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jueves, 1 de marzo de 2018

Duopolio: Sangriento Hotelling en Glasgow

Cuando en Glasgow ser vendedor de helados era una profesión de riesgo

Javier Sanz — Historias de la Historia



Si pidiéramos a la gente que elaborase un listado con las profesiones más peligrosas que se le ocurriesen, con casi toda seguridad estarían copadas por empleos del tipo artificiero, domador de leones o gestor de residuos nucleares. Todas estas y algunas más son labores que merecen respeto y reconocimiento por el riesgo que supone para aquellos que eligen desempeñarlas. Pero hubo un lapso de tiempo, hace ya algunos años, en los cuales la profesión más peligrosa que uno podía desarrollar en la ciudad escocesa de Glasgow era, por sorprendente que parezca, la de vendedor de helados.

A finales de la década de los 60 y los 70 se popularizaron los carritos de helados que perviven todavía hoy en día en el Reino Unido. Estos se diversificaron y con el tiempo dejaron de dedicarse en exclusiva a la venta de polos y granizados para distribuir otros productos como alimentos, papel higiénico e incluso medicamentos. Pero el afán de lucro unido a la falta de escrúpulos dieron lugar a un conflicto que se extendió por años y que ha pasado a la historia como “The Glasgow Ice Cream Wars” (La guerra de los carritos de helado de Glasgow), un hecho que parece el argumento de una película de serie B pero que marcó un antes y un después para el país británico en general y la ciudad escocesa en particular.



Ya en los 80, en esta urbe se había creado una especie de duopolio de los carritos que se repartían los Campbell y los hermanos Marchetti. Aunque se habían dividido el territorio, pronto comenzaron a surgir conflictos sobre los puntos de venta. Todo esto puede parecer excesivo si el objetivo es la venta de helados y accesoriamente otros productos, pero lo que no hemos dicho hasta ahora es que los mismos pasaron a ser negocios sumamente rentables a la par que peligrosos porque incluyeron la venta de drogas, especialmente heroína, así como armas y productos robados. La gran capacidad de carga de los camiones, el conocimiento de las calles de sus conductores y las nulas sospechas que en los primeros años pudieran levantar, los convirtieron en las herramientas perfectas para este lucrativo negocio. Entre ambas bandas, así como contra los vendedores independientes, comenzaron a actuar lo que se dio en llamar “frighteners”, mafiosos de baja categoría que utilizaban tácticas de intimidación que incluían lanzamiento de piedras, tiroteos y ataques con arma blanca. Y obviamente, con el tiempo esta violencia fue escalando hasta el punto de generar tensiones mucho mayores.

La muerte de “Fat Boy”

El punto álgido de este episodio se dio en 1984, cuando un distribuidor y propietario de un camión llamado Andrew Doyle, conocido por todos como “Fat Boy”, se negó desde un principio a participar en la venta de otra cosa que no fueran helados. Ni siquiera el tiroteo que sufrió mientras hacía su ruta de reparto logró amedrentarlo. Así que los gánsteres decidieron pasar a un plan mucho más agresivo: durante la madrugada del 16 de abril rociaron con gasolina la puerta de su casa y la incendiaron. El fuego acabó propagándose y matando al desafortunado e íntegro vendedor de helados y a toda su familia: 6 personas en total entre las que se encontraba un bebé de 18 meses. La desesperación echó a las gentes a las calles exigiendo que se tomasen medidas para acabar con la oleada de robos, tiroteos y ajustes de cuentas en las que se había visto inmerso Glasgow. Y comenzaron las presiones judiciales y sociales a la policía para encontrar a los culpables.


Entierro de la familia Doyle

La confesión de un delincuente de poca monta llamado William Love, apresado por el robo en y de vehículos, puso sobred la pista a la policía y consiguieron detener a los autores del incendio y asesinato: dos vendedores de helados llamados Thomas Campbell y Joe Steele, Aunque durante el proceso mantuvieron su inocencia, e incluso llegaron a protagonizar huelgas de hambre como protesta, fueron condenados. Años después, el testigo que había sido clave para la detención de ambos heladeros reconoció haberse inventado la declaración, aunque el caso no fue reabierto hasta el 2001. Fueron liberados en 2004. Nunca se encontró a los pirómanos.

Después de este grave incidente, la policía puso en jaque a los clanes mafiosos a cargo de ese negocio y la guerra de los carritos de helado se fue diluyendo. Aunque sería la liberalización del sector comercial y la apertura de centros de venta lo que la remataría. De esta forma, los ciudadanos de Glasgow pudieron comprar los productos que necesitaban fuera de estos circuitos.

Colaboración Antonio Capilla Vega


Nota del administrador: Es famoso el modelo de competencia espacial de Hotelling al cual este caso se asemeja muchísimo. Aunque no en lo sangriendto del final.

lunes, 13 de octubre de 2014

Biografía: Jean Tirole (Nobel 2014)

Jean Tirole


Jean Tirole es un economista francés, nacido en 1953, que en la actualidad ocupa el cargo de Director de la Fundación Jean-Jacques Laffont - Escuela de Economía de Toulouse. Ha recibido el Premio Nobel de Economía en el año 2014 por su análisis del poder de los mercados y la regulación.
Sus investigaciones se centran en los campos de Organización Industrial, banca y finanzas y economía y psicología. Tras recibir su doctorado por el MIT en 1981, trabajó como investigador en la École nationale des ponts et chaussées hasta 1984. Entre 1984 y 1991 trabajó como profesor de economía en el MIT. Fue presidente de la Econometric Society en 1998 y de la European Economic Association en 2001. Aún mantiene su relación con el MIT, en calidad de profesor visitante.

Publicaciones

Jean Tirole ha publicado más de 180 artículos científicos en economía y finanzas, así como ocho libros entre los cuáles se enencuentran "La teoría de la Organización Industrial, "Teoría de Juegos" (junto a Drew Fundenberg) , "Competencia en Telecomunicaciones" (junto a Jean-Jacques Laffont) y "La teoría de las finanzas corporativas". Sus investigaciones abarcan la organización industrial, regulación, teoría de juegos, banca y finanzas, psicología y economía, finanzas internacionales y macroeconomía.




