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martes, 16 de enero de 2018

El desastre de la izquierda latinoamericana representada en Venezuela

Desplome: Venezuela cae a niveles de una economía de guerra

El PBI se contrajo 35% en cuatro años y los expertos advierten que la inflación será muy superior al 2700% de 2017

La Nación



En Caracas se repiten las escenas de largas filas para conseguir efectivo en los cajeros automáticos

CARACAS.- Venezuela acumula cuatro años de una recesión económica que ya tiene los elementos de una auténtica depresión. Una bancarrota comparable a la vivida hace poco por Grecia, aunque con otros componentes y varios añadidos. Las autoridades chavistas se niegan a ofrecer los datos formales de las cuentas del país, pero las firmas especializadas calculan que el año pasado el desplome alcanzó cotas de economía de guerra, con una contracción del PBI del 14%.

Cuatro años de mala gestión económica redujeron el tamaño de la economía venezolana un 35%. Algunos analistas, como Asdrúbal Oliveros, de la firma Ecoanalítica, calculan el déficit fiscal en 17% del PBI y una inflación de más de 2700% el año pasado. La crisis, inédita en la historia venezolana, es toda una rareza en un petroestado e inscribe su nombre en la historia de los grandes naufragios sociales de América Latina en los últimos 50 años.

Y el escenario para este año se vislumbra aún peor. El proceso hiperinflacionario podría conducir a tasas interanuales de más de 30.000%, advirtieron economistas. Con la aceleración en el alza de los precios, el poder adquisitivo de la población podría caer 50% de un mes al otro y luego quedar reducido en solo 25% del total inicial en solo ocho semanas, señalaron los economistas.

Pero ese es solo el comienzo, dijo Francisco Ibarra, director de Económetrica. La tasa de inflación, que en agosto pasado empezó a acelerarse a una velocidad mucho mayor de lo que muchos habían proyectado, tiene el camino libre para crecer aún más en 2018, ante el hecho de que el gobierno de Nicolás Maduro no parece contar con más dinero para financiarse que continuar con la emisión de dinero inorgánico, explicó el especialista.

Ibarra afirma que bajo las condiciones actuales, la inflación este año puede alcanzar niveles inimaginables, pero que un número conservador rondaría el 30.000%.

Otros son más prudentes, aunque son cifras igual de imponentes. La llegada del año electoral -en el que Maduro buscará un nuevo mandato- podrían llevar la inflación a 7000%, según Oliveros. Pero advierte que la cifra podría duplicarse si no se toman decisiones urgentes.

Por su parte, el economista Alexander Guerrero indicó que la tasa de inflación creció entre seis y siete veces en 2017 frente a los niveles de 2016, pero la aceleración que registran los precios apuntan a un ritmo de crecimiento mucho mayor si la actual tendencia se mantuviera. "Podrían crecer entre 35 o 40 veces", expresó.

Aunque esos cálculos lucen exorbitantes, la economía venezolana aún tendría mucho que recorrer para alcanzar los niveles de hiperinflación registrados por Hungría en 1945, Zimbabwe en 2007 y Yugoslavia en 1992, países que vieron la inflación duplicarse de un día para el otro. En la Argentina de la hiperinflación de 1989, la tasa anual fue de 3079%.

En Siria, que acaparó la atención internacional por una guerra que ya lleva casi siete años, la inflación entre principios de 2012 y de 2015 superó el 50%, según un informe publicado por la ONG Chatham House, aunque con aumentos muy superiores en alimentos básicos, como el arroz. En cuanto al PBI, en los primeros tres años del conflicto se redujo en casi 50%: de 60.000 millones de dólares a 33.000 millones.

Oliveros opina que ni siquiera una nación en guerra como Siria puede mostrar las cifras de deterioro que tiene Venezuela. "Esta es la primera vez que el sector externo no influye en los vaivenes de la economía del país. La depresión tendrá graves consecuencias sociales, que probablemente no vimos del todo", añadió. Para los expertos una economía de guerra es aquella en la que se busca dar al Estado un mayor control sobre todas las variables.

La petrolera estatal Pdvsa -que maneja la fuente de ingresos estrella del país- atraviesa un grave desorden funcional que se traslada milimétricamente a la economía. El año pasado, según Ecoanalítica, redujo su producción en 300.000 barriles diarios, cifra que puede sobrepasar los 700.000 barriles durante los cinco años de gobierno de Maduro.

