martes, 20 de agosto de 2013

Levy Yeyati: Muy costosos errores

“El Gobierno no asumirá el costo político de corregir las distorsiones”

Entrevista a Eduardo Levy Yeyati
El economista Eduardo Levy Yeyati, titular de la consultora Elypsis y, además, investigador y “econovelista”, da su visión sobre qué puede cambiar luego de las elecciones y señala cuáles deberían ser las decisiones para solucionar el problema cambiario.
Hasta ahora, los economistas se han centrado en el posible impacto electoral de la situación económica. A partir de las PASO y, sobre todo de las de octubre, se empezará a hablar del efecto inverso: el impacto de las elecciones sobre la economía. A grandes rasgos, ¿qué cambios se pueden esperar si el Gobierno sale fortalecido de las urnas o si, por el contrario, sale debilitado?
No espero que de las elecciones de octubre surja un claro ganador. En ese caso, el Gobierno se enfrentaría a la imposibilidad de reelección y la ausencia de un sucesor, pero con un Estado con más recursos que en situaciones similares en el pasado, lo que relativiza bastante el síndrome del “pato rengo” tan caro a los politólogos. En ese contexto, la disyuntiva del Gobierno será si apoyar a un candidato afín como Daniel Scioli o maximizar su imagen de salida apostando a un regreso en el futuro. Lo curioso es que, en ambos casos, es difícil pensar que el Gobierno pague los costos políticos de corregir distorsiones que están en la base del deterioro económico (subsidios, inflación, atraso cambiario y la llegada de inversiones extranjeras) en vez de insistir con los parches y dejarle la tarea al sucesor. Por eso, esperaría sólo cambios marginales y más intervención en el mercado financiero y el comercio exterior para contener la hemorragia de dólares y alimentar el crédito subsidiado (con escaso margen: la liquidez bancaria está hoy en mínimos de la década). Así, el crecimiento y las reservas seguirán siendo las variables de ajuste, sobre todo si sumamos la inminente reversión del ciclo de tasas en Estados Unidos y su efecto adverso sobre nuestros términos de intercambio.
La economía está creciendo, aunque poco. Además de eso, muchos colegas de usted hablan de que se han deteriorado la “calidad” y la sustentabilidad del crecimiento pues depende cada vez más del consumo y el gasto, y menos de las exportaciones y la inversión. ¿Coincide?
A grandes rasgos, sí. De hecho, parte del crecimiento modesto que vemos para el año se debe a factores que difícilmente se repitan: la recuperación de la sequía de 2012, el impulso de compras de autos de Brasil (que enfrenta su propio problema de crecimiento), el consumo como refugio contra la inflación y la inversión forzada de ganancias acorraladas. Por otro lado, el consumo, que ya no crece en términos reales, refleja la debilidad del mercado laboral y el gasto público tiene su límite en el creciente déficit fiscal (en gran medida, reflejo de los subsidios). En ausencia de grandes descalces cambiarios, cuesta ver cómo se generaría una crisis noventista, pero nada impide que caigamos en una recesión.
¿Cómo analiza la marcha del “blanqueo” que rige desde el 1º de julio? ¿Ingresó mucho o poco y por qué?
Ingresaron pocos dólares y, más allá de que se acelere el ingreso hacia el final, estaría lejos de las expectativas del Gobierno. Las razones serían varias, incluyendo la falta de interés en invertir en el país, la falta de confianza en la confidencialidad de la AFIP, temor a que la oposición impulse una revisión de los flujos blanqueados o de que lo hagan algunos distritos que así lo anunciaron.
El BCRA ha venido aumentando el ritmo de depreciación del peso. ¿Considera acertada esta estrategia?
Hace más de un año que el BCRA trata de mantener estable el tipo de cambio real multilateral. Con el fortalecimiento global del dólar, es natural que acelere el ritmo de devaluación de la tablita cambiaria. Pero, más allá del deterioro de la competitividad, la razón fundamental detrás de la escasez de dólares hoy es de índole financiera: un círculo vicioso de tasas reales negativas en pesos, redolarización de ahorros, expectativas de inflación y cambiarias desancladas que generan una demanda especulativa de dólares y, finalmente, el cepo que desalienta la inversión. Para resolver el problema cambiario hay que empezar por revertir la salida de capitales. Y para esto la secuencia es crucial.
¿Cómo debería ser?
Refinanciar la deuda con el Club de París para acceder a préstamos bilaterales de largo plazo a tasas subsidiadas; regularizar el pago de los fallos del CIADI (montos pequeños ya reconocidos por el Gobierno) para revertir el veto de Estados Unidos y acceder a préstamos baratos del Banco Mundial; dejar que el tipo de cambio real vuelva a niveles de 2011 (lo que a valores de hoy lo ubicaría un poco por arriba de los 7 pesos) y eliminar trabas al movimiento de capitales para estimular la llegada de inversiones internacionales y la vuelta de capitales fugados que más que compensen la demanda local de dólares. Y ofrecer al ahorrista en pesos un instrumento que al menos no pierda contra la inflación para competir con el dólar. Sin todo esto, es poco lo que el BCRA puede hacer sin comprometer las reservas.

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