Los argentinos toman sus recaudos en la previa a la llegada del 28 de octubre. Adoptan posturas defensivas, ante el miedo de que sobrevengan medidas de ajuste o un mayor intervencionismo. La lista de temores, la visión de los analistas y el riesgo de la "profecía autocumplida"
Por Fernando Gutierrez
"¿Qué va a pasar con la economía?" Ante cada elección, esta pregunta sigue siendo tan o más importante para los argentinos que la de cuál candidato se va a imponer en las urnas.
Ocurre que ya se ha transformado en parte de las tradiciones argentinas la creencia de que, necesariamente, luego de una contienda electoral sobrevendrán medidas más o menos drásticas, que afecten la moneda, los contratos, depósitos bancarios, valores de los activos y niveles impositivos.
No es, por cierto, un temor injustificado, sino que está refrendado por la experiencia de varias décadas. Y, ante esa situación, la reacción típica de la sociedad es la adopción de medidas defensivas, generalmente la compra de dólares.
Esta actitud se ha visto incluso en los momentos de calma y economía floreciente. Como antes de las presidenciales de 2007, cuando el Banco Central -que por esos días estaba acostumbrado a comprar- tuvo que salir a vender divisas durante varias jornadas, ante un inusual incremento de la demanda.
En las elecciones siguientes, las legislativas de 2009 -que se realizaron en un momento recesivo y con un clima político enrarecido tras el "conflicto del campo"- a nadie extrañó que los meses finales de la campaña electoral hayan tenido, en simultáneo, una fuga de capitales promedio de u$s2.000 millones por mes.
En realidad, al interrogante sobre el futuro de la economía le suele seguir la pregunta más específica de "¿qué va a pasar con el dólar?".
Esto obedece a la extendida convicción de que no es posible, para un partido que está en el gobierno, ganar elecciones con "dólar alto".
La verdad es que la historia ha desmentido esta máxima en varias ocasiones. Por caso:
Ocurre que ya se ha transformado en parte de las tradiciones argentinas la creencia de que, necesariamente, luego de una contienda electoral sobrevendrán medidas más o menos drásticas, que afecten la moneda, los contratos, depósitos bancarios, valores de los activos y niveles impositivos.
No es, por cierto, un temor injustificado, sino que está refrendado por la experiencia de varias décadas. Y, ante esa situación, la reacción típica de la sociedad es la adopción de medidas defensivas, generalmente la compra de dólares.
Esta actitud se ha visto incluso en los momentos de calma y economía floreciente. Como antes de las presidenciales de 2007, cuando el Banco Central -que por esos días estaba acostumbrado a comprar- tuvo que salir a vender divisas durante varias jornadas, ante un inusual incremento de la demanda.
En las elecciones siguientes, las legislativas de 2009 -que se realizaron en un momento recesivo y con un clima político enrarecido tras el "conflicto del campo"- a nadie extrañó que los meses finales de la campaña electoral hayan tenido, en simultáneo, una fuga de capitales promedio de u$s2.000 millones por mes.
En realidad, al interrogante sobre el futuro de la economía le suele seguir la pregunta más específica de "¿qué va a pasar con el dólar?".
Esto obedece a la extendida convicción de que no es posible, para un partido que está en el gobierno, ganar elecciones con "dólar alto".
La verdad es que la historia ha desmentido esta máxima en varias ocasiones. Por caso:
- En 2007, todavía existía un tipo de cambio elevado y, sin embargo, Cristina Kirchner se impuso en primera vuelta.
- En cambio, en las legislativas de 2001, Fernando de la Rúa recibió un duro voto castigo, a pesar de que el billete verde estaba más barato que nunca en términos históricos.
El riesgo de la profecía autocumplida
El hecho es que, esté justificada o no, se ha consolidado esa expectativa de que los gobiernos que se encuentran en situación de inestabilidad económica tratan por todos los medios de posponer medidas de ajuste, de manera de no sufrir pérdida de votos.
Esto ha llevado a que, desde las usinas intelectuales del kirchnerismo, se haya insistido en laimportancia de alejar cualquier fantasma de devaluación.