Es uno de los muchos desatinos que dieron pie al torbellino venezolano, consecuencia de la profundización del sesgo ideológico en la economía. El modelo de desarrollo chavista está diseñado para colocar un hermético cepo sobre todas las variables de la producción y la formación de precios, mientras el Estado asumió la toma de los sectores productivos y destina un importante esfuerzo organizativo a crear circuitos comunales absolutamente disfuncionales.

El sector privado vive constreñido entre la total intervención del Estado en la economía y las sanciones impuestas por la comunidad internacional. Los aumentos de sueldos son compulsivos, y son frecuentes los operativos unilaterales para intentar -sin éxito- bajar los precios.

A ello se suma un panorama cambiario anárquico, dominado por los intereses creados y la corrupción. En el país existe una tasa de cambio oficial, de 10 bolívares por dólar, y un dólar negro, que el gobierno no reconoce oficialmente, pero que alimenta todo el circuito económico nacional y ronda los 136.500 bolívares.

El gobierno decidió asumir el control total de las importaciones y los puertos, y se volvieron comunes los casos de sobrefacturación en las aduanas. En varias ocasiones, cargamentos de comida y medicamentos se vencieron en los puertos, producto del retardo burocrático y el apuro ante el pago de coimas. El índice de desabastecimiento rara vez bajó del 50% durante el lustro de Maduro.

El economista Orlando Ochoa ubica el origen del maremoto en 2007, año del segundo triunfo electoral de Hugo Chávez, cuando empezó la agresiva toma de activos del sector privado, la hostilidad hacia los inversores y los gastos sociales ingentes para controlar electoralmente a las masas.

El termómetro de la crisis

El país se hunde en el descontrol económico de la gestión de Nicolás Maduro

14% - Caída de PBI: Fue la contracción de la economía de Venezuela en 2017; en los últimos cuatro años, en la gestión de Maduro, el desplome suma 35%

2735% - Inflación: Fue el nivel que se registró el año pasado, según Ecoanalítica; para este año, las previsiones van desde 7000% a 30.000%

797.510 - Bolívares: Es el salario mínimo, entre dinero en efectivo y tickets canasta; la cifra equivale a 5,8 dólares en el mercado negro

6 - Bolívares: Cuesta un litro de nafta premium en las estaciones de servicio; con el valor de un cigarrillo se pueden comprar 166 litros de combustible

Diarios El País y El Nuevo Herald y agencia AFP

miércoles, 26 de junio de 2013

Coherencia argentina: Se viene la crisis argentina de cada 10 años...

Argentina’s war on US dollars is backfiring on its central bank—to the tune of $9 billion


A few weeks ago, the president of Argentina’s central bank, Mercedes Marcó del Pont, lauded the country’s balanced current account. Defending a war on dollars policy launched by Argentine president Cristina Kirchner, Marcó del Pont said Argentina “doesn’t need more US dollars and won’t need more US dollars.” But that’s rapidly changing.
In an attempt to tamp down capital flight and prevent Argentines from hoarding dollars—both of which deprive the central bank of foreign reserves—Kirchner has, since late 2011, progressively introduced a series of forcible measures known as the “dollar clamp” that restrict Argentines’ ability to buy them. But a problem has surfaced. By limiting access to dollars, the government has made them more desirable, and led to even fewer of them reaching the central bank than before.
Argentina’s international reserves, which its central bank uses to trade with other countries’ central banks and back its liabilities—like, say, its volatile local currency and bank reserves—have fallen by roughly 19% since the onset of the dollar clamp in late 2011, according to the latest data report released by Argentina’s central bank (PDF, Spanish link). And this year has been particularly tough. The central bank lost $2.84 billion in international reserves in the first quarter of 2013, almost as much as in the whole of last year ($3.08 billion).


And while the dollar clamp is supposed to keep dollars in the country, it appears that Argentines are spending way more abroad than foreigners are spending in Argentina. The country’s first quarter trade surplus shrank by $688 million (Spanish link) compared to the same period last year, led by a 57% increase in fuel imports and decline in wheat exports. And its services deficit, which is largely affected by the health of its tourism industry, ballooned to $1.6 billion, $212 million more than the same period last year.
What’s going on? Basically, a total lack confidence in Argentina’s financial system and, consequently, its local currency, the peso. Argentines are probably holding on to any dollars they earn (from foreign tourists, for instance) instead of letting them get to the central bank; and are using any pesos they can spare to buy dollars and save them up or spend them abroad—despite a black—or “blue”—market exchange rate for dollars that is as much as twice the official exchange rate. Exporters, too, are likely diverting part of their revenues to cashing in on the black market for dollars by feeding them to Argentines at inflated, underground rates.
There are two potential solutions for this, Latin American economist Manuel Hinds told Quartz. “One is to introduce fiscal and monetary discipline—that is, to stop creating pesos and balance the accounts of the government. The other is to devalue the currency, which would encourage people to buy less dollars since buying dollars with pesos would become more expensive.”
But Kirchner isn’t about to reduce government expenditures, which would be painful, Hinds explained. And nor does she want to devalue the peso, “because it would increase the already high inflation.” Hence her attempt to stop Argentine’s buying dollars—which is failing spectacularly.
QZ