Libros


  • Dynamic Models of Oligopoly (con D. Fudenberg), 1986. [1]
  • The Theory of Industrial Organization, MIT Press. (1988) Description and chapter-preview links.
  • Game Theory (con D. Fudenberg), MIT Press, 1991 [2].
  • A Theory of Incentives in Regulation and Procurement (con J.-J. Laffont), MIT Press,1993. Description & chapter- preview links.
  • The Prudential Regulation of Banks (con M. Dewatripont), MIT Press,1994. [3]
  • Competition in Telecommunications, MIT Press, 1999 [4].
  • Financial Crises, Liquidity and the International Monetary System, Princeton University Press, 2002 [5].
  • The Theory of Corporate Finance, Princeton University Press, 2005. Description. Association of American Publishers 2006 Award for Excellence.
  • Balancing the Banks (con Mahttp://press.princeton.edu/thias Dewatripont, and Jean-Charles Rochet), Princeton University Press, 2010 [6].
  • Inside and Outside Liquidity (con Bengt Holmström), MIT Press, 2011 [7].


Educación

Tirole obtuvo sus graduados en ingeniería por la École Polytechnique de París en 1976, y de la École nationale des ponts et chaussées, Paris (1978), así como un "Doctorat de 3ème cycle" en matemáticas de la decisión por la Universidad de París IX (1978). En 1981 obtuvo su Doctorado Ph.D. del Massachusetts Institute of Technology.

Premios y honores

Jean Tirole recibió un Doctorado Honoris Causa de la Universidad Libre de Bruselas en 1989 y de la London Business School en el 2007, el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Economía, Finanzas y Gestión de Empresas en 2008, el premio Yrjö Jahnsson de la European Economic Association en 1993, y el Premio por Servicios Distinguidos del Centro de Investigaciones de Utilidad Pública (Universidad de Florida) en 1997. Es miembro honorario extranjero de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias (1993) y de la American Economic Association (1993). También recibió una Beca Sloan (1985) y una Beca Guggenheim (1988). Ha recibido el Premio Nobel de Economía en el año 2014 por su análisis del poder de los mercados y la regulación.

Wikipedia

jueves, 12 de junio de 2014

miércoles, 21 de mayo de 2014

Duopolio de Stackelberg

Competencia en duopolio según Stackelberg

En 1934, Stackelberg dio a conocer un modelo de duopolio dinámico en el cual las decisiones no se toman en forma simultanea sino secuencial.


En 1934, Stackelberg dio a conocer un modelo de duopolio dinámico en el cual las decisiones no se toman en forma simultanea sino secuencial. Su modelo enuncia el caso de dos empresas, las cuales deciden competir entre sí debido a las exigencias del mercado, por una cantidad demanda por los consumidores. En este tipo de competencia en duopolio (son dos empresas líderes que comparten un mismo producto) siempre se dará el caso que una de ellas tome la decisión anticipada de decidir primero cuando y cuanto producir, lo que significa que jugará primero; esta empresa es la que se conoce como “líder”. Por otro lado la empresa que decide después, es la que juega en segundo término y se conoce como “seguidora”, ella tiene que analizar la producción de “lider”, para ver cuanto va a producir. De todas formas la demanda total del mercado se repartirá entre ambas empresas, siendo una la mayor demanda abastecida por el “lider” y el resto conocido como “demanda residual” la que abastece el “seguidor”. Un ejemplo claro de este caso es la actitud comercial seguida por muchas empresas de automóviles, como por ejemplo Ford y Chrysler como seguidoras de General Motors en determinados momentos de la historia de esta industria o el caso presentado por las empresas de autos norteamericanas contra la compañía Toyota. Este es un modelo de fácil y generalizada aplicación para muchas empresas, también puede orientarse a la competencia en cuanto a precios, según el modelo desarrollado por Bertrand.

Para desarrollar este tipo de competencia, se establecen uan serie de supuestos, quedando de la siguiente manera: la empresa líder elige la cantidad qL que producirá y la empresa seguidora , la cual luego de observar la producción qL elige la cantidad qS. Supongamos que la demanda de mercado es P = a – Q, pero nosotros sabemos que estamos en un duopolio por lo tanto Q = qL + qS. Para obtener el equilibrio en competencia de duopolio se utiliza la técnica backward induction (inducción hacia atrás), efectuándose primero la maximización del beneficio del “seguidor”, de esta forma se obtiene su regla de comportamiento que nos lleva a determinar la curva de reacción, la cual nos indica cuanto producirá el “seguidor” en función de cuanto produzca el líder (en cantidades); es decir, sabiendo cual es la demanda de mercado y cuanto abastece el líder, la empresa seguidora sabe cuanto debe producir según la porción de demanda que queda sin cubrir para con ello evitar pérdidas innecesarias y una sobre oferta. De lo anterior podemos señalar que BS = ( a – qL – qS) x qS – c.qS, de esta manera se ha supuesto que el costo marginal es constante. Efectuando la derivada respecto a qS, obtenemos:

dBs/dqs = a – qL – 2qs – c = 0
Despejando qs obtenemos la reacción del seguidor a una cantidad arbitraria fijada por el líder:
qs = (a – qL –c)/2

Esta ecuación de reacción es similar a la que nos mostró antes Cournot, pero con la diferencia que con este sistema la reacción del seguidor se basa en la acción del líder (cuanto más produzca el líder menos el seguidor y viceversa); mientras que antes era la mejor respuesta a una cantidad hipotética que será simultáneamente escogida por la otra empresa. El líder (y este es un supuesto fuerte) conoce la regla de decisión del seguidor, y debe tenerla en cuenta cuando decide cuanto producir, ya que ello impactará sobre la cantidad total a ser ofrecida al mercado, con la consecuente influencia en el precio. Entonces, debemos incorporar la curva de reacción del seguidor en la maximización de beneficios del líder, lo que se efectúa reemplazando la regla para qs obtenida arriba (*) en la qs de la función de beneficios del líder:

BL = (a-qL-qS).qL – c.qL = ( a-qL- (a – qL –c)/2 ).qL –c.qL

Luego derivando respecto a qL se obtiene:

dBL/dqL = a – 2qL – a/2 + qL + c/2 –c = a/2 –c/2 –qL = 0

Despejando qL resulta ser qL=(a-c)/2 que es la cantidad óptima que produce el líder, y reemplazando dicha cantidad en la curva de reacción del seguidor, obtenemos la cantidad de producción óptima para este, es decir

qS = (a – qL –c)/2 = (a – (a-c)/2 – c) /2 = (a-c)/4

Con lo cual hemos resuelto el equilibrio de Stackelberg por inducción hacia atrás siendo las cantidades óptimas del líder y el seguidor respectivamente (a-c)/2 y (a-c)/4. Es importante no confundir la regla de conducta del seguidor con la cantidad óptima que ofrecerá el seguidor, la cual sólo puede ser obtenida luego de saber cuanto produce el líder. Este es un modelo de bienestar social, la solución propuesta por Stackelberg estaría entre las soluciones de Monopolio y Competencia Perfecta.

