sábado, 12 de septiembre de 2015

Rusia aplica ISI para crecer industrialmente

El complejo industrial de Rusia renace con una receta del pasado
modelo de reconversion tras la quiebra de la urssBajo una corporación estatal, las empresas se modernizan y ganan mercados. Se valora el marketing y buscan inversores extranjeros.


Turbinas. La producción de aeronaves para uso civil y militar constituye uno de los pilares de la renovada industria rusa.

iECO

Tras varios años de ajuste, modernización de los procesos de producción y adecuación de las normas para competir en la globalización, la reconversión del sector industrial en Rusia comienza a mostrar resultados positivos y traza proyectos ambiciosos. El resurgir industrial ruso está basado en un modelo de conducción centralizada en Rostec, una gigantesca corporación estatal inclinada especialmente a la producción y venta de armamento y material bélico.

Una conclusión prejuiciosa y apresurada diría que Rostec, que hoy agrupa a 663 empresas mayoritariamente estatales y 475.000 empleados, es un retorno a la tradición industrial soviética, casi de inspiración kafkiana. Nada es lo que parece. Con una fórmula mixta entre la doctrina de mercado y una planificación piramidal, Rostec desarrolla, fabrica y distribuye productos con alto contenido tecnológico y valor agregado, un menú que abarca autos, aviones, motores, helicópteros, aparatos médicos de vanguardia, maquinaria, biotecnologías industriales, radioelectrónica y sobre todo armas, misiles, vehículos, cazas y helicópteros artillados, entre muchas otras cosas.

Rostec es el resultado de la crisis industrial post-comunista. Creada en 2007 como un plan de salvataje al complejo industrial y de defensa que no pudo adaptarse a la “economía de mercado”, la corporación exhibe resultados alentadores. Con US$13.200 millones de facturación, Rusia logró recuperar en 2014 el segundo lugar en el ranking de países exportadores de productos militares. Pero además, el consorcio estatal descubrió el valor del marketing, maneja marcas célebres e instaladas, como Lada, Kalashnikov, Helicópteros de Rusia, Tupolev y Kamaz (camiones), trata de posicionar nuevas, incluyendo Rostec, y hasta busca socios y aliados inversores para modernizar sus procesos comerciales.

“Logramos figurar en el top ten de las compañías más grandes del mundo. Y tenemos previsto alcanzar en 2035 el 5° lugar, y estoy seguro de que lo podemos hacer”, señaló Vasily Brovko, jefe de Comunicaciones Globales de Rostec. Entre otros planes, la corporación intenta profundizar lazos con Latinoamérica (la región representa el 15% de sus exportaciones) y, además, ingresar en nuevos segmentos como el de los celulares, con su modelo estrella: el Yotaphone, dotado de una curiosa doble pantalla. “Sabemos que es un mercado muy competitivo. Y le apuntamos principalmente a China, un mercado que consume el 50% de la producción mundial”, añadió Brovko.

La reconfiguración en una megacorporación estatal proviene del fracaso de la apertura económica tras la quiebra del URSS. Por un decreto del presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin, Rostec pasa a controlar 426 empresas del sector industrial considerado estratégico. Según el último balance presentado por la corporación, la mayoría de los activos transferidos estaban en estado de coma: 148 empresas estaban en proceso de crisis; 28 en bancarrota; 17 no realizaban ninguna actividad; y otras 27 habían perdido gran parte de su patrimonio. Y las deudas asfixiaban. “Las cadenas de producción sufrían estragos, los fondos estaban agotados y las empresas necesitaban urgentemente una gestión más eficaz”, dice el informe.

Al frente de la corporación quedó Serguei Chémezov, un ex alto oficial del Ejército rojo y un hombre de extrema confianza de Putin. Al asumir, Chémezov trazó la estrategia de promover el desarrollo de la industria rusa, incluido el complejo militar, modernizando al entramado empresarial, atrayendo “tanto a las inversiones rusas como extranjeras”.

Más que cuestiones ideológicas, en este enorme conglomerado estatal convergen prácticas culturales rusas de todos los tiempos: zarista, comunista y del capitalismo global y moderno. Desde la centenaria fábrica de motores Klimov (destinados a toda clase de vehículos y aeronaves) recuerdan que su origen se debe a un decreto firmado en 1914 por el zar Nicolás II, “nuestro monarca”. Ubicada en la orgullosa San Petersburgo, Klimov atravesó numerosas reconversiones hasta hoy, que se dedica a producir turbinas, compresores, motores para aviones y helicópteros.

La compañía integra uno de los 15 holdings verticales de Rostec, y expresa las prácticas industriales y empresariales de la Rusia actual. Con una plantilla de 1.900 trabajadores, la empresa atrae ingenieros y técnicos provenientes de las escuelas técnicas y universidades de Ingeniería cercanas a la ciudad. En Klimov explican que firmaron algunos acuerdos con facultades e institutos politécnicos para crear cátedras y materias específicas de su negocio. Si bien el salario promedio no parece alto (50.000 rublos, es decir, unos US$750), en la empresa aseguran que son los más altos de la industria, y que “el 90% del personal es fiel y son leales a los objetivos de la empresa”.

En el imaginario de los jóvenes, el factor económico, los ingresos, no es la única motivación para permanecer y trabajar en su país. Especialmente en las profesiones y carreras vinculadas a la producción (desde las ciencias duras, ingenierías, metalurgia, electrónica y química, entre otras) tan buscadas y muy bien remuneradas en todo el mundo. “La aviación es muy interesante para los jóvenes. Estamos de moda”, detalló un ejecutivo del área de reclutamiento de Klimov.

A 700 kilómetros al Este de Moscú, en Kazan, está instalada la planta principal de Kazan Helicópteros. Con 75 años de historia, 7.000 empleados, la compañía rivaliza con la norteamericana Bell. Tiene clientes en 80 países, entre ellos la Argentina, facturó US$1.500 millones el año pasado, lo cual le permite posicionarse en un lugar preponderante en la estructura de Rostec.

El complejo industrial ruso revive con una receta aparentemente conocida. El objetivo proclamado es la autosuficiencia: no depender de insumos importados. Las propias compañías de Rostec se complementan, a contramano de la globalización de la producción.

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