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lunes, 26 de septiembre de 2016

De regulación de precios del pan y corrupción en Egipto

De pan, sobornos y hongos

Una estúpida política de un gobierno incompetente
The Economist




Cuando Egipto, el mayor importador mundial de trigo, señaló el año pasado que comenzaría a hacer cumplir la prohibición de los envíos de grano con incluso cantidades traza de cornezuelo de centeno, un hongo común, enturbió los mercados. Egipto, como la mayoría de los países, había permitido que el grano con el cornezuelo, un nivel inocuo hasta el 0,05%. La nueva norma sería casi imposible de lograr, dijeron proveedores, que procedieron a boicotear las ofertas de granos del estado y subir los precios. En cuestión de meses, Egipto tuvo que dar marcha atrás.

Sin embargo, el 28 de agosto el gobierno volvió a imponer su política de tolerancia cero sobre el cornezuelo, sin duda, con la esperanza de que hacer lo mismo otra vez producirá un resultado diferente. Esto es después de un estudio de la ONU encontró que el hongo no plantea ningún riesgo para los cultivos egipcios. En lugar de ello, el gobierno confía en su propio grupo de pseudo-científicos, que han hecho caso omiso de décadas de prueba para llegar a la conclusión contraria. Todos menos uno boicotearon una licitación estado el 31 de agosto.

Tal vez no haya mejor ejemplo de la incompetencia del gobierno egipcio que su manejo de trigo. El Estado compra millones de toneladas de la materia cada año a partir de proveedores locales e internacionales. Las subvenciones tienen por objeto alentar a los agricultores egipcios a crecer más de lo mismo. Entonces, el gobierno vende panes a las masas a precios sub-mercado.

El sistema es ruinoso costoso y plagado de corrupción. El informe de una comisión parlamentaria sobre los problemas que representa más de 500 páginas y se remitió al fiscal general el 29 de agosto. Entre los hallazgos, los funcionarios y los proveedores nacionales parecen haber sido la falsificación de las estadísticas locales de adquisición y embolsarse los pagos del gobierno. Parlamentarios que investigan dicen que alrededor del 40% de la excelente cosecha de este año, supuestamente, es posible que falte, o puede que nunca han existido en el primer lugar. Egipto debe utilizar los escasos dólares para comprar trigo del extranjero, ya que no produce suficiente en casa.

Un estudio realizado por el departamento de agricultura de Estados Unidos estima que las políticas agrícolas de Egipto "ortodoxas" le costará al país más de $ 860 millones en el año 2016, aun cuando el gobierno considera que las nuevas medidas de austeridad bajo un acuerdo de rescate con el FMI. Algo de esto es simple proteccionismo. Egipto, por ejemplo, prohíbe partes de aves de América, ya que no pueden ser halal. Sin embargo, los musulmanes en Kuwait, Jordania, Irak y Arabia Saudita felices para devorarlos. normas ridículas, aplicación impredecible y "inspecciones" frecuentes por parte de funcionarios de soborno que llame la hacen la vida imposible a los proveedores. Los costos se trasladan a los consumidores egipcios, que ya están sufriendo los altos precios de los alimentos.

A pesar de la presión oficial para detener la investigación sobre la corrupción relacionados con el trigo, las detenciones han sido ordenadas, y los activos congelados. La cabeza más grande a rollo ha sido el de Khaled Hanafi, el ministro de suministro, que renunció el 25 de agosto. Aunque no es acusado de beneficiarse directamente del injerto, supervisó el programa de subvención de alimentos de Egipto. Sr. Hanafi apunta a supuestos éxitos, tales como la institución de tarjetas inteligentes para la distribución de pan y la reducción de costes. Sin embargo, las tarjetas fueron cortados, y el gasto en subsidios de pan aumentaron en su reloj. De alguna manera su ministerio no pudo comprar arroz después de la última cosecha, lo que lleva a la escasez en todo el país y los precios más altos.