Competencia Perfecta.

La curva de demanda será: P = a – Q(total)
Como el Costo Marginal es constante “c” entonces la solución de competencia es cuando el costo marginal es igual al precio:

C = P= a – Q(total) Q = (a-c)



Monopolio.

El Monopolista iguala ingreso marginal con costo marginal, resultando en precios más altos y cantidades más bajas.

C = P= a – 2Q(total) Q = (a-c)/2



Duopolio

Solución Propuesta por Stackelberg para el caso del duopolio.
ql = (a-c)/2
qs = (a-c)/4
Q = q1+q2=3/4 (a-c)



Empresa y Economía

martes, 1 de octubre de 2013

Medidas de concentración industrial aplicado al mercado agropecuario


LA MEDIDA DEL GRADO DE CONCENTRACIÓN DE VENDEDORES Y COMPRADORES EN UN MERCADO AGROPECUARIO

PASCUALE, Adhemar(1)QUAGLIANI, Ana(2) ex-aequo



(1) Cátedra Extensión Rural
(2) Cátedra Comercialización Agropecuaria

Facultad de Ciencias Agrarias. UNR.

C.C. Nº 14 (S 2125 ZAA) Zavalla - Santa Fe - Argentina


Resumen

El objetivo de este trabajo es describir dos índices que pueden utilizarse para medir el grado de concentración del conjunto de empresas que actúan en un mercado y, a la luz de la teoría existente, evaluar tales índices con el fin de concluir cuál de ellos es el que cumple mejor con su función de posibilitar la inferencia acerca del probable comportamiento de tales empresas: en forma independiente o con algún tipo de acuerdo o colusión. Sobre la base de los resultados obtenidos cuando se aplicaron ambos índices al caso de la exportación de subproductos de la industria sojera y al procesamiento de leche, puede concluirse que el Índice Estándar (IE) es superior al Índice Herfindahl-Hirschman (IHH) para medir el grado de concentración de un conjunto de empresas, porque refleja mejor la posibilidad de un comportamiento colusivo derivado de la distribución entre ellas del total de operaciones. El IHH se utiliza en las leyes de la defensa de la competencia (Estados Unidos, Méjico e incluso la Argentina), con el fin de medir el grado de concentración y por lo tanto el riesgo de disminución de la competencia con lo cual se reduce la protección que brinda a los consumidores.
Palabras Clave:Concentración, comportamiento colusivo, poder de mercado, competencia
Summary
The objective of this paper is to describe two indexes that may be used to measure the degree of concentration of the firms operating in a market and, according to the current theory, to assess those indexes in order to conclude which of them works best for making inferences about the probable behaviour of those firms. On the basis of the results obtained when both indexes were applied to measure the concentration of firm in the soybean by-product export sector and dairy industries, it is possible to conclude that the Standard Index (SI) is better than the Herfindahl-Hirschman Index (HHI) to measure the degree of firms concentration because it shows better the possibility of a collusive behaviour derived from the distribution of operations among them. However, in countries like the United States, Mexico and even Argentina, the HHI is used in competition protection laws to measure the degree of concentration. Therefore, there is a risk of a decrease in competition resulting in a decrease in the protection they offer to the consumers.
Key Word:concentration, collusive behaviour, market power, competition
Introducción
Según la teoría económica tradicional (Samuelson y Nordhaus, 1996), una de las condiciones para que un mercado sea competitivo y en consecuencia ninguno de los participantes tenga beneficios extraordinarios, es que tanto oferentes como demandantes se encuentren atomizados, es decir, que sean muchos y se repartan en forma más o menos igualitaria el monto de las operaciones realizadas por el conjunto de las firmas.
Así, el comportamiento de una empresa no afectaría a las demás y cada una de ellas actuaría independientemente de la otra sin acuerdos que podrían tender a beneficiarlas en detrimento de la contraparte.
Surge entonces la necesidad de medir el grado de concentración del conjunto de empresas que operan como demandantes u oferentes en un mercado, a fin de conocer si tales empresas se encuentran o no atomizadas y, por lo tanto, si se presenta o no el riesgo de un comportamiento no competitivo.
Para ello se han elaborado distintos índices. El objetivo de este trabajo es describir tales índices y, a la luz de la teoría existente, evaluarlos con el fin de concluir cuál de ellos es el que cumple mejor con su función de posibilitar la inferencia acerca del probable comportamiento de tales empresas: en forma independiente o con algún tipo de acuerdo o colusión.

Materiales y Métodos



Marco teórico

Es cierto que, desde el punto de vista teórico, no puede afirmarse la existencia de una relación directa entre beneficios extraordinarios y grado de concentración de las empresas en un mercado. Por ejemplo, en el oligopolio de Bertrand dicha relación es inexistente ya que la capacidad de ejercer poder de mercado no depende de la existencia de más o menos competidores sino del nivel y de la forma de las funciones de costos de las empresas involucradas.



Por lo tanto, que haya o no relación entre tasas de beneficio y niveles de concentración es "un tema empírico que durante muchos años alimentó el debate entre las distintas escuelas de organización industrial y generó, al decir de Demsetz (1974, citado por Coloma, 2002), dos sistemas de creencias acerca del monopolio. Por un lado, se alinearon los proponentes de la llamada doctrina de la concentración del mercado (originada en la visión de Bain y de sus seguidores de la escuela de Harvard) y, por otro, los que sustentaban la hipótesis de la eficiencia relativa (entre los que sobresalieron Stigler, el propio Demsetz y, en general, la escuela de Chicago). Los primeros sostenían la existencia de una relación positiva entre beneficios y concentración y la atribuían al mayor ejercicio de poder de mercado que prevalecía en los mercados concentrados (sea porque en ellos la competencia tendía a plantearse a través de variables distintas del precio o porque una mayor concentración facilitaba la aparición de conductas colusivas). Los segundos sostenían que, si existía, dicha relación positiva entre beneficios y concentración era en general producto de factores competitivos, que hacían que las empresas relativamente más eficientes obtuvieran mayores beneficios y crecieran más que las empresas relativamente menos eficientes" (Coloma, 2002, págs. 38 y 39).



