciento.
Marcelo Elizondo: "La rebeldía a bajar de la inflación argentina es persistente y tiene orígenes estructurales"
La inflación de diciembre (3,1%) es alta. Es más que lo esperado y consolida a Argentina como uno de los 5 países con más inflación del planeta. La rebeldía de la inflación local es persistente. Sus causas son varias: en primer lugar, los ajustes necesarios de precios relativos (los ajustes de tarifas garantizan un piso alto -este rubro subió 55% y los de transporte y comunicaciones 34% en el año-).
Además subsisten las dificultades políticas para moderar la política fiscal (especialmente con impacto en el déficit financiero) y la monetaria. El gasto público y el déficit de presupuesto siguen siendo los grandes enemigos argentinos. Por otro lado en 2017 hemos tenido, una vez más, una economía con escasa competencia, lo que es herencia de baja tasa de inversión durante muchos años y, pese a que crecen las importaciones, aun un nivel de apertura muy menor a la media regional.
También aún existen excesivas regulaciones y persistente influencia de factores de poder económicos disfuncionales. Este elevado índice supone expectativas más altas para el inicio de 2018, Y también la necesidad de avanzar en reformas estructurales. Estabilidad, simplicidad y baja aleatoriedad son requisitos del desarrollo. Y una menor inflación será un auxilio para la mejora en la competitividad sistémica.
La inflación es un problema sistémico y el problema también es que no lleguen inversiones para aumentar la oferta de bienes y servicios. Hay una lluvia que viene que son de dólares financieros. Muchos empresarios se han quejado por el atraso cambiario que en parte se da por el ingreso de dólares financieros, sobre todo para financiar el sector público y a empresas privadas. Pero donde no hay lluvia es en la economía real. Allí no hay lluvia de dólares. El año pasado sólo llegaron USD 6.000 millones en inversión directa extranjera. Es un número más bajo que el de Chile que recibió USD 11.000 millones, o Brasil que recibió USD 50.000 millones. Esto es porque Argentina tiene una historia. Entonces los inversores buscan sólidos argumentos de que la historia no se va a repetir. Buscan un buen motivo para venir a invertir. Ademas, Argentina es el país de la región con más alta presión tributaria, con una tasa de interés alta, con regulaciones complejas; todavía es una economía muy cerrada comparada con la región.
Fausto Spotorno: "El dato de diciembre refleja una política monetaria que resultó ser más expansiva de lo necesario para cumplir la meta del 17%"
El dato de inflación de diciembre tiene muchos condimentos. Por un lado, es el reflejo de haber pospuesto algunos aumentos para después de las elecciones. Eso explica la diferencia de 1 punto entre la inflación núcleo y la inflación total. Es cierto que la núcleo se aceleró un poco, pero eso se explica en parte por el servicio doméstico y otros servicios que no están dentro de regulados, así como aumentos propios de las fiestas.
Pero también el dato de diciembre refleja una política monetaria que resultó ser más expansiva de lo necesario para cumplir la meta del 17 por ciento. De hecho, la inflación termino siendo de 24,8% a nivel Nacional y eso está explicado por el crecimiento de los agregados monetarios. De hecho la Base Monetaria creció entre los promedio de diciembre 24,2% y el M2 que mide el dinero en circulación más otros medio de pago como las cajas de ahorro o cuentas corrientes se expandió al 29% anual en el mismo período.
En este contexto, el Presidente del BCRA hace bien en ser cauteloso en materia monetaria de cara al 2018. En especial teniendo en cuenta que el contexto para bajar la inflación es algo hostil, en primer lugar por la inercia inflacionaria y por la recomposición tarifaria. Estos resultados dejaron en claro que la inflación es un bicho mal al que no hay que dar por muerto.
Dante Sica: "Con estos números de diciembre se anticipa un trimestre muy caliente en materia de inflación y será complejo cumplir la meta del 2018"
El número de diciembre muestra que el 2017 cerró con una inflación cercana al 25 por ciento, una muy mala noticia para el Gobierno luego de reducir la tasa de interés de referencia del BCRA. Se esperaba una aceleración de la inflación por los ajustes de tarifas. Pero no sólo cobraron fuerza los precios regulados, sino que incidió la estacionalidad del mes y que la inflación núcleo no cedió. A la suba de tarifas, se sumaron los aumentos de combustibles, la medicina prepaga y los salarios del servicio doméstico. Es cierto que la moderada baja de la tasa de interés de referencia dispuestas recientemente (pese a las expectativas del mercado) adelantaba este resultado de una inflación que mantiene la tendencia descendente, pero a un ritmo más lento. Hacia adelante habrá que seguir de cerca las expectativas y el ajuste de precios relativos, con un primer trimestre que se anticipa caliente y con un largo camino por recorrer en este proceso arduo de desinflación.
De todos modos creo que es bueno que el Gobierno haya puesto en blanco sobre negro un problema que venía arrastrando desde todo 2017 que era la descoordinación entre las metas de política fiscal y de política monetaria. Era como si un avión volara con dos turbinas que funcionan a distinta velocidad, y por tanto avanzaba de manera torcido. Eso generaba una fortísima presión en el corto plazo sobre dos variables claves: tasa de interés real y tipo de cambio. ¿Cuál era el riesgo? Que lo veía para más entrado 2018 porque claramente las metas inflacionarias para 2018 de años anteriores eran incumplibles, el consenso del mercado la ubicaba muy por arriba, y que el Banco Central en lugar de bajar las tasas de interés las volviera a subir, que era lo que tenía que haber hecho, con lo que hubiera generado mayor apreciación del tipo de cambio, con el riesgo de que fuera absorbiendo la ganancia de competitividad que venía consiguiendo el Gobierno con las reformas tributaria, fiscal y, previsional, que tanto le costó.