El costo para Argentina de ir por camino equivocado
Por: Emilio Ocampo - Ámbito Financiero
Economista
Según una encuesta reciente, "la demanda de cambio tiene fuerte consenso" en la sociedad argentina. Lo que aparentemente no tienen muy claro muchos argentinos es que es lo que hay que cambiar. La comparación de la experiencia de Argentina y Chile en las últimos cuatro décadas nos da una respuesta. Son dos países a los que los une una historia, una cultura, un lenguaje y una frontera. Entre 1930 y 1975 el PBI per cápita de la Argentina creció a una tasa del 1,5% anual mientras que el de Chile lo hizo al 0,6%. O sea que los chilenos no tenían ninguna ventaja, sino todo lo contrario. Sin embargo, a partir de 1975, el PBI per cápita de la Argentina creció al 0,7% anual mientras que el de Chile lo hizo al 3% anual.
¿Qué ocurrió? A partir de ese año los gobernantes de ambos países optaron por aplicar principios opuestos para organizar sus economías. En el caso argentino, excepto en un breve intervalo, la elección fue por el populismo y el intervencionismo, con niveles crecientes de gasto público, déficit fiscal e inflación. En el chileno, se adoptó el principio de la libertad económica, con menor gasto público, menor déficit y menor inflación. El contraste entre ambos países se puede ver claramente en el gráfico, que muestra su evolución en el ranking mundial de libertad económica.
Lo más notable es que la mayor divergencia en los índices de libertad económica tuvo lugar durante el período democrático, especialmente en los últimos quince años. Desde 1990 Chile se ha ubicado consistentemente entre los 20 países con mayor libertad económica del mundo y hoy se ubica entre Canadá e Irlanda. En contraste, en 2014, luego de casi 15 años de declinación, la Argentina se encontraba entre los 20 países del mundo con menor libertad económica, por debajo de Burma y Angola, y levemente por encima de Congo y Venezuela. Los índices de calidad institucional muestran un cuadro similar. Mientras que en 2014 Chile se ubicaba en el puesto 22 del ranking (entre Japón y Singapur), la Argentina ocupaba la posición 134 (por debajo de Tanzania, Burkina Faso y Senegal). Dicho de otra manera, Chile adoptó las reglas de juego de un país civilizado y la Argentina las de un país bananero. A nadie le deberían sorprender los resultados de esta elección.
Pero no sólo ha sido cuestión de baja calidad de las instituciones sino también de su inestabilidad. Mientras que en los últimos 35 años la Argentina se ha caracterizado por cambios abruptos e impredecibles en las reglas de juego, incluso bajo presidentes del mismo partido, Chile se ha destacado por la estabilidad, incluso bajo administraciones de signo político opuesto. Peor que reglas malas es la alternancia imprevisible entre reglas buenas y malas.
Adoptar principios de libertad económica no sólo le permitió a Chile lograr mayor crecimiento sino también mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Según el Índice de Desarrollo Humano ajustado por desigualdad que publica la ONU, Chile hoy esta bastante por encima de la Argentina cuando tres décadas atrás se daba la situación inversa. Aunque la desigualdad en la distribución del ingreso es mayor en Chile que en la Argentina, los índices de pobreza e indigencia se han revertido y son significativamente más altos de este lado de los Andes (24,7% vs. 14,4% en 2011).Uno de los cambios más dramáticos ha sido en la educación. A principios de 1980, Chile adoptó un sistema de "vouchers" basado en la competencia y los incentivos. Como consecuencia hoy tiene los mejores resultados de América Latina en las pruebas PISA.
Quizás más interesante que comparar todas estas estadísticas es estimar cómo estaría hoy la economía argentina si hubiera tenido un desempeño similar a la chilena. El otro gráfico, basado en las series de PBI compiladas por Angus Maddison, es más que elocuente. Si a partir de 1975 la economía argentina hubiera crecido como la de Chile (y no había impedimento estructural para que esto ocurriera), hoy tendría más del doble de tamaño. Esto significa que en vez de ser un tercio de la economía de Brasil, sería apenas un 18% más pequeña. En términos del PBI per cápita, en 2010 el de la Argentina habría alcanzado $ 26.400. Esto significa que los argentinos habrían tenido en sus bolsillos $ 16.200 dólares más que los que efectivamente tuvieron. Ese PBI per cápita habría sido el doble que el de Chile, muy superior al de España e Italia y similar al de Australia.
Pero este no fue el verdadero costo de tomar el camino equivocado. Para calcularlo deberíamos sumar las diferencias entre el PBI real y el que se podría haber alcanzado a lo largo de esos 35 años. El resultado de esta suma da 10,2 billones de dólares, lo que en 2010 excedía, según las cifras de Maddison, al PBI combinado de EE.UU. y Canadá. Es decir que aplicar políticas equivocadas le costó a la sociedad argentina el equivalente al tamaño de las dos economías más grandes del continente. Más que de décadas ganadas, debemos hablar de oportunidades y generaciones perdidas.
Sería un error pensar que la conclusión de este análisis es pesimista. Todo lo contrario. La experiencia chilena demuestra cómo en el lapso de una generación se puede mejorar radicalmente la situación de un país. La clave es no caer nuevamente en la trampa del gatopardismo: cambiar todo para que nada cambie.
(*) El autor es profesor de finanzas en New York University y la Universidad del CEMA y miembro del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso.
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