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martes, 8 de marzo de 2016

Empleo público: El eterno haragán argentino

El eterno karma del empleo público argentino

Relato del Presente

Increíble mamerto que llegó al MEcon
Ahora que estamos todos entretenidos en el debate de si tenemos que seguir cumpliendo con nuestro deber de argentinos mal informados y brindar soluciones al planeta para que arreglen problemas que no tenemos ni idea de cómo ocurrieron, o tan sólo quedarnos con la duda existencial de si es misógino o no desearle feliz día de la mujer a las mujeres, podemos volver a hablar de cosas realmente importantes, como el brutal ajuste del 1% del PBI, el reemplazo del nepotismo K por el acomodo necesario de los parientes de los nuevos funcionarios, la pasión de Axel Kicillof por el sexo masoquista en público, o que personas que aún pretenden dilapidar recursos públicos mangueando aviones para hacer la revolución, sean las defensoras de cosas que no entienden, como el empleo público.

El empleo público es uno de esos temas a los que le venía esquivando desde hace rato porque no hallaba la forma de dar una opinión al respecto sin terminar con un pedido de ejecución inmediata en el lugar del mundo en el que me encuentre. Sin embargo, luego de que terminara dando mi opinión ante una pregunta que me hicieron en un programa de radio, y que derivó en una bello y civilizado contrapunto con Gabriel Solano del Partido Obrero –que finalizó con un piquete en la esquina de Guido y Uruguay–, creo que no hay nada peor que la autocensura.

Pensé mucho en cómo abordar este tema sin herir susceptibilidades hasta que caí en la cuenta de que, desde que Lubertino reformuló el Inadi y la lengua castellana, y la comprensión de texto del argentino promedio lo lleva a suponer que una prueba Pisa es una cata de jamón y morrones, acá podemos encontrar un ofendido aunque hablemos del tejido crochet. Pero vamos a intentarlo de todos modos.

Antes que nada, soy un exempleado estatal que cumplió funciones en el Poder Judicial y en poderes ejecutivos no nacionales bajo administraciones de distintas banderas ideológicas y partidarias. En buena medida, algo entiendo de lo que hablo. La primera vez que me despidieron tenía 18 años. La segunda, 23 eneros. La tercera, 26 y un hijo recién nacido. Para la cuarta ya contaba con 28 años. A los 31 descubrí que podía meter quinta y sexta en una semana –tenía dos laburos, uno privado, otro estatal–,  más exactamente, en tres días. En ninguna de esas ocasiones tuve tiempo de hacer quilombo: en el mismo instante en que me rajaron, salí a buscar laburo. Algunas veces conseguí enseguida, otras pasé meses sin pegar una  y hubo un período nefasto de tres años con laburos esporádicos. De todos modos no me puedo quejar, ya que la única vez que conseguí la planta permanente, terminé renunciando, lo que debería haber derivado en un proyecto de ley para colocar una placa conmemorativa del increíble suceso.

Por una cuestión lógica –tengo 34 años– cinco de mis seis despidos se dieron en la década más mejor de la historia de la Via Láctea y galaxias cercanas. En algunas lloré, otras fueron un alivio similar a cuando te deja esa persona a quien te da cosa cortarle. Y tres de esos rajes fueron en el Estado.

Las reglas son claritas y todos lo sabemos desde el minuto cero: te vas a tu casa por la misma puerta que se va el funcionario que te firmó el nombramiento, y probablemente sea el mismo día. Y si te quedás, probablemente obedezca a una cuestión de suerte, falta de recursos humanos –en el Estado, la capacidad de los recursos humanos es inversamente proporcional a la cantidad de empleados– o a la lógica del esfuerzo: la famosa y siempre desconsiderada meritocracia.

Y ya que hablamos de lógica, sentido común y otros arcaísmos en desuso, también deberíamos recordar un detalle no menor, que son aquellos que están cobrando lo que no merecen –del español “hacer mérito para ser digno de algo”– y que son conscientes de eso. No, no me refiero a los ñoquis, si no a los que forman parte de planteles cuya relación entre cantidad y necesidad es insólita, y lo saben. Por ejemplo: en una mesa de entradas de una dirección de línea del gobierno nacional rajaron a 50 personas de un total de 120. Un numerazo se mire por donde se mire, salvo que algunos van a hacer hincapié en el medio centenar de despidos y otros pueden llegar a colapsar cardiovascularmente luego de caer en la cuenta de que una mesa de entradas tenía 120 empleados.

oficinaEl karma no es exclusivo de los poderes del Estado más politizados. Uno pasea por el edificio de Tribunales y se encuentra con un ascensorista. Sí, una persona que cobra un sueldo de casi 30 mil pesos –ahá– por tener el expertise y el know-how para poner en funcionamiento esa compleja maquinaria de ingeniería y que impide que el común de los mortales sepa cómo apretar un botón con un número que, casualmente, se corresponde con el piso al que queremos dirigirnos. Dios los bendiga por su tarea.

