Inflación: ¿hasta cuándo resiste la Argentina con estas tasas?
Desde 2007 superan el 20% anual. Y nada indica que bajen. Dos de los mayores expertos cuentan cómo sigue esta historia.
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Los “Yoda” de la inflación. Roberto Frenkel, en su oficina, junto a Daniel Heymann. Como siempre, rodeados de libros. |
El alza de los precios se frena a través de congelamientos, destruyendo estadísticas, restringiendo el consumo de tomates y amasando pan. Así, para muchos, el lado oscuro ganó la batalla contra la inflación en la Argentina. Y desterrada quedó la idea de que el Banco Central, la política fiscal o de ingresos tengan algún rol para neutralizar el ritmo al que suben los precios.
Roberto Frenkel y Daniel Heymann vienen a ser los portavoces de estas “viejas” ideas. Algo así como los Jedi de la inflación. “Difícil el futuro es de predecir”, coinciden como si parafrasearan al Maestro Yoda, personaje de la sagaStar Wars . Frenkel y Heymann encontraron en sus trabajos académicos que la inflación en la Argentina es un fenómeno altamente inestable. Y más cuando ocurren perturbaciones sobre la economía. Sus espadas láser son los discursos sobre las políticas fiscal, monetaria y de ingresos. Las mismas armas que el Gobierno rechaza utilizar (al menos desde su discurso). iEco los visitó. Va un resumen de la charla:
–La pregunta que muchos se hacen es, ¿hasta cuándo puede la Argentina seguir con estas tasas de inflación?
Roberto Frenkel: Hasta donde aguante la caída del ingreso de las personas.
Daniel Heymann: Estas tasas de inflación pueden sostenerse mientras la demanda crezca al ritmo que permitan las exportaciones. El camino es muy angosto.
–¿Y por qué la inflación no se descontrola como en otras décadas?
D.H.: Salvo en dos casos, el Rodrigazo y el apretón monetario de Martínez de Hoz en 1978, las recesiones en la Argentina fueron siempre por crisis en el sector externo. En aquel tiempo una crisis económica era una cuestión de disponibilidad de divisas en el corto plazo. Había que conseguir los dólares. Hoy la configuración de nuestra economía es complicada porque su capacidad de generar actividad depende de la oferta de dólares de muy corto plazo.
R.F.: Si el Gobierno neutralizara la inflación, entonces uno dice “esto aguanta hasta donde den las reservas”. Pero acá el problema es más complicado porque el Gobierno no neutraliza la inflación y el tipo de cambio se aprecia. Entonces, ¿qué hace? Subsidia las tarifas. Y esto explica un creciente gasto público que no parece sostenible.
– ¿Cuáles es el costo de bajar la inflación para el Gobierno versus seguir con estas tasas de más de 20% como en los últimos 7 años?
D.H.: Para pensar en una política antiinflacionaria hay que pensar en el mediano plazo. Pensar en soltar los precios ahora mismo es un riesgo. El arte de la desinflación es que todas las variables se muevan coordinadamente hacia abajo. Y eso requiere persistencia, coordinación, estadísticas confiables y una estructura de precios relativos que permita ir bajando todo junto sin perturbaciones.
R.F.: Coincido. Una operación así es muy costosa para el Gobierno en este momento.
–¿Qué experiencia hay de bajar la inflación sin enfriar la economía?
R.F.: Chile a principios de los noventa. Partió de tasas de 30% y las bajó gradualmente. La ventaja fue que comenzó la tarea con un tipo de cambio real alto. Algo que no tenemos nosotros hoy. Además, la Argentina no sólo debe bajar la inflación: también hay que ajustar los precios relativos.
–¿Se puede replicar lo de Chile?
R.F.: Las condiciones que se dieron allí, a la salida de la dictadura, fueron ideales para desinflar una economía. La coalición gobernante recibió una buena herencia, era popular y el contexto internacional favorable. Introdujeron una meta de inflación con la idea de que el Banco Central y el Gobierno acordaran un sendero descendente de la tasa de inflación. Y lo consiguieron.
–¿Qué debe pensar un equipo económico que aspire a bajar la inflación después de 2015?
D.H.: El ejercicio que se deben los macroeconomistas de la Argentina es pensar un sendero macroeconómico con años de horizonte y pensar cómo se converge hacia él. Es una actividad público-privada que debe lograrse.
R.F.: No veo a nadie cercano a algún candidato trabajando estos temas.
–¿Ven la tasa de la inflación en la Argentina más cerca de seguir subiendo o bajando?