La posición de Bain (1963) y sus seguidores se sustenta en dos reglas basadas en sendos aspectos específicos del grado de concentración. Uno de dichos aspectos es el número de empresas y la proporción sobre el total de operaciones controlado por cada una de ellas, siendo posible afirmar que cuanto mayor es el grado de concentración de las firmas, mayor será la tendencia hacia el comportamiento colusivo y menor el estímulo a la actuación independiente.

El origen de esta afirmación es que a medida que disminuye el número de operadores se facilita la realización de acuerdos, expresos o tácitos, de maximización conjunta de beneficios y disminuye la probabilidad de violación de los mismos. Cuando las empresas son pocas y se distribuyen partes importantes de las operaciones del mercado, la acción independiente de cualquiera de ellas afecta a las demás, las que reaccionarán en consecuencia anulando así el objetivo
buscado de mejorar su posición relativa. De manera que el incentivo para actuar en forma independiente es mínimo. Entonces, una alta concentración de empresas favorece la actuación conjunta porque es más fácil llegar a un acuerdo y porque resulta más difícil obtener ventajas de una acción independiente.

El segundo de los aspectos citados es la presencia (e importancia cuantitativa) o ausencia de un grupo de empresas pequeñas en un conjunto de empresas oligopólico. En muchos oligopolios existe, además de un grupo reducido de firmas que individualmente ofrecen proporciones significativas del total operado reconociendo su mutua interdependencia, un conjunto de pequeños oferentes, en número variable, cada uno de los cuales provee una fracción tan reducida del mercado que sus ajustes de precio o cantidad no influyen sobre el resto de las empresas rivales, aunque el comportamiento de las firmas grandes afecte sin duda su situación. Estas empresas pequeñas actúan en forma independiente tratando de maximizar su beneficio en función de las condiciones impuestas por las empresas oligopólicas.

Según la opinión de Bain (1963), algunas (o todas) pueden seguir un comportamiento que les permita ampliar su participación en el mercado reduciendo, por ejemplo, el precio establecido por las empresas grandes. Ello obliga a éstas a mantener un nivel de precio que limite el crecimiento de las empresas más chicas, como mecanismo de defensa de su
participación en el mercado. En cambio, Beierlein y Woolverton (1991) desarrollan el modelo que denominan "corazón dominante -franja competitiva" indicando que, en realidad, las empresas chicas deben seguir el comportamiento de las grandes, es decir, si son vendedoras y compiten entre sí bajando los precios, deberán también bajarlos mientras que, si las firmas grandes se ponen de acuerdo y cobran precios altos, las empresas pequeñas también quedan habilitadas para hacerlo.

Por lo tanto, es muy probable que la existencia de un grupo de firmas pequeñas junto a empresas grandes conduzca a un comportamiento diferente del conjunto de firmas al que tendría lugar si ese grupo no existiese, de lo cual se desprende que la apreciación de este fenómeno resulta de sumo interés.

Índices alternativos
Para medir el grado de concentración se pueden utilizar distintos índices. Uno de ellos, que suele denominarse Índice Estándar (Casanova, 2002), considera el porcentaje de operaciones del mercado que controla un número reducido de las empresas más grandes (tan reducido como para que pueda ser estimulante el comportamiento colusivo).

Así se tienen los siguientes:
C4 (Coeficiente de concentración de las cuatro empresas más grandes)
Si este índice supera el 60% del total de operaciones del mercado, se considera que el conjunto de empresas se encuentra altamente concentrado (Pereyra y Triunfo, 1999).

C8 (Coeficiente de concentración de las ocho empresas más grandes)
Si C8 < 25% del total de operaciones, el conjunto de empresas no está concentrado; mientras que si 25% ≤ C8 ≤ 50%, se encuentra moderadamente concentrado y si C8 >50% el conjunto de empresas está altamente concentrado (Khavisse y Azpiazu, citado por CEPA, 1985).
Bain también utiliza un índice similar variando los porcentajes a los efectos de captar distintas formas de grupos de empresas como monopolios u oligopolios parciales.

Otra forma de medir el grado de concentración es el Índice Herfindahl-Hirschman (IHH). Este índice es la suma de la participación porcentual al cuadrado de cada una de las 50 empresas más grandes que operan en la oferta o la demanda de un mercado (o de todas si son menos de 50). Se entiende que un conjunto de empresas es competitivo si el IHH es inferior a 1.000, moderadamente competitivo si se encuentra entre 1.000 y 1.800 y concentrado si está por encima de 1.800 (Pereyra y Triunfo, 1999). El mayor valor que puede tomar el índice es 10.000, si existe una sola empresa con el 100% de las operaciones y el menor puede ser inferior a 100, en el caso en el que existan más de 100 empresas con menos del 1% de participación cada una (Casanova, 2002).

Información utilizada
Los resultados a los cuales se llega aplicando uno u otro índice para medir el grado de concentración no son coincidentes. A fin de ponerlo de manifiesto, es necesario aplicar ambos índices a un mismo conjunto de empresas para el cual se disponga de la distribución del total de operaciones entre cada una de ellas.

No siempre resulta factible conseguir esa información. Una de las posibilidades es medir el grado de concentración en las exportaciones de subproductos de soja, pues la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) proporciona datos por firma de las cantidades de aceite y harina de soja vendidas al exterior. La información más actualizada que la Cámara publica en Internet es la referida a la exportación argentina de tales subproductos durante el año 2002, por lo cual se usaron esos datos para calcular el grado de concentración empleando el IE y el IHH.

Asimismo, se utilizó la información proporcionada por Galetto (2002) en un trabajo en el cual calcula, usando el IHH, el grado de concentración de las empresas elaboradoras de leche basándose en la captación de materia prima correspondiente al año 2000.

