Pornoimpuestos, transparencia y bienestar: el caso de Noruega
Las declaraciones impositivas son públicas en el país escandinavo; el acceso era difícil hasta que un sitio facilitó las consultas y provocó un boom de curiosos y efectos impensados
Walter Sosa Escudero - LA NACION
Ah, Escandinavia. Tierra de innovación, autos de alta gama, sistemas educativos excelentes, Estado eficiente y pornoimpuestos. ¿Pornoimpuestos?
Desde el siglo XIX que, en pos de la transparencia, las declaraciones de impuestos de todos los noruegos son públicas y disponibles para que cualquiera las consulte, si bien no son fáciles de acceder. Si Ingrid quería consultar cuánto ganaba Magnus -su simpático festejante- debía dirigirse a la oficina de impuestos local, llenar un formulario, tras lo cual un empleado público le entregaba un grueso libro con los ingresos declarados por todos los noruegos, incluyendo el de Magnus. Pocos usaban este servicio, ya sea por la naturaleza circunspecta del pueblo noruego o por los costos que insumían las búsquedas.
Pero un siglo después, en abril de 2001, un periodista copió el libro de datos tributarios, lo digitalizó y, a través del diario para el que trabajaba, creó un sitio Web que permitía a cualquiera acceder a un buscador de los ingresos de los noruegos, en forma completamente anónima. De la noche a la mañana, el ingreso de Magnus se puso a un clic de distancia. Y también el de Astrid -la envidiosa vecina de Ingrid- y el de todos sus compañeros del secundario y del trabajo.
Escándalo mayúsculo. En sólo días los noruegos viraron de los deportes invernales y el grupo pop A-ha al pasatiempo más antiguo y universal: el chusmerío. Un auténtico tsunami de consultas desbordó los sitios de búsqueda y apareció una simpática app para celulares que permitía con un clic rankear a todos los contactos de Facebook según sus ingresos.
No es cuestión de estigmatizar al discreto pueblo noruego, al que casi todas las estadísticas colocan al tope de cualquier ranking de bienestar y civismo. Las comparaciones interpersonales son inherentes a la condición humana, y en circunstancias similares en nuestros países habríamos hecho lo mismo, y con mayor intensidad y escándalo mediático. Y a la luz de las oscuras prácticas vernáculas, no nos habríamos sorprendido al ver los magros ingresos (cuando no nulos) declarados por el ostentoso vecino que se pavonea por el barrio en su lujoso auto alemán.
"Pornoimpuestos" (tax porno) fue la frase que uso el New York Timespara describir este aluvión de consultas en Noruega, que en cada octubre (cuando se actualiza el registro) llegaron a superar las búsquedas del clima o de videos en YouTube.
¿Quién ganó y quién perdió con este virtual diluvio de información pública, que roza los límites de la privacidad? "Con la verdad no ofendo ni temo", decía el escudo de armas del general Artigas, de modo que avenidos a la máxima del prócer uruguayo, la respuesta es "todos ganaron" y muy posiblemente ése haya sido el efecto buscado por los iniciadores de la política de transparencia en Noruega.
Pero hay evidencia científica de que las comparaciones juegan un rol crucial en el bienestar de las personas, y de que en varias circunstancias éstas pueden tener un resultado adverso. Varias disciplinas aportaron a esta visión, de la psicología social a la antropología, pasando por la economía, la filosofía y los recientes aportes de la neurociencia. Todas apuntan a que los ingresos reflejan cómo la sociedad reconoce los esfuerzos y talentos de sus habitantes, de modo que la revelación de ingresos enfrenta al individuo a evaluar si considera justa o no su posición en el reparto.
Un ejemplo: a pocos los altera enterarse de las cifras exorbitantes que ganan deportistas talentosos como Lionel Messi o LeBron James, pero reaccionarían muy negativamente al saber que un colega gana mucho más por una tarea similar. Esta sensación de inequidad puede tener un efecto negativo sobre la autoestima de quien se siente injustamente retribuido. Para peor, varios estudios encuentran que los que aprenden que son relativamente más ricos se sienten mejor por saberse superiores a sus pares. En Noruega se reportaron varios episodios de bullying en donde jóvenes de familias pobres eran hostigados por sus compañeros ricos, a la luz de la información revelada. Como era de esperar, el estado noruego acusó recibo de estos efectos negativos, restringiendo progresivamente el acceso a estos datos, hasta tal punto que desde 2014, las consultas dejaron de ser anónimas.
Resulta complejo evaluar el resultado de esta política extrema de transparencia a la luz de sus efectos positivos (en términos de permitir a los ciudadanos tomar decisiones sobre la base de más información) y de los negativos, asociados a las tensiones sociales discutidas anteriormente. Dilucidar este complejo enigma es el desafío que aceptó el joven economista argentino Ricardo Pérez Truglia, graduado de la Universidad de San Andrés y con doctorado en Harvard, hoy profesor de la Universidad de California en Los Ángeles.
La llave maestra para resolver este acertijo fue cotejar el episodio de pornoimpuestos con una encuesta de bienestar implementada continuamente (de 1985 en adelante) por la empresa de marketing Ipsos, que contiene información minuciosa sobre el bienestar de la sociedad noruega.
Los resultados son alarmantes. Según un puntilloso estudio estadístico e institucional, Pérez Truglia encuentra que el mero hecho de difundir la información de ingresos aumentó considerablemente el bienestar de los ricos y empeoró el de los pobres. La difusión masiva de esta información tuvo un fuerte impacto negativo sobre la distribución del bienestar: a los ricos les benefició el hecho de que sus conocidos se enterasen de su posición privilegiada y a los pobres, todo lo contrario. Los resultados del estudio prenden una luz de alarma a las políticas de transparencia informativa, sugiriendo que es crucial sopesar efectos positivos y contras.
Como ejemplo para nuestro país, las políticas de revelación de precios del plan Precios Claros tienen un claro impacto positivo al permitir a los ciudadanos tomar decisiones de consumo sobre la base de mejor información, pero pueden tener un efecto negativo al facilitar a los vendedores la implementación de acuerdos colusivos para sostener precios altos. Dilucidar estas cuestiones es una tarea compleja y relevante.
"Yo hago puchero, ella hace puchero. Yo hago ravioles, ella hace ravioles. ¡Qué país!", dice el personaje interpretado por China Zorrilla (la entrañable actriz uruguaya) en una escena de la película Esperando la carroza, ilustrando eficazmente la idiosincrasia interactiva de los seres humanos. Y si de interacciones se trata, el episodio aquí narrado no deja de tener un efecto positivo sobre la débil autoestima de nuestro país, tan proclive a las comparaciones internacionales: en la nórdica y prolija Noruega también se cuecen habas. Pasa que a veces parece que en nuestros países lo único que hacemos es cocer habas.
Profesor de la UdeSA e investigador principal del Conicet
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