El hecho es que, esté justificada o no, se ha consolidado esa expectativa de que los gobiernos que se encuentran en situación de inestabilidad económica tratan por todos los medios de posponer medidas de ajuste, de manera de no sufrir pérdida de votos.
Esto ha llevado a que, desde las usinas intelectuales del kirchnerismo, se haya insistido en laimportancia de alejar cualquier fantasma de devaluación.
Y mencionan como ejemplo el caso Venezuela, donde el chavismo pasó en seis meses de una victoria holgada a una muy ajustada: en el medio, hubo una fuerte suba del billete verde, del orden del 40 por ciento.
Sin embargo, hay un problema: la sociedad descuenta que un Gobierno nunca dirá los "verdaderos planes" que tiene en carpeta.
A fin de cuentas, Cristina Kirchner nunca dijo durante la campaña electoral de 2011 que, a los pocos días de ser reelecta, implantaría el cepo cambiario.
De manera que hoy, con el diario del lunes, quienes habían tomado medidas defensivas en aquel momento pueden demostrar que "tenían razón".
La Presidenta, fiel a su costumbre, recurrió a la teoría conspirativa para explicar esa reacción.
"Los que quieren ir por todo y por todos son ellos. Lo vi claramente a los pocos días de ganar las elecciones presidenciales en 2011, cuando en una corrida se llevaron 5.000 millones de dólares", recordó en uno de sus últimos discursos.
Podrá discutirse eternamente si fue esa fuga la que forzó al Gobierno a adoptar el cepo o si la decisión ya estaba en carpeta desde antes de los comicios.
Lo cierto es que la economía argentina demuestra ser vulnerable a las "profecías autocumplidas".
Sin embargo, hay un problema: la sociedad descuenta que un Gobierno nunca dirá los "verdaderos planes" que tiene en carpeta.
A fin de cuentas, Cristina Kirchner nunca dijo durante la campaña electoral de 2011 que, a los pocos días de ser reelecta, implantaría el cepo cambiario.
De manera que hoy, con el diario del lunes, quienes habían tomado medidas defensivas en aquel momento pueden demostrar que "tenían razón".
La Presidenta, fiel a su costumbre, recurrió a la teoría conspirativa para explicar esa reacción.
"Los que quieren ir por todo y por todos son ellos. Lo vi claramente a los pocos días de ganar las elecciones presidenciales en 2011, cuando en una corrida se llevaron 5.000 millones de dólares", recordó en uno de sus últimos discursos.
Podrá discutirse eternamente si fue esa fuga la que forzó al Gobierno a adoptar el cepo o si la decisión ya estaba en carpeta desde antes de los comicios.
Lo cierto es que la economía argentina demuestra ser vulnerable a las "profecías autocumplidas".
Es decir, cuando todos creen que sobrevendrá una crisis pueden terminar provocándola, al asumir un comportamiento defensivo "en manada".
Nueva lista de temores
¿A qué le teme la gente para el 28 de octubre, el "día después" de las legislativas?
Los analistas creen que hay dos tipos de miedos: por un lado, el de las medidas que el Gobierno pueda tomar deliberadamente. Por otro, los ajustes determinados por el propio mercado, en caso de que la situación se desborde.
"La economía por ella misma terminará imponiendo condiciones, cualquiera sea el resultado electoral", afirma Carlos Melconian, titular de la consultora M&S.
Y arriesga que, ante la disyuntiva sobre cómo atacar la escasez de dólares, considera como muy probable que el Gobierno avance con su política intervencionista: "Más controles, más presiones hacia particulares y empresas, más intentos de ‘forzar ingresos de divisas', medidas más fuertes como ‘turismo cero', fortísimo control de importaciones, ya al modo venezolano".
Asimismo, no descarta la posibilidad de un desdoblamiento formal del mercado cambiario (ver nota: "Desdoblar sin que rompa": lo bueno, lo malo y lo feo de un mercado cambiario con varios tipos de dólar).
Su punto de vista es compartido por varios analistas. Como Salvador Di Stefano, un consultor de fuerte llegada en la zona sojera, para quien será inevitable un cambio sustancial en la política cambiaria.