Resultados y Discusión


Tabla 1: Harina de soja. Exportaciones argentinas por empresa y grado de concentración medido por el Índice Estándar y el Índice Herfindahl-Hirschman. Año 2002 (toneladas).
* Individualmente, la participación porcentual de estas empresas es tan reducida que, al calcularse el cuadrado de los valores obtenidos, no superan el 0,0.
Fuente: Elaboración propia con datos obtenidos de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina.
Tabla 2: Aceite de soja. Exportaciones argentinas por empresa y grado de concentración medido por el Índice Estándar y el Índice Herfindahl-Hirschman. Año 2002 (toneladas).
* Individualmente, la participación porcentual de estas empresas es tan reducida que, al calcularse el cuadrado de los valores obtenidos, no superan el 0,0.
Fuente: Elaboración propia con datos obtenidos de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina.
Grado de concentración de firmas exportadoras de subproductos de la molienda de soja

En las tablas 1 y 2 pueden verse, para el año 2002, las cantidades exportadas de harina y de aceite de soja por empresa, respectivamente, junto con la información adicional necesaria para determinar el valor del IE y el IHH.

Según los valores obtenidos del IE, el conjunto de empresas exportadoras de harina de soja tendría un alto grado de concentración, tanto si se toma el porcentaje que controlan las 8 empresas más grandes (91,9%), como si sólo se considera la proporción que venden las 4 empresas de mayor envergadura (68,4%). Sin embargo, el valor del IHH (1.368,0) señala un moderado nivel de concentración.

De igual manera, en el caso del aceite de soja, el conjunto de las empresas exportadoras aparece con un alto nivel de concentración si se lo mide con el IE (C8 = 91,4% y C4 = 68,0%), mientras que el IHH, con un valor que apenas supera 1.400, indica un grado de concentración moderado.

Es útil aclarar que escapa al objetivo del presente trabajo examinar algunos aspectos que deben tenerse en cuenta cuando se evalúan las consecuencias del grado de concentración de un conjunto de empresas sobre el comportamiento de las mismas y, por ende, sobre el proceso de formación del precio. Por ejemplo, la necesidad de definir adecuadamente el mercado relevante, es decir, aquel en el cual se fija el precio que luego se traslada hacia atrás y/o hacia adelante en el canal de comercialización o también la importancia de examinar si las firmas que forman parte del grupo de empresas más grandes siempre son las mismas o van cambiando con el transcurso de los años. Lo único que se intenta mostrar es que, en iguales condiciones el IE da por resultado un nivel de concentración más alto que el derivado de la aplicación del IHH, en forma independiente de la representatividad de la información usada en cuanto a la real confrontación de oferentes y demandantes para la determinación del precio.

Grado de concentración de las empresas procesadoras de leche

Como se indica anteriormente, a fin de medir el grado de concentración de las empresas procesadoras de leche en nuestro país, se utilizan los datos proporcionados por Galetto (2002). En primer lugar, este autor define como relevante el mercado nacional y emplea los datos que aparecen en las dos primeras columnas de la tabla 3 para la obtención del IHH. Las columnas 3 y 4, aunque son similares, para uniformarlas con las tablas 1 y 2 se presentan de manera diferente a la elegida por Galetto.
Tabla 3: Argentina. Cantidad de leche procesada por empresa y grado de concentración medido por el Índice Estándar y el Índice Herfindahl-Hirschman. Año 2000* (millones de litros/día).
*El autor aclara que los datos de captación de materia prima corresponden aproximadamente a los del año 2000.
**Cuando el resto está constituido por un número significativo de empresas, cada una de las cuales controla una proporción muy reducida de las operaciones, el cuadrado de dicha proporción es insignificante por lo que no se tiene en cuenta para el cálculo del valor del IHH.
Fuente: Elaboración propia con información obtenida de Galetto (2002).
Las cifras exhibidas en la tabla 3 muestran que, según el IE, si se toman las 8 empresas más grandes, las usinas demandantes de leche a los tamberos estarían altamente concentradas mientras que, según el IHH ni siquiera llegan al límite mínimo que debe sobrepasarse para señalar un nivel moderado de concentración, lo cual lleva a Galetto a concluir que "no cabría pensar en que la industria ejerce o abusa de una posición dominante" en el mercado (Galetto, 2002, pág. 11). En realidad, independientemente del comportamiento efectivo de las firmas, si 8 empresas concentran el 57,6% de las compras de leche o 4 casi el 44% de las mismas, habría posibilidad de colusión entre ellas y, en consecuencia, el IE es más eficiente para medir el grado de concentración, de acuerdo al objetivo buscado, es decir, el riesgo de una conducta colusiva.
Tabla 4: Argentina. Cantidad de leche producida, según origen geográfico (porcentaje).
Fuente: Galetto (2002).
Tabla 5: Argentina. Cuenca Lechera Central. Cantidad de leche recibida por empresa y grado de concentración medido por el Índice Estándar y el Índice Herfindahl-Hirschman. Año 2000* (millones de litros/día).
* El autor aclara que los datos de captación de materia prima corresponden aproximadamente a los del año 2000.
**Cuando el resto está constituido por un número significativo de empresas, cada una de las cuales controla una proporción muy reducida de las operaciones, el cuadrado de dicha proporción es insignificante por lo que no se tiene en cuenta para el cálculo del valor del IHH.
Fuente: Elaboración propia con información obtenida de Galetto (2002).
En segundo lugar, Galetto argumenta que el mercado de captación de leche es, desde el punto de vista geográfico, más acotado que el nacional y presenta como alternativa la información que aparece en la tabla 4, que distingue entre la Cuenca Lechera Central (CLC) y el resto del país. De manera que, a partir de una producción total estimada de 9.600 millones de litros por año, ello implica que la producción de la Cuenca Lechera Central es de 13,94 millones de litros diarios, lo que permite estimar la participación de las principales firmas de la región y los nuevos índices estándar y Herfindahl-Hirschman. Los resultados obtenidos aparecen en la tabla 5. De nuevo, con este resultado, según Galetto es evidente que aún en el caso de adoptar una definición restringida del ámbito geográfico  del mercado de captación de materia prima, todavía se mantiene dentro de los niveles de mercados que podrían llamarse "poco concentrados" donde no sería previsible la aparición de conductas no competitivas. Sin embargo, las 4 empresas más grandes concentran más del 50% del total de leche recibida en la CLC y las 8 más grandes el 70%, por lo que no parece que de tal indicador
pueda surgir que no es previsible la aparición de conductas no competitivas como lo sostiene Galetto.