Y en los tres poderes se da una conducta habitual entre los empleados, que para lo que les conviene son capaces de convertirse en guerrilleros por la igualdad de los trabajadores, pero cuando es necesario aplican el derecho de castas con tal de que entre a laburar el hijo, un sobrino, un nieto, la amante o el que les consigue las drogas a buen precio.

Guillermo O’Donnell sostenía que “el gran desafío de la ciudadanía es recordar exigentemente a los poderes del Estado que ellos son nuestros y que, por lo tanto, son para nosotros”. El tema es que se nos mezclaron los tantos que el “para nosotros” lo tomamos como que podemos hacer con él lo que se nos cante. Como en Argentina tenemos el lóbulo frontal atrofiado de tanto onanismo biempensante, nos olvidamos que el Estado no es un ente corpóreo destinado a la beneficencia, si no que lo mantenemos entre todos desde que el contractualismo social sentó las bases para los países modernos. Por si es difícil de entender, vamos al ejemplo práctico: Si usted, estimado lector, un día se despierta y se encuentra que tiene cinco mayordomos, tres plomeros, tres gasistas, seis coordinadores y diez personas dedicadas a la limpieza para mantener funcionando su dos ambientes ¿lo aceptaría? Si en la reunión de consorcio de su edificio propusieran contratar doce encargados ¿votaría a favor? Y si por estar en desacuerdo sus vecinos del edificio de al lado –que no pagan los salarios de su harén de porteros– lo tildaran de descorazonado, asesino de bebés, fotógrafo de delfines on-shore en Santa Teresita, fundamentalista de la pizza con ananá, o cualquier aberración humana por el estilo ¿le caería en gracia?

Dando por sentado que conozco su respuesta, salgo del ejemplo y voy a lo concreto: su departamento, su vida sus gastos, se cubren con el 45% de sus ingresos anuales. Los gastos de sostenimiento del Estado, se lleva el 55% restante. Sí, más de la mitad del año laburamos para el Estado, pero por esas cuestiones del realismo mágico sudamericano, nunca hacemos la relación. O sea: es una locura que con mi 45% tenga que mantener a todas esas personas que no necesito, pero está perfecto que con mi 55% restante multiplicado por toda la masa de laburantes de la Argentina, se mantenga a todo empeado de más en el Estado.

ateSi bien nunca imagine que llegaría a ver a progres defendiendo la burocracia estatal que fomentó el crecimiento de los sindicatos verticalistas que tanto les jode a fuerza de cuota sindical a miles de trabajadores que no importan que no laburen, sino que aporten, hay otros elementos que me joden mucho más. No hay forma de que un tipo que está por debajo de la línea de pobreza laburando 70 horas a la semana pueda sentir que “el laburo dignifica”. Del mismo modo, no tiene nada de digno decir que se tiene trabajo cuando se sabe que se está cobrando un sueldo para no hacer otra cosa que bajar termos de mates y jugar competencias de cuantos paquetes de bizcochos de grasa se pueden deglutir en una mañana. No hay forma decorosa de conseguir apoyo popular para frenar la “ola de despidos en el Estado” cuando en Argentina no existe la persona que no tenga un pariente, amigo o vecino que labure en una dependencia estatal. Y mucho menos cuando cualquiera que haya pisado un banco ve que cinco personas atienden de 200 a 500 clientes en una mañana y una mesa de entradas necesita de 120 personas para poner sellos.

