jueves, 6 de junio de 2013

Estanflación en Argentina

Estanflación para todos y todas



El "modelo" es otro experimento que termina mal. Esta vez en estanflación. Hasta que no entendamos que en nuestro país el gasto público es un menos en vez de un más para la economía, será difícil abandonar nuestra cíclica inestabilidad macroeconómica.
Una década K. Contra 2002, el crecimiento de la recaudación impositiva será de casi $ 1.000.000.000.000 este año. Sí: $ 1 billón, 10% del PBI, 1400 por ciento. Hoy el privado que está en blanco paga impuestos por el equivalente a 50% del PBI, presión impositiva jamás vista en nuestra historia y de las más altas del mundo. La mitad del año de nuestro trabajo se la entregamos al Estado vía impuestos. Mejor no te preguntes qué te dan a cambio, es domingo.
Pero el gasto público creció más todavía en la última década, $ 1,12 billones, 13% del PBI, un 1500 por ciento. Hoy alcanza a 37% del PBI o US$ 230.000 millones, récord en la historia argentina y está concentrado en empleados públicos ($ 440.000 millones), jubilados y pensionados ($ 280.000 millones) y subsidios al sector privado ($ 180.000 millones), que totalizan $ 900.000 millones (75% del total). Ese subtotal es casi intocable por su alta sensibilidad y más en un año electoral. Alguien debería haber pensado mejor hasta dónde subirlo en la buena. Ahora, ¿cómo se hace para moderarlo?
Ese gasto público de 37% del PBI está generando un déficit fiscal de 4% del PBI (el tercero más alto en 25 años), que se financia monetariamente, haciendo crecer la cantidad de dinero a un ritmo de 35% anual que le mete gas a la pérdida de reservas (US$ 13.000 millones en los últimos 2 años), a la suba del dólar libre (100% desde el cepo cambiario) y a la inflación en 25% anual (la tercera más alta del mundo luego de Irán y Venezuela).
El primer problema entonces es el nivel (insostenible) del gasto público. Recién después el de su mala asignación.
Además, no es que tenemos la tercera peor situación fiscal del último cuarto de siglo porque el Estado recauda poco. Jamás se recaudó tanto en nuestra historia; 50% del PBI para los que están en blanco, casi récord mundial. Se han recreado impuestos como el del cheque y las retenciones a las exportaciones y, por si fuera poco, en el período 2003-2011 crecimos a 7,5% anual. O sea, corregido por el ciclo, el déficit fiscal es mucho mayor que 4% del PBI. Peor todavía.
La Inflación 0 de Gelbard terminó en el Rodrigazo; la tablita de Martínez de Hoz, con las devaluaciones descontroladas de Sigaut; el Plan Austral, en la hiperinflación; la convertibilidad, en uno de los defaults soberanos más grandes de la historia, y el modelo del padrino Duhalde y sus ahijados Néstor y Cristina, en estanflación.
La mayoría de esos planes tuvieron su "veranito" de crecimiento económico y, por ende, de la recaudación de impuestos. Pero todos terminaron con enormes déficits fiscales que, junto con la manera de financiarlos (deuda o emisión monetaria), provocaron sus respectivos colapsos con saltos inflacionarios o defaults de la deuda pública (y de los depósitos privados).
Hoy, a casi 40 años del Rodrigazo, hecho que marca una aceleración sin precedente en nuestra decadencia, vuelve a ocurrir algo similar. Hace 20 meses que la economía no crece, el sector privado destruye empleo, la altísima inflación no cede y, sin embargo, nadie clama por un necesario ajuste del gasto público. Por lo menos, dado que ya es récord histórico -igual que la presión impositiva- debería crecer mucho menos que 35% anual, la tasa promedio de los últimos 10 años.
¿Por qué no se ajusta el gasto público? Porque el único que está ajustando, el sector privado, no tiene el enorme poder de lobby (y fáctico) de los que manejan el gasto. Es decir, los diputados, senadores y miembros del Ejecutivo que votan los presupuestos aumentándolos a tasas siderales todos los años. Entre empleados públicos, jubilados y beneficiarios de planes sociales tienen una clientela de más de 10 millones de argentinos. Clink caja.
Es mentira que no hay ajuste. Lo que ocurre es que los que lo hacen (los privados) tienen tanta voz y voto como los seres humanos en la película Matrix, reducidos a meras "pilas" para mantenerla viva. Es más, ésa es la única edificante función que a muchos nos tiene reservado el populismo K: pagar impuestos.
Una de las causas centrales de nuestra decadencia secular (puesto 10 en ingreso per cápita del mundo a principios del siglo pasado y hoy no más arriba del 90) es la inestabilidad macroeconómica, producto de las crisis recurrentes de financiamiento del déficit fiscal por el excesivo gasto público.
Si no, miremos hoy a nuestras economías regionales en serios problemas, una cosecha de trigo paupérrima, la misma producción de leche que hace 15 años, la ganadería de cría en desaparición, la implosión del stock ganadero, comercializadoras que se van del país, el derrumbe del mercado inmobiliario y la caída de la producción de petróleo y gas, etcétera.
El "modelo" ya fue, y fue soja y suerte. La bonanza duró ocho años y se extinguió en los albores del cepo cambiario hace 20 meses. Su supuesta antítesis, la convertibilidad, tuvo un agosto por siete años (1991-1998), uno solo menos, nada más.
El "modelo" fue sólo otro rebote para volver a crecer en 2013 y por segundo año consecutivo menos que la región, con condiciones externas extraordinarias. Fue "otra oportunidad perdida" más que una "década ganada"..

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