"Vemos al blue con demanda sostenida. Al precio actual nos parece muy barato", señala Di Stefano, para quien la última prueba de la desconfianza en el Gobierno fue el fracaso del Cedin -el bono con el que pensaba restarle presión alcista al dólar paralelo.
"Huelo un desdoblamiento cambiario; todo hace pensar que optará por implementar una medida de este tipo", arriesga.
Otros analistas no consideran tan probable la adopción de un desdoblamiento cambiario, pero dan por descontado que habrá iniciativas específicas para encarecer actividades que provocan fuga de reservas.
"Lo que es seguro que va a ocurrir tras las elecciones es alguna restricción adicional para el turismo en el exterior; veo esto más probable incluso que la adopción de un dólar financiero", señala Mariano Lamothe, economista jefe de la consultora Abeceb.
Palpitando la previa
La mayoría de los analistas cree que durante la previa electoral el Ejecutivo intentará mantener el ritmo de suba del dólar a un nivel similar al de estos últimos meses. Es decir, más acelerado pero sin que sobrevenga un fuerte ajuste de un día para el otro.
Por el lado del público, el apetito por dolarizarse no menguará, típico de los momentos preelectorales.
"La dolarización de ahorristas ha ganado volumen, sólo que ahora ese flujo va a estar canalizado hacia el sector informal, como se hace evidente en la presión alcista del blue", argumenta Gabriel Caamaño Gómez, economista jefe de la consultora Ledesma.
Y agrega que el público percibe que hay una serie de ajustes de la economía que están retrasados producto del "poder de intimidación" del Gobierno. Pero que, ante la perspectiva de un revés electoral, esa capacidad disuasiva empezará a disminuir.
Fuga disfrazada de consumo
Ante este panorama, se da una situación curiosa.
Nueva lista de temores
¿A qué le teme la gente para el 28 de octubre, el "día después" de las legislativas?
Los analistas creen que hay dos tipos de miedos: por un lado, el de las medidas que el Gobierno pueda tomar deliberadamente. Por otro, los ajustes determinados por el propio mercado, en caso de que la situación se desborde.
"La economía por ella misma terminará imponiendo condiciones, cualquiera sea el resultado electoral", afirma Carlos Melconian, titular de la consultora M&S.
Y arriesga que, ante la disyuntiva sobre cómo atacar la escasez de dólares, considera como muy probable que el Gobierno avance con su política intervencionista: "Más controles, más presiones hacia particulares y empresas, más intentos de ‘forzar ingresos de divisas', medidas más fuertes como ‘turismo cero', fortísimo control de importaciones, ya al modo venezolano".
Asimismo, no descarta la posibilidad de un desdoblamiento formal del mercado cambiario (ver nota: "Desdoblar sin que rompa": lo bueno, lo malo y lo feo de un mercado cambiario con varios tipos de dólar).
Su punto de vista es compartido por varios analistas. Como Salvador Di Stefano, un consultor de fuerte llegada en la zona sojera, para quien será inevitable un cambio sustancial en la política cambiaria.
"Vemos al blue con demanda sostenida. Al precio actual nos parece muy barato", señala Di Stefano, para quien la última prueba de la desconfianza en el Gobierno fue el fracaso del Cedin -el bono con el que pensaba restarle presión alcista al dólar paralelo.
"Huelo un desdoblamiento cambiario; todo hace pensar que optará por implementar una medida de este tipo", arriesga.
Otros analistas no consideran tan probable la adopción de un desdoblamiento cambiario, pero dan por descontado que habrá iniciativas específicas para encarecer actividades que provocan fuga de reservas.
"Lo que es seguro que va a ocurrir tras las elecciones es alguna restricción adicional para el turismo en el exterior; veo esto más probable incluso que la adopción de un dólar financiero", señala Mariano Lamothe, economista jefe de la consultora Abeceb.
Palpitando la previa
La mayoría de los analistas cree que durante la previa electoral el Ejecutivo intentará mantener el ritmo de suba del dólar a un nivel similar al de estos últimos meses. Es decir, más acelerado pero sin que sobrevenga un fuerte ajuste de un día para el otro.