No es una cuestión de concepción del Estado, es algo más peligroso: es la aceptación de que el Estado no está para administrar si no para dar cobijo a los que las políticas del Estado no puede solucionar. Y como todo lo que ocurrió en los últimos años, cuando se rompió la ventana, se la tapó con cartón corrugado. Si dibujar estadísticas del índice de precios al consumidor es sencillo, hacerlo con la masa laboral no lo es tanto. Pero como en todo gobierno hiperpersonalista los funcionarios creen que no están para administrar temporalmente los bienes de todos, sino que se encuentra ahí porque así lo quiso Dios, gastar plata no le importa. Total, no sale de sus bolsillos y tienen la maquinita de imprimir billetes. El Estado se convirtió a sí mismo en un seguro de desempleo saladito de mantener al absorber a una enorme masa de personas que, de pronto, se sintieron económicamente viables.

Conceptos como contrato de locación de servicios, planta de gabinete o planta transitoria, deberían ser analizados desde la lingüística más básica: locación es por tiempo determinado, planta de gabinete es el personal que llegó y se va con el gabinete, y planta transitoria no es el tránsito entre el contrato y la permanencia, ni el crucé de Moises por las aguas abiertas del Mar Rojo, ni una publicidad de yougur contra la constipación. Es tan sólo eso: transitoria.

Los sindicatos de los trabajadores del Estado deberían hacerse cargo, más allá de protestar, más cuando la planta transitoria ya paga cuota sindical y obra social. Nunca entendieron –o se hicieron los boludos– que la sobreabundancia de empleados deriva en la pauperización de otros derechos adquiridos hace añares. ¿Cuándo fue la última vez que un empleado público accedió a una vivienda construída o financiada por el Estado? Ni siquiera cuentan con créditos blandos de los bancos administrados por el propio Estado. No se calentaron por blanquearlos, o por pedir que se rehabilite la carrera administrativa, ni porque haya concursos para ingreso y para la ocupación de cada cargo administrativo. Mientras la masa de aportes creciera, el resto podía esperar. Y eso que no hay mayor empleador en negro que el propio Estado, donde las indemnizaciones las paga la Aseguradora Tu Vieja, y si se habilitaran, tampoco importa demasiado porque se garparían con la nuestra.

El mayor flagelo de todo este tema es que, durante años, creció como nunca la imaginación popular de los más pibes de que el ideal de vida es conseguir un trabajo en el Estado, porque “no te echan más”. Y ahí están, personas de veintipico, sentadas a esperar la jubilación a los 65 años, sin otra ambición que terminar rápido el turno para volver a casa.

Los veo conformistas, mansos, sin deseos de algo distinto y dispuestos a bancarse una eternidad haciendo lo mismo. No duran dos años con la misma pareja, pero la sola idea de cambiar el laburo los pone ciegos. Perdieron la libertad y la iniciativa privada, esa que hace que explotemos la creatividad para hacer algo distinto de cara a la sociedad. ¿O por qué piensan que empecé este blog? Les tiro una pista: tenía 26 años.

Martedi. El trabajo que dignifica es el que te hace feliz siendo útil. El resto, es relleno.

miércoles, 8 de julio de 2015

Friedman y Marx en pro de innovación en el gobierno

Karl Marx y Milton Friedman estaría de acuerdo: Necesitamos innovación en Gobierno
Towards a Cambrian Explosion in Government

Este es un post de invitado por Edan Yago. Él es un empresario que estudió neurociencia y la filosofía. Él viene de una larga línea de los rebeldes y luchadores por la libertad. Su familia luchó nazis como partidarios y luchó contra el gobierno del Apartheid de Sudáfrica. Yago ha seguido esta tradición en Israel, donde fue un objetor de conciencia a los militares y se ha ofrecido en las escuelas judías y árabes que enseñan los principios de la libertad. -Editor

El futuro va la corriente principal. Publicaciones como The Economist, Forbes y el New York Times, finalmente han descubierto algo que ha sido obvio para nosotros desde hace un tiempo - la tecnología está avanzando a un ritmo impresionante; pero, al mismo tiempo, estamos experimentando un "gran estancamiento", debido a los intereses creados están haciendo todo lo posible para limitar el cambio. En concreto, innovaciones como el intercambio P2P, las monedas virtuales, la impresión 3D, la educación en línea y vigilancia de la salud de bricolaje están amenazando los modelos de negocio de grandes jugadores establecidos - todos, desde los grandes medios a los sindicatos de taxis. Estos intereses creados están luchando por sofocar la innovación con una manta de las regulaciones laberínticas y patentes.

Lo que esto se reduce a que nuestro futuro está siendo robado de nosotros - a causa de una falta de correspondencia entre el ritmo del cambio tecnológico y el cambio de gobierno.