Curiosamente, la investigación de corrupción puede haber alentado la política tonto en el cornezuelo. El ministerio de alimentación, que supervisa las compras de cereales, había empujado a niveles razonables. Pero el gobierno no quiere ser visto como haciendo ningún favor a los comerciantes, algunos de los cuales son acusados ​​de corrupción. La nueva prohibición se ha anunciado como un esfuerzo por proteger a los egipcios cuando, de hecho, sólo se sumará a su miseria.

domingo, 17 de mayo de 2015

Un economista peruano refuta a Piketty

El economista De Soto refuta las tesis de Piketty
El autor de este artículo afirma que el origen de la miseria no es el capital, sino su carencia
Hernando De Soto - El País



La obra de Thomas Piketty El Capital en el Siglo XXI concitó interés a nivel mundial, no porque emprenda con ella una cruzada contra la injusticia social —somos muchos los que lo hacemos— sino porque, basándose en sus lecturas de los siglos XIX y XX, enarbola como tesis central: “El capital produce mecánicamente desigualdades arbitrarias e insostenibles” que inevitablemente conducen al mundo a la miseria, la violencia y las guerras y que continuará haciéndolo en este siglo.
Hasta ahora los críticos de Piketty sólo han planteado objeciones técnicas a sus malabarismos con las cifras, pero no han impugnado su tesis política y apocalíptica, que es absolutamente incorrecta. Yo lo sé porque en los últimos años mis equipos de investigadores han realizado estudios de campo, explorando países donde campeaban la miseria, la violencia y la guerra, en pleno siglo XXI. Lo que descubrimos fue que lo que la gente realmente desea es más capital, no menos, y quieren que su capital sea real y no ficticio.

La plaza de Tahrir, El Cairo: la ciudad del capital muerto

Thomas Piketty, al igual que muchos otros estudiosos occidentales que investigan dotados de un presupuesto limitado, cuando tropieza en países no occidentales con datos estadísticos precarios y disparatados, en lugar de efectuar su propio muestreo en el terreno, adopta las categorías de clase y los mismos indicadores estadísticos europeos y los extrapola a las realidades de esos otros países. Luego se basa en ellos para sacar conclusiones de validez mundial y llegar a una ley de aplicación universal, sin tomar en cuenta que el 90% del mundo vive en países en vías de desarrollo o de la antigua Unión Soviética, cuyos habitantes producen y mantienen su capital en el sector informal, vale decir, al margen de las estadísticas oficiales.
Los alcances de este error no se limitan a simples métodos de cálculo. Aunque sucede que el tipo de violencia que estalló en lugares como la plaza de Tahrir, Egipto, en 2011, se presenta precisamente en aquellas partes del mundo, según nuestros estudios de campo, el capital tiene un papel determinante pero oculto que el análisis eurocéntrico no puede percibir.
A petición del ministro de Hacienda de Egipto, mi equipo, junto a 120 investigadores, en su mayoría egipcios, no sólo estudiaron documentos oficiales, sino que apelaron a todos los medios locales para conseguir información que permitiera al Gobierno comprobar la veracidad y la integridad de sus estadísticas convencionales.
Descubrimos que el 47% del ingreso anual del trabajo en realidad proviene del capital. Los casi 22,5 millones de trabajadores que hay en Egipto no sólo ganaban un total de 20.000 millones de dólares (18.361 millones de euros) en salarios, sino que además percibían otros 18.000 millones de dólares (16.527 millones de euros) por el rendimiento de su capital no registrado. Nuestro estudio demostró que los “trabajadores” egipcios son propietarios de bienes inmuebles cuyo valor se estima en unos 360.000 millones de dólares (330.534 millones de euros), que representa un monto ocho veces superior a toda la inversión extranjera directa llegada a Egipto desde que Napoleón invadió el país. ¡Con razón Piketty no se percató de estos hechos, pues solo estudió las estadísticas oficiales!

Las revoluciones árabes y las guerras por el capital

A Piketty le preocupa que haya guerra en el futuro y sugiere que cuando se produzca lo hará como una rebelión contra las injusticias que provoca el capital. Al parecer, no se ha dado cuenta de que las guerras por el capital ya han empezado, en Oriente Próximo y el norte de África, con Europa por testigo. Si no se le hubieran pasado por alto estos acontecimientos Piketty se habría percatado de que no son revueltas contra el capital, como supone su tesis, sino más bien revueltas por el capital.
La primavera árabe se desencadenó a causa de la inmolación de Mohamed Bouazizi en Túnez, en diciembre de 2010. Como las estadísticas oficiales y eurocéntricas califican de “desempleados” a todos aquellos que no trabajan para empresas formalmente reconocidas, no debe sorprendernos de que la mayoría de observadores rápidamente le adjudicaran a Bouazizi el calificativo de “trabajador desempleado”. Sin embargo, este sistema de clasificación no se percató de que Bouazizi no era un trabajador, sino un comerciante desde los 12 años, y que deseaba vehementemente tener más capital (ras el mel, en árabe). Se puede decir que una taxonomía eurocéntrica nos impidió ver que, en realidad, Bouazizi estaba encabezando cierto tipo de revolución industrial árabe.
Y no fue el único. Poco después descubrimos que otros 63 empresarios, en un periodo de dos meses, e inspirados por Bouazizi, intentaron suicidarse públicamente en todo Oriente Próximo y el norte de África, y animaron a millones de árabes a tomar las calles derrocando casi de inmediato a cuatro gobiernos.
A lo largo de dos años entrevistamos a casi la mitad de los 37 inmoladores que sobrevivieron a las quemaduras y también hablamos con sus familiares. Lo que precipitó sus intentos de suicidio fue que les habían expropiado el poco capital que poseían. Unos 300 millones de árabes viven en las mismas circunstancias que ellos, y de ellos podemos aprender muchas cosas.
Primero, que el origen de la miseria y de la violencia no es el capital, sino la carencia del mismo. No tener capital es la peor injusticia.
Segundo, que para la mayoría de nosotros que no pertenecemos al mundo occidental y, por lo tanto, no estamos sometidos a las categorizaciones europeas, el capital y el trabajo no son enemigos naturales, sino más bien facetas que se entretejen para formar un todo.
Tercero, que el mayor freno para el desarrollo de los pobres es su incapacidad para forjarse un capital y protegerlo.
Cuarto, que la disposición personal a enfrentarse al poder no es exclusivamente una cualidad occidental. Cada uno de los inmoladores es Charlie Hebdo.