D.H.: Es difícil de predecir. Sabemos que estamos en proceso de transición. Hacia un lado o hacia el otro ...
R.F.: Yo diría hacia un solo lado… a la aceleración.
D.H.: Hubo experiencias de inflaciones moderadas como la Argentina que bascularon. No es tan definitivo. Lo que sí creo es que las reservas seguirán cayendo y aumentarán los controles.
R.F.: Por eso veo más complicaciones hacia adelante.
–¿Cómo se hace para recomponer la pérdida de competitividad cambiaria y el atraso tarifario sin aumentar la inflación?
R.F.: Partiendo de una tasa de inflación como la de hoy, es difícil. Por eso digo que la única tendencia que veo es la aceleración inflacionaria.
D.H.: Los ajustes de precios relativos son más fáciles cuando la inflación es más baja que alta. Y en nuestro caso sería un intermedio. Cuando la tasa de inflación es baja, la economía se adapta a contratos en la moneda que utilizamos. Pero cuando la inflación es alta no se puede. En casos de inflación intermedia, como la Argentina hoy, necesitás recurrir a algún otro mecanismo que ayude en la transición.
–¿Cómo afecta esta inflación al crecimiento de los próximos años?
D.H.: Si uno piensa en lo que vendrá, cree que la necesidad de contar con una unidad de cuenta propia es importante porque en la Argentina hacen faltas inversiones costosas en infraestructura. Y son recursos que el país deberá captarlos en el mercado internacional de capitales porque ya no genera ahorro. Para todo esto es clave tener una unidad de denominación, una moneda propia. Y las expectativas de inflación conspiran contra todo esto.
R.F.: Otro impacto es el impuesto inflacionario. Las personas que atesoran el dinero pierden 25% por año. Hoy el impuesto inflacionario equivale a 2,5 puntos del PBI. También está la cuestión de los precios relativos. La inflación hace crecer los precios al mismo ritmo. Pero eso hoy no sucede en la Argentina porque hay una política explícita de no ajustar ciertas tarifas. Hay precios que caen en términos reales, como el de la energía. Esto genera efectos negativos porque se piensa que la situación no se sostendrá.
–¿En el fondo, la desaceleración de la economía es un subproducto de la inflación?
R.F.: Así es. En los 60 la Argentina logró neutralizar todos estos efectos. ¿Cómo? Con la indexación del tipo de cambio y de todos los restantes precios.
–Pero a un costo muy alto...
R.F.: Al costo de dejar la economía en un sendero que, cada vez que venía un shock internacional, la Argentina tenía que devaluar y la tasa de inflación se iba por las nubes.
–¿Cómo está la Argentina para enfrentar un contexto internacional menos favorable?
R.F.: Peor que nuestros vecinos. Si los términos de intercambio cayeran, las economías de Chile, Colombia, Perú, tienen un margen más amplio para controlar el aumento de la inflación. ¿Por qué? Porque sus tasas de inflación son más bajas y tienen más margen para devaluar.
–Se habla de que las tasas internacionales subirían, ¿por qué afectaría a la Argentina si está aislada de los mercados?
D.H.: El contagio no sería necesariamente vía el mercado financiera. Será a través de los precios de las commodities, la apreciación del dólar y la devaluación del tipo cambio de nuestros vecinos.
R.F.: También hay que tener en cuenta que hoy la ANSES se está deshaciendo de bonos en dólares para contener el blue . Antes era una deuda intraestatal pero ahora es con privados. Una suba de la tasa de interés también impactaría por ese mecanismo.
–¿Es posible desdoblar el tipo de cambio? Hay quienes creen que una medida así podría ocurrir después de las elecciones.
R.F.: Habría que cambiar la ley. Y habilitar un mercado cambiario legal en el cual se canalicen la compra de dólares para el pago de intereses, turismo, royalties, por donde entran los capitales. Esto ya se hizo en otras experiencias. Pero no resuelve la cuestión del tipo de cambio comercial. Los exportadores de soja recibirían un dólar a $5 y, por otro lado, un dólar financiero a $8. No lo veo sostenible.
D.H.: Un desdoblamiento permitiría que en el mercado financiero se vendan dólares a un precio más alto, algo que incentivará la oferta. El segundo problema es que se tendería a pasar transacciones por distintos mercados, a hacer un mix. Puede ser un mecanismo de devaluación gradual sujeto a una administración muy complicada. Nada de esto toca el tipo de cambio de exportaciones.