El mayor delirio urbanístico del mundo está en China
Al norte de China hay una megaciudad en pleno funcionamiento. El problema es que está vacía
El mayor delirio urbanístico del mundo está en China | PlayGround
Con el enorme parque de edificios vacíos que tenemos en nuestro país, ¿cómo puede ser que haya tanta gente sin vivienda? Esta es una pregunta que no deja de formularse en la España postburbuja. La cuestión es que en los años del boom inmobiliario se contruyó muchísimo más de lo que necesitábamos, y de manera muy poco sostenible. Nuestra economía estaba muy arriba, pero condenada a la implosión. Hoy España cae y China es el gigante, pero la historia a mayor o menor escala, es la misma: la explosión económica de China se sostiene sobre una serie de éxitos políticos y comerciales, pero también sobre una salvaje apuesta por la construcción de infraestructuras y la urbanización que ha dado ya lugar a una brutal deuda bancaria, y engendros como la ciudad de Ordos, probablemente la ciudad fantasma más grande la Tierra.
Situada en la Mongolia Interior, una región del norte de China que ha conocido un importante desarrollo económico en la última década, Ordos se despliega como ejemplo contemporáneo de urbanismo delirante; una muestra viviente de cómo la planificación urbanística basada en la especulación y el movimiento de capital son incapaces de dar forma a una ciudad funcional.
Ordos es una metáfora o un espejismo, salida del sueño megalómano de un grupo de inversores (que después de apostar por convertirla en la nueva joya urbana del país, acabaron dejándola a su suerte) que se hizo realidad mediante una finta gargantuesca al sentido común.
Ordos
Planificada para acoger a un millón de habitantes, su población actual no llega a los 20.000. Y sin embargo no le falta de nada. Los edificios que no están abandonados (que son la inmensa mayoría) permanecen abiertos al público, esperando con los brazos abiertos un supuesto aluvión de gente que difícilmente llegará. Desde un lujoso aeropuerto decorado con símbolos del glorioso pasado mongol, hasta hoteles de cinco estrellas, burdeles, museos, mezquitas, estadios... Ordos posee todas las instalaciones que una ciudad moderna podría desear. ¿Pero qué es una ciudad sin la gente que la habita? ¿Quién va a querer visitar la que se declara a sí misma como "la espectacular ciudad turística China" si los empleados de mantenimiento sobrepasan en número a los habitantes? Sólo la ciega fe de sus pobladores en que la gente llegará tarde o temprano les hace permanecer viviendo en un mal sueño creado por otros.
El urbanista danés Jan Gehl afirmaba décadas atrás que a la hora de planificar un espacio urbano, primero estaban las personas y sus relaciones, y luego los lugares que las acogían: hacerlo al revés nunca funcionaba.
Y si uno observa la historia de los asentamientos urbanos, se da cuenta de que su naturaleza es fluida y compleja, y está basada en la actividad humana antes que en las grandes planificaciones institucionales. Pensemos si no en las desiertas y gigantescas ciudades soviéticas, en las delirantes capitales generadas por los millones del petróleo en la península arábiga, o en experimentos sociales a gran escala (y fallidos) como Brasilia. Uno no puede crear una ciudad a golpe de escuadra, cartabón y dinero muerto. Con eso en mente, la existencia de Ordos podría al fin y al cabo tener alguna utilidad: servirnos de recordatorio de la dirección que NO queremos tomar.
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