Por el lado del público, el apetito por dolarizarse no menguará, típico de los momentos preelectorales.
"La dolarización de ahorristas ha ganado volumen, sólo que ahora ese flujo va a estar canalizado hacia el sector informal, como se hace evidente en la presión alcista del blue", argumenta Gabriel Caamaño Gómez, economista jefe de la consultora Ledesma.
Y agrega que el público percibe que hay una serie de ajustes de la economía que están retrasados producto del "poder de intimidación" del Gobierno. Pero que, ante la perspectiva de un revés electoral, esa capacidad disuasiva empezará a disminuir.
Fuga disfrazada de consumo
Ante este panorama, se da una situación curiosa.
Sigue existiendo el clásico nerviosismo pre-electoral y la sociedad sigue tomando medidas defensivas, pero la vigencia del cepo cambiario hace que esa protección no esté exclusivamente limitada a la compra de dólares (ahora en el mercado paralelo) sino que también se hayan exacerbado otras formas de consumo defensivo.
Así, los viajes al exterior -pese a las restricciones- siguen marcando récords, ya en un nivel de 7 millones de turistas que anualmente salen del país.
Según una estimación del economista Federico Muñoz, la salida neta de dólares por turismo llegará este año a los u$s 7.400 millones.
Así, los viajes al exterior -pese a las restricciones- siguen marcando récords, ya en un nivel de 7 millones de turistas que anualmente salen del país.
Según una estimación del economista Federico Muñoz, la salida neta de dólares por turismo llegará este año a los u$s 7.400 millones.
Antes del cepo, la cantidad de gente que se iba era menor que la que llegaba al país y la actividad turística hasta le dejaba al Gobierno un saldo positivo de u$s600 millones.
Este "furor" por salir al exterior es el que lleva a los analistas a afirmar que los viajes se han transformado en una alternativa de "dolarización". Incluso, tratan de adelantar este tipo de consumo, ante el temor a un encarecimiento por parte del Gobierno.
Así las cosas, se ha exacerbado la compra de pasajes, algo de lo que dan cuenta los ejecutivos de las agencias de viaje.
Otro tipo de adquisición que los particulares asimilan a la dolarización es la compra de automóviles, en particular los importados.
Contribuye, además, que se hayan abaratado medidos en cantidad de salarios promedio, lo que hace que -aun con una economía de bajo crecimiento- esta actividad siga batiendo récords. En lo que va del año, suman 585.000 vehículos vendidos, un 9,5% más que el año pasado.
En particular, han tenido un fuerte empuje los autos de alta gama, con una variación superior al 40% respecto de hace un año.
Para los analistas esto responde, por un lado, a una compra oportunista.
Otro tipo de adquisición que los particulares asimilan a la dolarización es la compra de automóviles, en particular los importados.
Contribuye, además, que se hayan abaratado medidos en cantidad de salarios promedio, lo que hace que -aun con una economía de bajo crecimiento- esta actividad siga batiendo récords. En lo que va del año, suman 585.000 vehículos vendidos, un 9,5% más que el año pasado.
En particular, han tenido un fuerte empuje los autos de alta gama, con una variación superior al 40% respecto de hace un año.
Para los analistas esto responde, por un lado, a una compra oportunista.
Por otro, porque este tipo de adquisición hace las veces de una forma indirecta de inversión para quienes no tienen acceso al dólar y pueden pagarlo en cuotas fijas, en pesos y a varios años.
Además, hay un componente extra que exacerba el fenómeno, porque se expandió la versión de que luego de las elecciones habrá un recargo para las compras de autos importados.
Lo paradójico es que la Presidenta, lejos de interpretar que el récord turístico y el boom automotor obedecen a distorsiones de la economía, como el atraso cambiario, los presenta como pruebas de buena solidez.
E ironiza sobre los análisis que atribuyen a la inflación esta actitud de los argentinos. "Decir que la gente compra autos por la inflación, es no saber lo que fue la inflación. A fines de la década del 80, la gente no podía comer", afirmó.
Lo cierto es que la historia demuestra que un alto consumo en esos rubros es perfectamente compatible con una economía inestable. De hecho, el turismo y los autos alcanzaron cifras históricas en la previa al 2001.