Para el último par de décadas, idealistas futuristas, singulatarians y transhumanistas han abrazado una idea "techo-utópico" loco: Tecnología va a hacer cosas tan barato que la abundancia, en vez de escasez, se convertirá en la norma. Futuristas han sido los últimos campeones de esta idea pero no inventarla. Gigantes intelectuales del pasado han sido animados por esta visión, que se podía ver tan claramente emerge de las tendencias del progreso tecnológico.

John Maynard Keynes publicó un ensayo en 1930 – “Economic Possibilities for Our Grandchildren“ – en el que predijo que, en 2030, la sociedad se convertiría en tan rico que "por primera vez desde su creación, el hombre se enfrentará a su verdadero, su permanente problema -. cómo utilizar su libertad de presionar preocupaciones económicas, la forma de ocupar el tiempo libre, que la ciencia y el interés compuesto se han ganado para él, para vivir sabiamente y agradablemente y bien "No mucho después, en 1932, Bertrand Russell escribió “In Praise of Idleness”, donde se sugiere que el progreso tecnológico y científico debe hacer posible reducir la jornada de trabajo a sólo 4 horas. Sin embargo, muy por delante de estos dos gigantes y mucho más influyente, era un pensador para quien el aumento de la productividad proporcionada por el capitalismo era la idea central en este pensamiento. En 1848, Karl Marx describió en el "Manifiesto Comunista", una "sociedad que ha hecho surgir tan potentes medios de producción" que necesita para hacer frente a una "epidemia de superproducción."

Marx se dio cuenta de que en algún momento, el capitalismo sería hacer las cosas tan barato, que los capitalistas ya no podría ser capaz de obtener un beneficio. Cuando esto sucedió, los capitalistas lucharían para limitar la abundancia. Marx también predijo algo más, que las grandes empresas sería tratar de captura lo beneficios podrían ser exprimida de la tecnología para reducir su dependencia de la mano de obra. Así los trabajadores (el 99 por ciento) se encontrarían, por un lado, compitiendo con la tecnología para una rebanada cada vez menor de la tarta y, por otro lado, prohibido por la ley para aprovechar las tecnologías que podrían potenciar a ellos. En otras palabras, Marx predijo tanto DRM y outsourcing. Es esta combinación de ser restringida desde cualquier extremo que trae Karl Marx y Milton Friedman a un acuerdo - esto no es un mercado libre, que es un juego amañado.

Es por eso que ahora estamos viendo las publicaciones derechistas como los Financial Times están de acuerdo con los gustos de Paul Krugman. El FT se señaló que "las empresas tienen interés en sabotear el progreso y la eficiencia, porque no hacerlo podría llevar a la clase de abundancia que podría hacer imposible monetizar nada" y vinculado esto a pensamientos por Krugman, quien cree que esto ayuda a explicar por décadas de estancamiento de los salarios en Estados Unidos.

Esta guerra, con la tecnología y las personas de un lado y las grandes empresas y gobierno grande en el otro lado no ha hecho más que empezar. Mientras que la tecnología tiene cada vez más el potencial de empoderar a los individuos a expensas de poder centralizado, los pasos que los intereses creados se deben tomar para contener la marea del progreso serán cada vez más draconianas. Tenemos que reorientar nuestro pensamiento en torno a este problema. En un mundo en el que Marx y Friedman estarían de acuerdo con Krugman, Keynes e incluso Ray Kurzweil, las antiguas divisiones políticas son cada vez más irrelevante. El cambio tecnológico es el hecho dominante de nuestra existencia moderna. Tenemos que encontrar la manera de adaptar nuestros gobiernos y las reglas para tomar ventaja de progreso. La nueva línea divisoria en la política es entre aquellos que están listos para una evolución en la sociedad y los que quieren el pasado para controlar el futuro.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Por qué cuesta tanto motivar a los empleados estatales

¿Por qué los empleados estatales son más duros de motivar?
Robert Lavigna - Harvard Business Review




No es ningún secreto que la gestión en el sector público es diferente de la gestión en el mundo de los negocios. A menudo, los entornos en los que los administradores del gobierno operan en realidad puede hacer que sea más difícil tener éxito. Eso es lo que la revista Fortune parecía concluir después de pasar tiempo en 2012 con el comisionado de la policía de la Ciudad de Nueva York. Encabezando su artículo con una pregunta - "? ¿Se Ray Kelly Tienes trabajo más duro del mundo" - informó:

Dirigir (la NYPD) no es diferente a la ejecución de un tamaño mediano empresa de Fortune 500 - excepto que los riesgos son mucho, mucho más alto ... Como un CEO, (Kelly) sostiene con un vasto y variado elenco de actores que escrutan cada movimiento, pero la métrica por lo que su rendimiento se mide todo tiene que ver con la vida y la muerte.