Otras observaciones
Cabe señalar que el IHH es sensible al tamaño de las empresas que componen la oferta o la demanda, puesto que adquiere menor valor cuando la distribución de la magnitud de las operaciones entre las firmas es más igualitaria respecto a cuando no lo es. Por ejemplo, si en un conjunto de empresas las 4 más grandes controlan el 60% de las operaciones participando cada una de ellas con el 15%, el aporte de estas 4 empresas al valor del IHH sería 900, mientras que si la empresa más grande participa con el 40% y las restantes con el 10, 5 y 5%, respectivamente, el aporte al valor del IHH es 1.750. Para el IE no habría diferencias entre ambas situaciones y desde el punto de vista teórico, en función de los postulados de Bain, puesto que 4 empresas concentran el 60% de las operaciones, en los
dos casos se mantiene vigente la posibilidad de acuerdos de precios que pueden perjudicar a la contraparte, más aún cuando la distribución es igualitaria, pues un comportamiento competitivo podría tener menos éxito que si una de las firmas es dominante.

Por último, podría señalarse que si el valor del IE no fluctúa entre poco más de 0 y 10.000 como el IHH, la comparación entre ambos índices se dificulta, es decir, no puede ser objetiva. Sin embargo, la capacidad de cada índice para medir el grado de concentración debe evaluarse, de acuerdo a lo visto, analizando si la distribución de las operaciones entre las firmas que actúan en un mercado favorece o no la realización de acuerdos respecto a los precios o las cantidades a comercializar, lo cual está lejos de ser objetivo. Justamente una de las mayores críticas que se formularon a la teoría de la Organización Industrial, de la cual Bain es uno de los principales exponentes, es que no existe una relación biunívoca entre estructura y conducta de un mercado, ya que una misma estructura puede dar lugar a un comportamiento colusivo o competitivo.

Conclusiones

De acuerdo a lo visto, el IHH indica como no concentrados o moderadamente concentrados a grupos de empresas que, según el índice estándar, se encuentran altamente concentrados. La cuestión entonces a dilucidar es cuál de los dos es mejor.
Si, de acuerdo a la teoría, interesa medir el grado de concentración con el objeto de establecer la posibilidad de un comportamiento colusivo, no hay duda respecto a que es más eficiente el IE pues, por ejemplo, como se ha visto en el caso de la demanda de leche cruda en la Cuenca Lechera Central, si las 8 usinas más grandes adquieren el 70% de la leche cruda, la posibilidad de un comportamiento no competitivo existe, aunque ello no significa que necesariamente tal comportamiento tenga lugar.
De igual manera, si las 4 empresas de mayor envergadura exportadoras de subproductos de la molienda de soja controlan casi el 70% de la oferta, la posibilidad de la realización de acuerdos está presente, más allá de que dichos acuerdos efectivamente se realicen. En consecuencia, el IE capta mejor esa posibilidad que el IHH.
No obstante, diferentes comisiones de defensa de la competencia entre las que pueden citarse la Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos y la Comisión Federal de Competencia de Méjico, suelen usar el IHH como indicador de concentración de los mercados al analizar fusiones (Pereyra y Triunfo, 1999).

También en nuestro país, la Resolución 164/2001 de Defensa de la Competencia, establece en el punto II.4 del Anexo I referido a los lineamientos para el control de las concentraciones económicas, que como "herramienta para la medición de la concentración del mercado se utilizará principalmente el Índice de Herfindahl-Hirschman" (Secretaría de la Competencia, la Desregulación y la Defensa del Consumidor, 2001).

De esta forma, las normas que eligen el Índice de Herfindahl-Hirschman en lugar del Índice Estándar para medir el grado de concentración de las empresas que operan en un mercado con el objeto de defender la competencia, en realidad disminuyen el grado de protección que brindan al consumidor, puesto que la capacidad de poner en evidencia el riesgo de un comportamiento colusivo es mucho mayor en el IE que en el IHH.

Bibliografía

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BEIERLEIN, J.G. Y WOOLVERTON, M.W. 1991, Agribusiness Marketing. Prentice Hall. New Jersey.
CÁMARA DE LA INDUSTRIA ACEITERA DE LA REPÚBLICA ARGENTINA (CIARA). Dirección en Internet:www.ciara.com.ar
CASANOVA, M. 2002, Comercialización de soja y sus sub-productos: concentración de las compras en el mercado FAS e integración vertical. En: Lecturas 5. Ediciones Departamento de Capacitación Bolsa de Comercio de Rosario. Rosario, p. 13-42.
COLOMA, G. 2002, Apuntes de organización industrial (parte I). Universidad del CEMA. Buenos Aires.
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KHAVISSE, M. Y AZPIAZU, D. 1983, La concentración en la industria argentina en 1974, Centro de Economía Transnacional, citado por CEPA, 1985, Principales consecuencias socioeconómicas de la división regional de la actividad agrícola. Buenos Aires.
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SAMUELSON, P. Y NORDHAUS, W.D. 1996, Economía. Mc Graw-Hill. Décimoquinta edición. Madrid.
SECRETARÍA DE LA COMPETENCIA, LA DESREGULACIÓN Y LA DEFENSA DEL CONSUMIDOR 2001, Defensa de la Competencia. Resolución 164/2001. Buenos Aires.


