INSÓLITO PEDIDO A LOS EMPRESARIOS
Por la información que circula en los medios, parece ser que Kicillof pretende que los sectores productivos le presenten un plan para 2014 y 2015 sobre cuánto van a aumentar el empleo, las exportaciones y la producción. Es decir, Kicillof ni siquiera parece haber advertido que las empresas más que expandirse, están planeando achicarse ante la recesión que ha generado el gobierno con la combinación de su impericia económica y la previsibilidad en las reglas de juego.
Por otro lado, parece ser que Kicillof jamás manejó una empresa porque uno puede escribir lo que quiera en el papel sobre proyectos de negocios, inversiones y producción, pero luego es la gente la que decide si esos proyectos responden a sus necesidades.
Que un ministro de economía no sepa que los precios no son otra cosa que la expresión de las valoraciones subjetivas de millones de consumidores ya se convierte en un tema grave porque significa desconocer el ABC de la economía. Cree que él puede saber qué necesitan los consumidores, a qué precios tienen que comprar y qué calidades exigen.
Todavía no se enteró que la gente tiene recursos limitados e infinidad de necesidades insatisfechas y asignan sus escasos recursos a comprar los bienes que consideran más urgentes de acuerdo a sus subjetivas valoraciones. Por eso la función empresarial es tratar de descubrir cuáles son esas necesidades insatisfechas de los consumidores. Arriesgan su capital asignando recursos para descubrir qué demanda la gente. Por eso el mercado no es un demonio, como pretenden mostrarlo los populistas, sino un proceso de descubrimiento, en el cual los empresarios tratan de descubrir qué demanda la gente. Tarea que no es sencilla. Nada más democrático que producir lo que la gente quiere.
He aquí otro de los temas económicos que Kicillof parece haber pasado por alto en su carrera de economista. ¿Por qué? Porque la gente va cambiando de valoraciones de los bienes a medida que va consumiendo. El ejemplo más elemental. Una persona tiene hambre y pide una pizza. La primera porción la come con muchas ganas. La segunda también con ganas pero un poco menos que la primera. La tercera con menos ganas que la segunda, la cuarta ya le cuesta terminarla y a la quinta no quiere más pizza. ¿Tan difícil es de entender esto como para que Kicillof no comprenda que las necesidades de la gente van cambiando y que los empresarios tienen que ir modificando la asignación de recursos de acuerdo a las nuevas necesidades de los consumidores?
Lo alarmante es que Kicillof pretende asumir el papel de un ser todo poderoso que, por un lado pretende conocer las necesidades de millones de consumidores que encima cambian permanentemente, y por otro lado pretende convertirse en empresario decidiendo cómo asignar los recursos en la empresa. Tal es su ignorancia o soberbia, que pretender ser un Dios todopoderoso que puede conocer lo que no conoce nadie. Los millones de gustos de los consumidores y cómo van cambiando (ejemplo de la pizza).
Dicho de otra manera, la gente comprando o dejando de comprar vota todos los días qué quiere que se produzca, las calidades y los precios. Eso es lo que tiene que descubrir el empresario y puede ganar o perder. El empresario que descubre una demanda insatisfecha obtiene ganancias. El que se equivoca pierde. En el mercado el que manda es el consumidor. Kicillof pretende modificar todo este sistema democrático de asignación de recursos y cree que todo se arregla con una planilla Excel y él sentado detrás de un escritorio aprobando o rechazando qué tienen que producir las empresas, cuánto personal van a contratar y cuánto van exportar.
Con este proyecto no solo va contra la propiedad privada, remontándose a la época de la economía planificada de la Unión Soviética (parece que todavía no se enteró que el Muro de Berlín hace rato que se cayó porque explotó el sistema económico de planificación centralizada) sino que, en forma antidemocrática pretende sustituir la voluntad de los consumidores decidiendo él qué hay que producir.
Kicillof pretende que las empresas le presenten un plan de inversiones, producción y exportaciones mientras el gobierno tiene como centro de su política económica levantarse todos los días para ver cómo arreglaron el lío que hicieron el día anterior. Si no fuera por lo dramático de la situación económica, mueve casi a risa que un gobierno que vive de improvisación en improvisación pretenda obligar al sector privado a planificar su producción y exportaciones de aquí a dos años.
Un gobierno que un día amenaza con importar tomates, luego dice que se va a estudiar el tema y después dice que no se van a importar tomates pretende hacerse el de visión de largo plazo forzando a los empresarios a presentar planes que, bajo estas circunstancias, son imposibles de cumplir.
¿Con qué cara pueden pedir semejante información si ni ellos cumplen con las metas que prometen? A saber, según el proyecto de ley de presupuesto para 2014 el tipo de cambio establecido por los genios de Economía es de $ 6,33, por ahora lo tenemos en $ 8. ¡En dos meses la pifiaron en el 26% y lo que falta que suba! Es más, el tipo de cambio actual hasta supera el tipo de cambio del 2016 que lo proyectaron en $ 7,39.
El IPC lo proyectaron con una suba del 9,9% para todo el 2014. En los dos primeros meses del año, tomando los datos del INDEC, ya subió el 7,2%. Para cumplir con la meta que ellos pusieron, en los restantes 10 meses del año el IPC tendría que subir 2,7%, es decir, algo así como el 0,27% mensual.
Para los precios mayoristas proyectaron una suba anual del 14% y en el primer bimestre, según el INDEC, ya subió el 10,3%.
Cuando hicieron el presupuesto estimaron exportaciones para el 2013 por $ 86.695 millones y terminaron siendo U$S 83.026 millones. No pudieron pegarle ni con tres meses de anticipación. En el presupuesto para 2014 dicen que las exportaciones van a crecer el 8,5% respecto al 2013 y en el primer bimestre ya cayeron el 7% dejando un saldo de balance comercial de solo U$S 79 millones versus los U$S 800 millones del primer bimestre 2013.
Estos datos solo pretenden mostrar que ni ellos saben qué va a pasar con la economía y pretenden que los empresarios se comprometan a presentar planes de producción, contratación de personal y exportaciones.
Como dice un amigo, el papel aguanta cualquier cosa. Uno puede escribir cualquier estupidez sobre el papel, que el papel ni se inmuta. Bien, desde economía pretenden eso, que los empresarios escriban cualquier estupidez total el papel aguanta cualquier cosa, lo cual queda demostrado en las pifiadas que se mandaron en las estimaciones macroeconómicas para el 2014.
Seguramente ni ellos creen en los planes que les presentarán los empresarios a pesar de su mentalidad marxista, pero tal vez lo necesitan para que CFK haga un gran show de fuegos artificiales para mostrar que la economía va viento en popa con la década ganada y que la inflación no existe, sino que vamos a la estabilidad de precios como dice Capitanich. Toda una gran mentira para tratar de esconder la lacerante situación económica que viven las familias, como si estas no se dieran cuenta de lo que estamos viviendo.
Kicillof puede guardarse las planillas Excel y dejar de jugar al planificador porque ni él sabe qué va a hacer mañana. Además la gente calcula mucho mejor la situación económica con el simple trámite de ir al supermercado y ver cómo cada vez saca más billetes y el changuito está cada vez más liviano. No necesita una planilla Excel para ver como la economía está en caída libre.
Roberto Cachanosky
Tribuna de Periodistas
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