En estos entornos altamente visibles, los gerentes deben gobierno fuerzas de trabajo a ser altamente comprometida si se quiere tener éxito. Esto requiere que los líderes del sector público comprender y abordar los factores que hacen aumentar la participación en el sector público un desafío especial. Aquí hay siete factores que motivan a los empleados del gobierno difícil, más un factor que es una ventaja - y cómo los gerentes pueden hacerles frente.

Prevalencia de actitudes negativas sobre los empleados gubernamentales y gobierno. Los críticos del gobierno, incluyendo a los políticos y algunos medios de comunicación, retratan a los empleados del sector público ("burócratas sin nombre y sin rostro" es decir,) como pagado en exceso y underworked. Es comprensible que estas imágenes hieren la moral y el compromiso de los empleados. Un enfoque para mitigar esta situación consiste en mostrar a los empleados públicos que sus organismos están trabajando para educar al público acerca de lo que hacen y cómo afecta el bienestar del público. Esto se puede hacer a través de comunicados de prensa, foros públicos, sitios web, redes sociales, e incluso alcance a las escuelas. Los gerentes pueden hacer que los empleados conscientes, también, de la cantidad de poder que tienen para cambiar la opinión pública. La investigación realizada por Gallup y la Asociación sin ánimo de lucro para el Servicio Público reveló que cuando los ciudadanos reportan tener interacciones positivas con los empleados públicos, que son tres veces más propensos a tener opiniones positivas del gobierno en general. Los funcionarios públicos pueden mover la aguja de la opinión pública sobre el gobierno, una interacción a la vez.

Los cambios frecuentes y bruscos en el liderazgo. La rotación de CEO podría ser más común de lo que solía ser, pero el sector privado todavía no tiene nada en el sector público en este sentido. Muchas jurisdicciones y organismos gubernamentales están dirigidas por líderes electos o de designación política, (incluyendo los legisladores) con breves tenencias, agendas políticas específicas, y las perspectivas a corto plazo. A medida que el presidente de una universidad estatal grande recientemente dijo, "los legisladores viven en un mundo de dos años." Rotación Política (sin planificación de la sucesión real) hace que sea difícil mantener el compromiso. Para compensar, los gerentes de carrera deben proporcionar un liderazgo fuerte y estable - y que necesitan para gestionar no sólo hacia abajo, pero también hacia arriba, por de abordaje de nuevos líderes políticos para que entiendan de la agencia de valores, misión y objetivos, y sobre todo cómo los empleados de carrera son fundamentales para el logro de objetivos de política.

Logros difíciles de medir. Pocas cosas son más atractivo que hacer importantes progresos hacia las metas, pero los objetivos de las organizaciones del sector público a menudo son difíciles de traducir en unidades medibles objetivamente. Por lo tanto, los administradores gubernamentales deben articular claramente las misiones a largo plazo, valores, metas e impactos - y ayudar a los empleados ver cómo se conecta su trabajo. Como uno local de servidor público gobierno puso: "Cuando me vi ponerse manos, me dirigiría a las líneas del frente. Estar entre los ciudadanos que servimos me recordó por qué estaba allí y por qué era importante para seguir luchando ".

Una fuerza de trabajo más vieja. La fuerza laboral del gobierno es más educada y más de cuello blanco de la fuerza de trabajo del sector privado. También es mayor. Tengamos en cuenta que, en 2013, el 56,7% de los trabajadores federales estaban entre las edades de 45 y 64 años, en comparación con el 42,4% de los trabajadores del sector privado a tiempo completo. Los administradores gubernamentales pueden aprovechar el alza de minimizar las desventajas de estos datos demográficos, haciendo hincapié en el tipo de compromiso que viene con la aplicación de una larga experiencia para resolver problemas críticos. Los administradores también pueden mantener la vitalidad en sus grupos por hablar abiertamente de la jubilación y ayudar a los empleados de más edad facilidad con gracia en la siguiente fase de su vida. En el otro extremo del ciclo de vida de los empleados, es crucial para reclutar nuevas personas altamente motivadas para reemplazar a los baby boomers que salen.