domingo, 25 de agosto de 2013

La estructura del mercado aerocomercial argentino

Mucho peso a la hora de volar: fallas estructurales en el mercado aerocomercial





Existen muchos problemas puntuales en el sistema aerocomercial argentino, que complican el día a día de las empresas. Aerolíneas Argentinas y sus subsidios millonarios;LAN y sus peripecias para mantenerse en el aire argentino; la visión militante y política de los cielos del país; LADE, que cada vez vuela menos y Lafsa, que nunca voló; falta de conectividad y aeropuertos saturados o vacíos. Sin embargo, más allá de la polémica actual por el monopolio regulatorio que ejerce La Cámpora, la Argentina arrastra problemas estructurales en todo el sistema. La consecuencia es previsible: el mercado aerocomercial se ha estancado y está a niveles prácticamente similares a los que mostraba en 1999.
El especialista en derecho aeronáutico y ex director de Aerolíneas Argentinas, Diego Fargosi, mostró con un ejemplo lo que sucedió en el mercado. "La industria no creció igual que la economía y mucho menos que otros sectores. Por ejemplo, si la industria automotriz hubiese tenido el mismo crecimiento que la aerocomercial, en vez de venderse cerca de 900.000 autos por año, se patentarían 400.000", dijo el abogado. Los números de un sector estancado así lo muestran. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), el mejor año de la aviación comercial fue 1999 con 7.014.131 pasajeros. Esa marca se mantuvo como el récord histórico hasta el año pasado, cuando volaron 7.442.995 pasajeros.
La Argentina tiene un mercado de cabotaje de aproximadamente siete millones de pasajeros. Es decir, un argentino viaja en avión cada seis años aproximadamente. ¿Con quién es comparable esa cifra? Pues con Venezuela, que exhibe números similares. Sólo para darle entidad al mercado, por caso, un estadounidense, un inglés o un australiano son pasajeros de un avión dos veces por año en promedio.
En la región, la Argentina tiene un mercado similar al chileno -claro que la población chilena es de 17,2 millones contra 40,7 argentina-. Si se toman en cuenta los vuelos per cápita, la Argentina está debajo de Bolivia, Perú, El Salvador y, obviamente, debajo de países con un alto grado de desarrollo aerocomercial como Brasil, Chile o Colombia.
Guillermo Ballesteros, ex gerente de Operaciones de Aerolíneas Argentinas y especialista en temas aéreos, comentaba la semana pasada que sólo tres países de América latina tienen un mercado capaz de soportar con el peso de su población una aerolínea de bandera. "Brasil, México y la Argentina son los únicos tres que tienen escala como para tener aerolíneas grandes. Ahora, de a poco, se podría sumar Colombia. Los otros países desarrollaron aerolíneas que recolectan pasajeros de varios países, los reúnen en un hub [lugar que concentra y distribuye] y desde allí vuelan a otros destinos", dice el especialista.
En los últimos tiempos, la gestión militante en Aerolíneas Argentinas y en los organismos de control ha desnudado gran cantidad de problemas en el sector. Sin embargo, no todo se refiere a la compañía estatal. Hay fallas gruesas en sectores que muchas veces ni siquiera son advertidas por los pasajeros.
Según un informe realizado en septiembre de 2012 por la Cámara Argentina de la Construcción, llamado "Inventario de obras propuestas para el plan de obras 2012/2021", se necesitarían $ 5069 millones de pesos de inversión, muy por debajo de los $ 124.000 millones que necesitaría el ferrocarril o los 245.000 millones que se requieren para inversiones. Allí se cuenta desde la puesta en valor del Aeropuerto de La Plata hasta la refacción del Aeropuerto de San Fernando y la construcción del siempre postergado ferrocarril que une Constitución con Ezeiza, proyecto presupuestado en $ 151 millones.
La falta de planificación por décadas llevó a que los baches de infraestructura se pronuncien cada vez más. A eso, dicen en el sector, se le suman los problemas regulatorios. "La política aerocomercial y el esquema tarifario se rigen por una ley de 1971, que creo que hay que modernizar, y contemplar las novedades que se han producido en la industria como empresas low cost , alianzas globales, hubs , entre otras cosas", dice Fargosi.
Un trabajo realizado por la Cámara Argentina de Turismo en 2010, elaborado por los economistas Miguel Kiguel y Marcelo Celani, llega a conclusiones similares. Detallan en el documento "La industria del transporte en la Argentina" que los factores distorsivos de la industria se encuentran en una regulación tarifaria desacoplada de la estructura de costos, un entorno regulatorio confuso y un entorno de autoridad regulatoria disgregada que genera incertidumbre.
"Salvo períodos puntuales como el de mediados de los 70 y el de mediados de los 90, siempre fue muy difícil igualar los costos con los ingresos en las rutas de cabotaje", agrega Fargosi.
Uno de los puntos más álgidos por estos días de desalojos y estatizaciones, de hecho, es el aeropuerto porteño. La estación aérea es operada por Aeropuertos Argentina 2000, empresa concesionaria. Sin embargo, más allá de que las quejas de los usuarios en los mostradores se las lleva el concesionario y las líneas aéreas, en la operación de un avión hay innumerables procesos, obras o inversiones que dependen del Estado. Y allí está el principal problema: en la modorra estatal -y no sólo de este gobierno- para mirar más allá de las próximas elecciones.
Por estos días fue la propia dirigencia política de Aerolíneas Argentinas y del Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (Orsna) que esgrimió la saturación del aeroparque metropolitano como causa de la expulsión de las empresas de aviones de menos de 30 plazas y de LAN. Ahora bien, ¿está saturada o no la estación aérea? "De ninguna manera -contesta un empresario del sector y piloto-. En el mundo, los aeropuertos con mucho tráfico como el de Buenos Aires están capacitados para recibir una operación [de aterrizaje o despegue] cada un minuto y medio. En Aeroparque ese intervalo está entre 10 y 12 minutos." Fuentes cercanas a la estación aérea confirmaron esos números, y explicaron: "Sólo hay que comprar un radar de aproximación. Con eso la operatoria se ampliaría mucho. Pero eso lo tiene que poner el Estado. Es parte de la infraestructura que debe poner el Estado para que la concesionaria opere la estación". De acuerdo con los números del Convenio sobre Aviación Civil Internacional (OACI), el aeroparque Jorge Newbery está a un 60% de su capacidad.
En la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC), organismo que debería proveer este equipamiento, no contestaron las reiteradas llamadas de LA NACION. Justamente quienes siguen las compras del organismo aún se preguntan qué tipo de prestaciones tienen una veintena de autobombas que compraron, dado el precio que se pagó.