El capital ficticio y la crisis económica europea

Concuerdo plenamente con Piketty cuando sostiene que la ausencia de transparencia es un mal medular de la crisis europea, que no amaina desde 2008. Pero no comparto la solución que propone: armar un libro de contabilidad gigante —un “catastro financiero”— que incluya todos los activos financieros. No tiene sentido porque el problema está en que los bancos europeos y los mercados de capital tienen gran cantidad de lo que Marx y Jefferson llamaban capital “ficticio”. Es decir, papeles que ya no reflejan un valor real. ¿Quién querría un catastro de billones de dólares y euros, de derivados financieros agregados en paquetes de origen turbio, basados en bienes que no dejan rastro o cuya documentación está incompleta, que se propagan y arremolinan sin control por los mercados europeos? Un catastro que se limite simplemente a sumar el “valor” de todos estos instrumentos solo podría reportar un guarismo inútil sobre un capital ficticio. Especialmente, cuando vemos que una de las razones principales del mínimo crecimiento de la economía europea es que nadie confía en las instituciones financieras que detentan esos papeles sin valor.
Entonces, ¿cómo haríamos para crear un catastro que refleje la realidad y no la ficción? ¿Cómo pueden los Gobiernos manejar datos económicos cuya veracidad se pueda comprobar en un mercado mundial lleno de papeles ilusorios? ¿Cómo podemos ubicar, fijar y controlar algo tan inmaterial y trascendente como el capital? Fueron los franceses quienes aportaron la respuesta con sus sistemas de registro de propiedad desarrollados antes, durante y después de la Revolución francesa. Los sistemas de registro de aquella época feudal no podían ir al ritmo de los mercados en fuerte expansión. Las recesiones eran incontrolables y desapareció la confianza entre los franceses, por lo que llevaron su frustración a las calles. Los reformadores franceses no respondieron con un catastro que retratara el caos del sistema financiero, sino creando sistemas de recopilación de datos, radicalmente nuevos, que reflejaran datos reales y no ficticios.
Simple y genial. Al contrario de lo que sucede con los estados financieros, los registros de propiedades se guardan en archivos muy bien reglamentados y son accesibles al público, además contienen toda la información disponible sobre la situación económica de las personas y de los bienes que controlan. Nadie puede permitirse cometer errores al declarar la cantidad de capital que posee pues perdería su capital.
Como bien señaló el reformista francés Charles Coquelin, Francia pudo modernizarse cuando el país aprendió a registrar la propiedad durante todo el siglo XIX y, por lo tanto, pudo hacer un levantamiento de los millares de enlaces que entretejen las empresas, y con ello socializar y reestructurar la producción en forma más flexible.
Piketty tiene el corazón en el lugar correcto, pero tiene los papeles en los archivos equivocados. El problema del siglo XXI son los papeles sin respaldo en bienes de Occidente, y los bienes sin papeles en el resto del mundo.
¿Cómo lidiamos con la miseria, las guerras y la violencia cuando la mayoría de los registros del mundo han dejado de representar aspectos cruciales de la realidad? La historia francesa es un buen punto de partida para encontrar respuestas, especialmente en la etapa de Revolución francesa.
Hernando de Soto, economista peruano, es autor, entre otros libros, de El misterio del capital. ¿Por qué el capitalismo triunfa en occidente y fracasa en el resto del mundo? (2000).