Fuerte reglas del servicio civil y la protección de los empleados. Compromiso sufre terriblemente cuando algunos empleados son vistos como conseguir lejos con no tirar de su peso. El hecho de que los empleados públicos tienen fuertes protecciones laborales, incluso en organizaciones no sindicales, que sus colegas del sector privado, hace que sea más difícil de tratar con los artistas pobres. Por lo tanto, los gerentes deben definir claramente las expectativas de los empleados, proporcionar retroalimentación frecuente, y tomar medidas para hacer frente a un rendimiento deficiente. También deben utilizar el nuevo-emplea período de prueba para eliminar a los malos ataques. Todo esto se aplica a los directivos del sector privado, también, pero los pasos son aún más importantes en los organismos públicos, que normalmente no son a voluntad de los empleadores.

Las restricciones en el uso de incentivos financieros. Las agencias gubernamentales generalmente no pueden proporcionar incentivos de desempeño como grandes aumentos de sueldo y bonos; o beneficios como las opciones sobre acciones, gimnasio membresías de clubes, y servicios de automóviles. Ante formas limitadas para premiar y reconocer el desempeño, los administradores del gobierno deben centrarse en misión de la agencia y el impacto, y también proporcionar reconocimiento no financiero. Esto incluye la adopción de prácticas de flexibilidad laboral, y proporcionar el reconocimiento no financiero que a veces significa simplemente decir "gracias" y alabando el buen desempeño. La Universidad de Wisconsin Hospital y Clínicas desarrollado un "Gracias por cuidar Kit de herramientas de reconocimiento" para ayudar a los gerentes y supervisores proporcionan reconocimiento. En él se enumeran las recompensas que los administradores pueden comprar, pero también incluye maneras de agradecer a los empleados ", sin gastar un centavo."

Influencia sindical fuerte. Al contrario que en el sector privado, donde la afiliación sindical ha disminuido a un nivel más bajo (menos del 7%), la afiliación sindical en el sector público se mantiene estable (más del 35%). Por lo tanto, los gerentes deben formar alianzas con la mano de obra. La ciudad de Minneapolis cuenta con 23 acuerdos de negociación colectiva independientes y una fuerza de trabajo que es más del 90% sindicalizada. Antes de llevar a cabo su encuesta de compromiso primero de los empleados, personal de recursos humanos se reunió con los representantes sindicales para discutir la estrategia encuesta y pedir apoyo para generar una alta tasa de respuesta. Personal de recursos humanos también se reunió con representantes del sindicato para revisar los resultados de la encuesta, incluyendo las áreas de fortaleza y oportunidades de mejora.

Visibilidad pública del gobierno. El trabajo del gobierno es únicamente visible, que se inaugurará reuniones / registros leyes que requieren que las agencias de reunirse en público y también prestarán, previa petición, reuniones minutos, notas, documentos de adopción, correos electrónicos, e incluso mensajes de texto. Esta transparencia significa que los gerentes del sector público se comprometieron a mejorar la participación tienen que ayudar a los empleados se sientan seguros, que les permite sentirse opiniones que expresaban confortables, tomando riesgos, e innovando.

Diferentes motivaciones de los empleados. La investigación ha demostrado que los servidores públicos a encontrar significado en su trabajo haciendo una diferencia positiva en las vidas de los ciudadanos a los que sirven. Esto es una ventaja en la construcción de compromiso. Muchos empleados entran en el servicio público, porque ya están comprometidos con la misión de gobierno. Las agencias necesitan encontrar, reclutar agresivamente, y luego contratar a candidatos que están motivados por el servicio público. Los gerentes deben luego aprovechar la motivación de servicio público mediante la participación de los empleados en las decisiones y ayudarles a ver y apreciar sus contribuciones individuales.

Como gestores se centran cada vez más en el compromiso, una industria artesanal ha crecido que promete cualquier cantidad de una sola talla para todas las soluciones y "secretos" para mejorar la participación. En verdad, no hay secretos para maximizar la participación de los empleados. Gran gestión siempre comienza con la comprensión de las características únicas de la fuerza de trabajo, averiguar lo que hace que los empleados motiva, y creación del entorno en el que pueden y quieren hacer su mejor trabajo.