REGULACIÓN Y MILITANCIA

El titular del Orsna, Gustavo Lipovich, es hoy el hombre que ejecuta desde la regulación los mandamientos que le dictan desde Aerolíneas Argentinas. Lipovich, camporista como el presidente de Aerolíneas, Mariano Recalde, es quien ejecutó el desalojo de todos los hangares de Aeroparque, menos, claro está, los que tienen Aerolíneas y Austral. Justamente ambos idearon un aeropuerto sólo para la empresa estatizada, de hecho, y el primer paso fue la regionalización de los vuelos desde la pista porteña. Pero claro, se toparon con convenios internacionales que los obligan a la reciprocidad con las líneas aéreas de otros países. Así las cosas, la estación pasó de recibir aviones de poco más de 100 pasajeros a aeronaves de más de 200. "No hay servicios ni baños ni sistema de retiro de equipajes que alcance", dijo un operador aeronáutico.
Más allá de la voluntad militante de Lipovich, alguna vez el ahora funcionario escribió en una tesis que el Aeroparque no debe operar con aviones de más de 100 pasajeros. Letra muerta borrada por la militancia.
Varios de los problemas de Aeroparque son invisibles a los ojos de los usuarios. Pero existen. La estación no tiene planta de tratamiento de aguas servidas que llegan de los aviones y todo termina, caño de por medio, en el río. Del avión al río, sin ser tratada, como sí sucede en Ezeiza. La pista no tiene cama de leca en sus cabeceras como para amortiguar un eventual problema como se dio en el accidente de LAPA. En cambio, tiene una muralla de hierro con un paredón de 60 centímetros que arranca el tren de aterrizaje completo y deja al avión de panza en el asfalto de la costanera. Jamás se hicieron los trabajos de alargue de pista más allá de unos metros que se agregaron en los últimos años.
Todas esas obras debería hacerlas el Estado. Ninguno de los dos aeropuertos más importantes de la Argentina (Jorge Newbery y Ezeiza) tienen un transporte público acorde con el servicio que allí se presta, y todos los del interior del país son sostenidos o subsidiados por aquellas estaciones.
En el interior, explican los pilotos, es tierra de nadie. Los aeropuertos cierran temprano y las instalaciones están subutilizadas. Y como si fuera poco, jamás hubo voluntad regulatoria de descomprimir la dependencia que tiene el sector de los dos principales aeropuertos del país.

VOCES DIVERSAS QUE NO ESCUCHAN A NADIE

El sector aerocomercial se ha convertido en uno de los arietes claves en la política del transporte. Allí conviven decenas de funcionarios que superponen tareas, pero que obedecen a una sola voz: la del presidente de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde.
El ejecutivo militante tampoco tiene la última palabra. Recalde, por caso, escucha al oído los consejos de los capitanes de La Cámpora y les dicta las órdenes a sus dos tenientes, Gustavo Lipovich, del Orsna, y Alejandro Granados, de la ANAC. Además, desde la llegada de Rafael Bielsa a la presidencia de Aeropuertos Argentina 2000, la empresa de Eduardo Eurnekian también obedece las órdenes de los jóvenes K.
Los servicios de tierra son otro de los puntos álgidos de la operación. Las quejas sobre la intervenida Intercargo, que da servicios de rampa y embarque, son constantes. La estatal está manejada por María Cecilia García y tiene el monopolio de la prestación. Todas las aerolíneas pueden autoprestarse el servicio, pero no pueden ofrecerlo a ninguna empresa más.

jueves, 22 de agosto de 2013

Locolandia: Echan a LAN de Aeroparque

La intimación sorprendió a las autoridades de LAN durante un festejo en Colombia



Ni a propósito hubiese resultado más incómodo. Mientras la máxima autoridad de LAN en Colombia, Hernán Pasman,sacaba pecho por un hito mundial para la compañía, el segundo vuelo con biocombustible de la firma en Sudamérica y el primero en este país, los periodistas acreditados para el evento, la mayoría latinoamericanos, empezaban a preguntar qué era esto de que habían echado a la empresa de la Argentina. Con un detalle: Pasman, como otros altos directivos de LAN Airlines, es argentino.

La primera alarma surgió entre los periodistas chilenos y los argentinos invitados para el evento, entre ellos Clarín. La noticia sobre el desalojo había surgido en un medio de Santiago, El Mercurio, y ya daba cuenta del impacto que tendrían en la movida en Bogotá. La máxima autoridad de la aerolínea, Ignacio Cueto, volaba de Colombia a Chile apenas se desencadenó el escándalo. En su país de origen se hará mañana una reunión entre ministros argentinos y chilenos y la pelea LAN-Aerolíneas será tema central. También el presidente colombiano Juan Manuel Santos había tenido que bajarse del avión con biocombustible, pero por un tema local: un masivo paro del campo.

Ayer, mientras cruzaban llamadas con Buenos Aires y Santiago de Chile, las autoridades de LAN buscaban aclarar algunos puntos. "Lo principal es que no vamos a afectar el servicio de los pasajeros que transportamos en el corto plazo. Si nos desalojan del hangar, lo que no debería ocurrir porque vamos a recurrir a la Justicia, vamos a mantener los aviones en otro lugar hasta tanto se resuelva el tema", le dijo a Clarín una alta fuente de la empresa. Sería una solución de corto plazo. Los directivos de LAN, tanto en Buenos Aires como en Bogotá, repiten que sin ese espacio en Aeroparque es "imposible" seguir operando desde allí.

Con el correr de las horas, la preocupación fue creciendo. Si bien en la empresa no creen en un desalojo "compulsivo con la Gendarmería", hasta anoche no habían recibido señales alentadoras. Curiosamente, LAN confía en tener como aliados a los demonizados gremios aeronáuticos, gestores de paros sorpresivos y con una puja constante con Aerolíneas, para que frenen esta avanzada de La Cámpora. Razonan de modo simple: cualquier medida que afecte a LAN, la más extrema que implique su salida de Aeroparque, encadenará despidos. En LAN Argentina trabajan unas 3.000 personas.

Una de las versiones difundidas en el mercado aeronáutico es que los conductores de Aerolíneas, los camporistas Mariano Recalde y Axel Kicillof, quieren borrar a LAN de suelo porteño para tener el monopolio del mercado doméstico y así justificar las pérdidas de entre 800 y 1.000 millones de dólares que viene teniendo la aerolínea argentina desde que se estatizó. LAN vendría a ser un contraejemplo incómodo, ya que sería rentable. En el Gobierno prefieren hablar de "privilegios" que tenía LAN y del apoyo que necesita "un modelo nacional". Las promesas de equilibrar las cuentas de Aerolíneas con las que desembarcó el oficialismo en la compañía ya ni siquiera se pronuncian.

En algún momento, en el mercado aeronáutico creyeron ver alguna diferencia entre Cristina y La Cámpora. Se ilusionaron con cierta racionalidad en una Presidenta que pide inversiones. También ubicaron en ese bando de palomas al ministro de Transporte, Florencio Randazzo, y hasta al embajador en Chile, Ginés González García. Esta última decisión de borrar a LAN de Aeroparque borró cualquier ilusión y terminó de alinear a Cristina con Recalde y Kicillof.

Como era de esperar, la decisión argentina repercutió aquí en la prensa colombiana. El diario La República, por caso, vincula el desalojo en la Argentina con cierto estancamiento de la fusión entre LAN y la brasileña TAM. Una piedra en el zapato cuando todos aquí esperaban un anuncio histórico para el medio ambiente.