martes, 4 de junio de 2013

Dientes dolarizados

A falta de dólares, los argentinos invierten en su dentadura

La rehabilitación bucal, que está entre lo más pedido, puede costar $ 90.000




Gran parte del dinero de muchos argentinos termina en la boca. No es que haya un boom de consumo de alimentos, sino que, ante la imposibilidad de comprar dólares y la ausencia de alternativas viables para proteger sus ahorros de la inflación, algunos decidieron invertir en mejorar su dentadura con distintos tipos de tratamientos odontológicos.
Ezequiel Icasati, director del Centro Odontológico Icasati, comenta que desde hace un tiempo se observa la tendencia y la conciencia en muchos de los pacientes sobre la importancia de invertir en salud estética y función.
Desde el punto de vista de las finanzas conductuales, esta tendencia se explica por la aversión a la pérdida que tiene la gente en tiempos en los que ve que su moneda pierde valor en el bolsillo. El economista Miguel Ángel Boggiano, fundador de cartafinanciera.com, explica que lo que se busca con estos gastos es no tener que registrar mentalmente una pérdida. "Entonces, uno se ve envuelto en gastos, que incluso puede pagar en cuotas", comenta.
Para Boggiano, esta aversión a la pérdida se ve más clara en el caso del gasto en tratamientos odontológicos que en el de la compra de un auto. "Porque este último hoy puede verse como inversión, mientras que lo primero no", analiza el economista.
El tratamiento en el que más se invierte es el de rehabilitación de la boca, tanto en lo que respecta a su estética como a su función. "En estos casos se utilizan implantes, se eliminan prótesis removibles o puentes y se busca acercarse a la conformación original de una boca saludable", explica Icasati.
El segundo lugar entre los servicios más contratados es la estética, con la que se busca restablecer los parámetros de forma, color y naturalidad de las sonrisas juveniles. "En este caso, se aplican técnicas de restauración dentaria y tratamientos sobre los tejidos blandos, como labios, encías y surcos en la piel alrededor de la boca", detalla Icasati.
¿Cuánto se invierte en estos tratamientos? En algunos casos, el equivalente a un auto. O aún más. Una rehabilitación grande puede costar entre $ 80.000 y $ 90.000. Esta intervención implica rehacer una boca desde cero, por eso su duración aproximada es de unos cinco meses, según precisan los especialistas.
Algo que es muy solicitado actualmente y que a su vez tiene el atractivo de lo novedoso son las carillas de porcelana, que tienen un costo básico de $ 35.000. Un poco más modesto resulta un implante o una corona, que demandan entre $ 5000 y $ 8000. En tanto, para hacerse un blanqueamiento no invasivo de uso ambulatorio, otra de las estrellas del momento, hay que desembolsar un mínimo de $ 2000.
La mayoría de estos tratamientos pueden hacerse con financiamiento, con lo cual, tal como indica Boggiano, el impulso a gastar es aún más fuerte, puesto que la gente no sólo se desprende de pesos que se desvalorizan y que ya no quiere tener encima, sino que pasa a deber pesos a largo plazo. "Normalmente en un tratamiento mayor a tres meses, se diseña un plan de pagos hasta su finalización o incluso por un tiempo mayor", relata Icasati.
Muchos pacientes optan por financiar el pago inicial con tarjeta. La odontóloga Melina Wischñevsky afirma que los tratamientos de blanqueamiento, los implantes y las carillas se pueden pagar con la tarjeta de crédito, hasta en seis cuotas sin interés. "Son para todos los que quieran ser verdaderos protagonistas, aunque no aparezcan en el horario central de TV", opina la especialista.
En otros casos se solicita al paciente un adelanto y el resto se financia hasta en doce cuotas con tarjeta (con intereses), o con cheques.
En tiempos de inflación, el miedo al odontólogo y al torno pasó a ser cosa del pasado..