El próximo punto de quiebre
Los economistas advierten sobre el riesgo de una "duplicación de la apuesta", con una aceleración del gasto público que termine aumentando la presión al sector privado.
Según la consultora Empiria, dirigida por Hernán Lacunza, ex gerente general del Banco Central, este escenario "podría amenazar la estabilidad financiera, sostenida artificialmente vía controles (cepo, restricciones a operar en bonos), que serán más difíciles de ejercer si son operados por un gobierno débil".
Y advierte que una de las respuestas a estas distorsiones será la de un mayor aumento del dólar blue. Algo que, de hecho, ya se está viendo en estos días.
Por lo pronto, los analistas creen que aún no se ha visto todo en lo que se refiere a "argentinos asustados" por lo que ocurra a partir del 28 de octubre.
Porque, además de la aceleración de algunos tipos de consumo y de la disparada del paralelo, creen que hay otro síntoma de temor que todavía no se ha materializado: la "evaporación" de los dólares depositados en el sistema bancario.
"No podemos olvidar que los privados todavía mantienen casi u$s 7.000 millones en los bancos que, por cierto, engrosan las reservas del Banco Central", advierte Muñoz.
Por otra parte, advierte que si ese "quiebre de confianza" de ahorristas se produjera en simultáneo con una rebeldía de los productores rurales que decidieran retener los granos, entonces el margen de acción del Gobierno se reduciría dramáticamente.
Nadie se anima, claro, a pronosticar el "timing" de este deterioro.
Además, hay un componente extra que exacerba el fenómeno, porque se expandió la versión de que luego de las elecciones habrá un recargo para las compras de autos importados.
Lo paradójico es que la Presidenta, lejos de interpretar que el récord turístico y el boom automotor obedecen a distorsiones de la economía, como el atraso cambiario, los presenta como pruebas de buena solidez.
E ironiza sobre los análisis que atribuyen a la inflación esta actitud de los argentinos. "Decir que la gente compra autos por la inflación, es no saber lo que fue la inflación. A fines de la década del 80, la gente no podía comer", afirmó.
Lo cierto es que la historia demuestra que un alto consumo en esos rubros es perfectamente compatible con una economía inestable. De hecho, el turismo y los autos alcanzaron cifras históricas en la previa al 2001.
El próximo punto de quiebre
Los economistas advierten sobre el riesgo de una "duplicación de la apuesta", con una aceleración del gasto público que termine aumentando la presión al sector privado.
Según la consultora Empiria, dirigida por Hernán Lacunza, ex gerente general del Banco Central, este escenario "podría amenazar la estabilidad financiera, sostenida artificialmente vía controles (cepo, restricciones a operar en bonos), que serán más difíciles de ejercer si son operados por un gobierno débil".
Y advierte que una de las respuestas a estas distorsiones será la de un mayor aumento del dólar blue. Algo que, de hecho, ya se está viendo en estos días.
Por lo pronto, los analistas creen que aún no se ha visto todo en lo que se refiere a "argentinos asustados" por lo que ocurra a partir del 28 de octubre.
Porque, además de la aceleración de algunos tipos de consumo y de la disparada del paralelo, creen que hay otro síntoma de temor que todavía no se ha materializado: la "evaporación" de los dólares depositados en el sistema bancario.
"No podemos olvidar que los privados todavía mantienen casi u$s 7.000 millones en los bancos que, por cierto, engrosan las reservas del Banco Central", advierte Muñoz.
Por otra parte, advierte que si ese "quiebre de confianza" de ahorristas se produjera en simultáneo con una rebeldía de los productores rurales que decidieran retener los granos, entonces el margen de acción del Gobierno se reduciría dramáticamente.
Nadie se anima, claro, a pronosticar el "timing" de este deterioro.
Dependerá, como la historia ha demostrado en otras ocasiones, de qué tan convencidos estén los argentinos sobre el margen de acción que le queda al Ejecutivo para esquivar una severa crisis, de que puedan calmar sus temores por el "día después" y así evitar las consecuencias de la profecía autocumplida.